domingo, 29 de mayo de 2011

Caroline Bateman

Mientras Leon balbuceaba, me concentre en el niño. Se veía tan lindo, tan inocente, me recordaba a…
Creo que todos se dieron cuenta cuando vieron mis ojos llorosos, Hunter me miro fijo como diciendo “no seas idiota Carol”. El y yo nos conocíamos desde hace un tiempo largo. Compartimos celda por un par de meses, de los años que estuve encerrada en ese hueco infernal y patético. Hasta que crecí lo suficiente como para ser considerada hostil y me confinaron a ese lugar sola.
Sola… como debía sentirse el niño en este momento, ocultándolo bajo un velo de muerte y el deseo de sangre tibia en sus dedos. Podría ayudarlo, a mi me obligaron a contener lo que llevaba dentro, tal vez podría enseñarle a el… eso me dejaría aquí sola con el niño, y dudo que Leon acceda a eso. “Aparte, para que ayudar a ese feo pigmeo?. Por que no sacas tu hermoso bisturí y juegas un poco?”
Comencé a tararear la canción que cantaba el niño mientras de a poco me alejaba del grupo. Mi cabeza daba vueltas, el niño parecía tener un aura oscura… algo que despertaba lo supuestamente “dormido” en mí. Respire hondo y pronto me estabilice. No podía dejarme llevar, no en ese momento.

-          podría ser… - todos se dieron vuelta hacia mí. Baje la voz lo mas que pude – yo, podría… hacerme su amiga, digo, tengo experiencia en hablar con psicópatas. y podría convencerlo de que puedo ayudarlo… para después volarle la tapa de los sesos. – 

Supongo que no había otra opción, y tal vez si le disparaba a algo la otra se calme.

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