lunes, 12 de noviembre de 2012

Afecto





















-Canción favorita… ¿cuál es tu canción favorita?- me preguntó Christine sonriendo.

-Ahh… veamos.- comencé a pensar.- esa está difícil. Me gustan muchas canciones, pero mi favorita… nunca lo he pensado, quizás Purple Rain de Prince.

-Jaja, ¿te gusta Prince? Eso es lindo.

-Lo guardo como una especie de secreto embarazoso…- dije con una sonrisa.- ¿Y tu canción?

-Ah-ah. Espera tu turno, chico guapo. Aún no terminamos.


Había conocido a Christine en el hospital. Ella había tenido un accidente vascular y yo me recuperaba de una lesión bastante fea de una de mis rodillas. Era una chica realmente interesante y atractiva, con una personalidad encantadora. No pasaron muchos días hasta que tras unos correos electrónicos acordamos salir a comer y… finalmente nos encontrábamos allí, en el TRACY’S comiendo sierra ahumada acompañado de un excelente y embriagador vino blanco.

-Sabes, estaba pensando y sin duda esta ha sido una cita interesante,… fuera de lo común.- me dijo de pronto mientras rebanaba un pedazo de pescado.

-Lo dices por la pistola que traigo bajo la chaqueta, ¿no es así?- le pregunté adivinando sus pensamientos.

-Sí… jajaja.- me contestó sin poder aguantar la risa.- es que… me asustan demasiado y no esperaba que bueno… trajeras una.

-De veras lo lamento, Christine. Pero hay cosas que no puedo dejar de hacer, es algo casi automatizado. Supongo que son los años, no lo sé… ¿necesitaré terapia? Jaja.

-Más que terapia… quizás necesitas ya que una chica te diga lo que tienes que hacer…

-Uh, eso está difícil. Seguir las órdenes de una chica no es mi estilo.- contesté sonriendo.

Luego de la cena venía el postre, Christine eso si pidió una menta ya que el pescado no le cayó muy bien. Hasta este punto diría que la química entre ambos era realmente asombrosa, ¿Cómo dos personas podían encariñarse tanto sin siquiera conocerse lo bastante? Supongo que es esa falta de cariño… esa apabullante necesidad que tenemos todos de amar y ser amados, y en mi caso, ya llevaba demasiado tiempo buscando alguien para amar, y Christine, bueno su historia de soledad y desamor era casi tan nutrida como la mía.

-Leon…- me dijo ella de pronto.- te voy a decir algo que jamás he dicho a alguien en mi primera cita, y es que eres un hombre muy interesante. Me gustaría conocerte más a fondo, pero lo que haces… lo que me has contado, pienso que choca demasiado con mi forma de pensar…

-Te entiendo, Christine. Créeme que lo hago. Y yo también quiero que esto funcione y no se desvanezca. Para ello ambos debemos poner de nuestra parte. Mi trabajo para el gobierno es peligroso… lo sé, pero no quiero llegar a los 40 años haciendo lo mismo, no sé si me entiendes. En algún punto eso se tiene que acabar… y espero ser yo quien lo termine y no que sea mi trabajo el que acabe conmigo.

  Christine acarició suavemente mi mano y sintió una enorme necesidad de confesarse.

-Yo estoy dispuesta a dejar  todo de lado para comenzar algo nuevo junto a ti.- me dijo.- No soy precisamente una buena persona, y hay cosas que hago que no están bien, pero te prometo que si me lo pides… lo dejaré de hacer.

-¿Te refieres a tu trabajo de asistente en la farmacéutica?... Christine, yo jamás te pediría que dejaras de…

-No, no me refiero solo a eso…- me interrumpió con un hondo suspiro.- Leon, yo… estoy metida en un problema grave, muy, muy grave. Debo un dinero, se lo debo a un sujeto repugnante e inescrupuloso que desde que me separé de él me ha hecho la vida imposible. Me ha querido arrebatar mi casa, ¡la casa de mi madre! La que ella me heredó antes de morir. Si no pago el dinero, este sujeto me dejará en bancarrota y en la calle, Leon.

-¿Quién es?, dime como se llama.

-No, por favor no interfieras…- me suplicó.- Yo ya le he pagado casi todo, solo me queda menos de la mitad y hoy se acaba todo. Pero para llegar a ello, he debido hacer cosas que no he querido hacer…

-Por Dios, Christine…- le dije acariciando su mano.- ¿Qué es eso que has hecho?

 Ella guardó silencio, no quería contarme. La angustia era más poderosa que todo lo demás.

-Vamos…- le dije con ternura.- seguro puedes contarme. Te aseguro que lo entenderé, y te ayudaré a salir de esto. Si vamos a intentar algo entre los dos debemos tener confianza el uno con el otro….

-Leon, yo…

   No pudo completar la frase, en vez de ello su voz se transformó en un espantoso sonido gutural aletargado, cuyo origen vino desde su garganta. De allí una viscosa extremidad se abrió paso entre hueso, piel y sangre para asomar por su boca. Sus dientes saltaron desparramados sobre la mesa y la sangre salpicó mi rostro. Sus ojos se tornaron completamente blancos antes de salirse de sus cuencas mientras que nariz, frente y boca eran desfigurados por la fuerza imparable de la criatura que se abría paso desde sus entrañas. No oí un solo grito a mí alrededor, pero seguramente habían muchos alaridos de horror provenientes de las demás mesas, de pronto el tiempo se paralizó ante mí y casi no me di ni cuenta cuando mi mano a través de un movimiento involuntario desenfundaba la pistola que tenía bajo mi chaqueta. Temblaba, sudaba y apenas podía respirar, pero mi instinto…, mi instinto ya sabía lo que tenía que hacer. Como un robot saqué mi arma y apunté al cerebro de la cosa que tenía frente a mí. Yo no reaccionaba en lo absoluto, pero mi mano operaba por sí sola… jaló el gatillo 3 veces y el balbuceo infernal de la criatura terminó, luego cayó inerte al suelo. Yo me quedé sentado en la mesa aún varios minutos después de haber dado muerte al monstruo. No supe cuanto rato estuve allí… solo recuerdo que las sirenas de las patrullas en la calle me volvieron a la realidad y cuando me sacaron, el restaurante estaba vacío… todas las mesas absolutamente vacías.

 Pobre Christine, hacía tiempo que robaba muestras del laboratorio farmacéutico donde trabajaba y lo llevaba a personas que pagaban mucho dinero. Alquilaba su cuerpo como transporte y solía tragar ovoides con sustancias verdaderamente peligrosas. Aquella noche iba a recibir una importante suma de dinero, lo suficiente como para no volver a alquilar su cuerpo, lo suficiente como para terminar su deuda con aquel sujeto inescrupuloso, lo suficiente como para poder vivir en paz… una nueva mutación del derivado del virus-X. Ella obviamente nunca supo lo que llevaba en su estómago, hasta que los jugos gástricos y el vino blanco terminaron por corroer el ovoide y en un abrir y cerrar de ojos… su organismo se doblegó ante el huésped maldito.








No lo sé… no sé como dos personas pudieron quererse tanto, sin siquiera haberse conocido lo suficiente.

LEON S. KENNEDY, 02:02  A.M.


jueves, 8 de noviembre de 2012

El panóptico




















SEGUNDA PARTE Y FINAL



 Todo en este lugar apesta, hasta respirar lo hace.

 Llevo ya dos días enfermo producto de un resfriado. El guardia me ha quitado las frazadas y ando desnudo de la cintura para arriba. No he podido dormir casi nada producto del frío… ni tampoco he comido. Los pasos de quien nos vigila a través de la mirilla sobre mi cama cada vez se han hecho menos frecuentes, los volví a sentir hasta hace un rato.

-¡Por favor!- exclamé casi cayéndome de la camilla.- seas quien seas… te pido por favor que me des abrigo… una manta… algo, por favor.

  Los pasos se detuvieron justo frente al orificio sobre mi camilla, como si quien estuviera del otro lado hubiese querido pensarlo durante unos segundos, pero luego simplemente me ignoró y continuó alejándose. Allí me quedé, acurrucado en un rincón junto a una fría pared de cemento de mi celda. De pronto vino el acabose… pasaron varios minutos, luego justo sobre mi celda se abrió una compuerta y dejó asomar un enorme boquete del cual cayó un enorme chorro de agua helada. Quedé completamente empapado al igual que mi colchoneta, paredes y todo el piso alrededor. “¿Qué clase de castigo enfermo es este?”, pensé totalmente abatido y sumido en el más grande de los desconsuelos. Mi situación era aterradora…, me encontraba, enfermo, hambriento y con insomnio y por si fuera poco además debía lidiar con la humedad total de mi celda.

  Unos gritos me despertaron. Había logrado conciliar el sueño, pero los gritos de unos niños me volvieron a la realidad, luego le siguió el sonido del agua cayendo al suelo en distintas celdas alrededor de la mía. Cada chorro que golpeaba el suelo era acompañado por el aterrador alarido de infantes, niños apenas cuya edad no podía comprobar. Supuse que yacían desnudos en las mismas precarias condiciones que las mías y eran torturados de la misma forma con el agua helada.

Por más que lo pensaba, no se me podía ocurrir como alguien pudo construir un lugar tan extraño y siniestro. El hambre me obligó a alejar mi mente de suposiciones tan desalentadoras,… temblando me acerqué a mi colchoneta y con asco volví a masticar más pedazos para ir tragando poco a poco…




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 Desnutrido, golpeado, mojado y sin poder dormir. Realmente verme así fue verdaderamente terrible y esta extraña pesadilla me sigue asombrando hasta el día de hoy… es por ello que la he apuntado aquí en mi diario. ¿Cómo y porqué fue que llegué a un lugar así de extraño?, ¿porqué alguien tendría niños encerrados allí?

Jamás lo supe y jamás lo sabré… así son los sueños, indescifrables.









LEON S. KENNEDY 00:21 A.M.


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El diario de Leon S. Kennedy by Marcelo Carter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El panóptico




Mi cuerpo duele… apenas y puedo respirar…

Cada inhalación produce una insoportable dolencia en mi pecho… y cada exhalación un sufrimiento aún peor…

Todos los días un guardia enmascarado saca a un prisionero de su cuarto y lo lleva a un frío patio de concreto donde le aporrea hasta el cansancio, y hoy fue mi turno. Por una estúpida razón creía que jamás me tocaría a mí, pero este lugar se ha encargado de derribar cualquier idea esperanzadora. Me encontraba débil y sediento en la camilla de mi miserable cuarto, arropado hasta las orejas tratando de aliviar de cualquier forma la fiebre provocada por la fatiga… cuando de pronto los cerrojos se abrieron y entró él… la enorme mole que tenemos por guardia. Demasiado débil como para defenderme no hice más que aferrarme a la sucia colchoneta, pero fue inútil… él no tuvo problemas para arrastrarme de una pierna hasta afuera del cuarto. Recorrimos los pasillos circulares de esta extraña prisión en un trayecto que se me hizo casi eterno a causa de la indolencia y el silencio que guardaban las demás celdas cerradas, hasta que por fin y tras varios días,… incluso semanas, la luz del día se dejó caer sobre mí. Era un día gris, sin sol en el exterior… pero de igual forma la visión hirió mis ojos.

  Aún semi-aturdido por el trayecto que recorrí siendo arrastrado, intenté ponerme de pié, pero fue inútil… las fuerzas no me acompañaban. El guardia me quitó la sucia camiseta enumerada de la prisión dejando mi cadavérico torso totalmente expuesto y desnudo. No supe cuando fue que los azotes comenzaron, pero cada uno de ellos era como un beso que me daba la muerte… cada golpe lo recibían directamente mis huesos y deseé haber perdido el conocimiento desde el primer segundo, pero hasta eso aquí se me era negado. Luego, tras una eternidad de dolor y sufrimiento, sentí que los golpes cesaron y me quedé en el suelo inerte, apenas respirando pues esto me era terriblemente doloroso…

Finalmente fui nuevamente arrastrado por los pasillos de aquel enigmático infierno hasta mi cuarto, mi sucio, angosto y miserable cuarto… pero en ese instante ese era el único lugar en el que quería estar. El guardia se ha llevado mi frazada y no me ha devuelto mi camiseta, seguramente como una suerte de castigo por algo.

Llevo ya casi media hora intentando tragar pedazos de mi sucia colchoneta… para apalear el hambre. Los dolores en el estómago que vienen después son horribles, pero intento no pensar en eso ahora.

Nuevamente oigo pasos sobre mi cuarto, tengo la sensación de que alguien a través de una mirilla nos observa cuarto por cuarto, siempre se detiene por unos segundos en alguno y luego se aleja… tengo la sensación que me observa por sobre mi camilla, pero aún no puedo identificar el lugar preciso. Esto me ha dado pistas que este lugar es una suerte de panóptico o algo por el estilo…






















Lentamente me incorporo y me siento en la camilla… a mis oídos llega el terrible llanto de un niño, seguramente de una celda cercana a la mía. A veces temo olvidar quien soy, por eso suelo recordármelo a menudo…


 Mi nombre es Leon Scott Kennedy, tengo 35 años de edad… y tengo miedo de morir aquí…



¿Qué es este lugar?




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