jueves, 30 de septiembre de 2010

Ashton: El triste caso del paciente Leon Scott Kennedy (Parte II)


















Encontré a Dan pintando un extraño cuadro en el patio trasero de su cabaña. Para mi sorpresa la historia que acababa de contarle parecía no asombrarle mucho.


-Caminaste mucho tiempo por la cuerda floja, Leon. Un día simplemente… te caíste.- me dijo mientras daba unas pinceladas a su tela.


-¿Qué diablos quiere decir eso?- pregunté.


-Que hay un límite de cosas que la cordura puede soportar.- me contestó sin apartar los ojos de su cuadro.- Es como una repisa de madera, si pones demasiado peso sobre ella, se quiebra.


-O sea que no crees ninguna palabra que te he dicho…


-Claro que te creo. Creo que cogiste tu arma, creo que apuntaste a ese niño, creo firmemente que jalaste el gatillo y lo mataste, o si no ¿Por qué has venido a contarme eso?... somos iguales ¿no te das cuenta?, yo entregué a un niño de 5 años a una turba de zombis para salvar mi pellejo y tú mataste a un niño también.


-Temo que estas confundido, Dan…- le dije tomando distancia.- tú y yo no somos iguales. Yo sé que ese niño estaba contagiado y que ya estaba muerto cuando jalé el gatillo.


-¿Estás completamente seguro de eso?- me preguntó volviéndose hacia mí.


Yo bajé la vista, no podía seguir engañándome a mi mismo al asegurar de que todo había pasado tal y como parecía recordarlo. Mi cabeza era una mezcla de muchas cosas y comenzaba a dudar de mi mente. Sin embargo mi instinto, mi instinto jamás me abandonaba


-Por otro lado no puedes asegurar tan tajantemente que tú y yo no somos iguales.- prosiguió diciéndome mientras continuaba con su arte.- Quizás habría que verte en una situación como en la que yo estuve, rodeado de esas cosas y desesperado por querer vivir.


-He estado en muchas situaciones similares… créeme que jamás hubiese hecho lo que tú.


-¿Acaso me estás juzgando?- me preguntó Dan frunciendo el ceño.


-¿Y qué si lo hago?, llevas 10 minutos juzgándome tú a mi.- le contesté.


-Jajajaja… tienes razón. Pero no me subestimes… conozco mucho sobre Raccoon City y sobre ti.


-¿Acaso eres el presidente de mi fan club?


-Jajajaja, vaya… eres gracioso cuando te enfadas.- me dijo sin siquiera irritarse.- Sé que eres peligroso… solo alguien tan obsesivo como tú pudo mandar a un amigo a una isla infestada de zombis y monstruos, ¿recuerdas a Ark, no es cierto?... lo enviaste a Sheena Island diciéndole que era como ir a Disneylandia jaja.


-¿Eh?, ¿qué sabes tú de eso?... ¿qué sabes de Thompson?


-A los amigos no se les hace eso, Leon… por eso sé que eres peligroso.


-¿Quién diablos eres, Dan?... ¿cómo es que sabes esas cosas?- volví a preguntarle.


-Jeje, déjame seguir disfrutando de esta pasajera situación de poder…


-Lamento arruinarte la alegría, Dan Mason. Ex -empleado de Umbrella a quien despidieron por haber sido sorprendido el año 2000 vendiendo información a compañías extranjeras, luego hiciste un trato con los federales en donde a cambio de dar unos nombres lograste negociar tu libertad condicional, si no me equivoco estuviste un año yendo a dormir a la cárcel, ¿no es así?


La cara de Dan llegaba hasta el suelo, apenas y pudo abrir la boca para preguntarme:


-¿Cómo diablos sabes de eso?


-Jeje, permíteme seguir disfrutando de esta pasajera situación de poder…- contesté.


Mi plan consistía básicamente en no tener ningún plan, solo una meta, y esta era largarme de Ashton… ¿cómo lograrlo?, ni idea, es por ello que esperaba la ayuda de Dan. Nos sentamos en unas bancas, el sol ya se estaba ocultando.


-Así que quieres fugarte…- me dijo.


-No, no se trata de “fugarme”… este lugar no es una cárcel, ¿verdad? Digamos que… no estoy contento con el postre que sirven aquí…


-Algún día ese raro sentido del humor que tienes terminará por matarte…- me contestó.- Por otro lado, ¿no has pensado en aceptar la ayuda que te están ofreciendo en este lugar en vez de huir?


-No… todo está claro para mí, Dan.


-¿A qué te refieres?


-Alguien me ha puesto aquí porque quiere tenerme lejos de lo que pueda suceder en el gobierno, la entrada de mi diario no es más que un chivo expiatorio. Estoy metido en una conspiración, Dan.








...por si fuera poco...

LEON S. KENNEDY, 00:45 A.M.

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Ashton: El triste caso del paciente Leon Scott Kennedy















Preston depositó la pequeña grabadora sobre la mesa y disimuladamente comenzó a hacerla a andar, seguramente creyó que no me había fijado. Siempre he echado mano a esa táctica de hacer creer a la otra persona que uno no sabe lo que sí sabe, eso da cierta ventaja…


-Bien. Comencemos, Leon…- me dijo Preston.- haz de cuenta que soy tu diario.


-Pero tú no eres un diario…- contesté sonriendo.


-Hablo en metáfora… la idea es que puedas contarme cosas así abiertamente.


-Es un poco difícil, la verdad es que no tengo nada que contar.

El anotó no sé que cosa en una hoja y yo continuaba revolviendo el azúcar en mi taza de té, era raro, pero me sentía como un convicto en la sala de interrogaciones.


-¿Te parece si empezamos por tu sueño?- me dijo esta vez con una mirada desafiante.


-¿Por mi sueño?, ¿Cuál de todos?, digo… ¿podrías ser más específico?


-Me parece que sabes perfectamente a cual me refiero…


-Y me parece que tú sabes perfectamente que no quiero hablar de eso…- contesté devolviéndole aquella mirada.- no sé que clase de jueguitos te gusta jugar con la gente, pero te advierto que conmigo es distinto.


-¿Porqué eres distinto?- me preguntó.- ¿crees que tu actitud de nene malcriado te hace ver especial? TODOS comienzan así igual que tú.


-¿Todos quienes?, ¿acaso crees que soy un maldito orate?


-Déjame averiguarlo, partamos por tu sueño…

En ese instante me levanté de la mesa, el auditorio estaba vacío ya que Preston había organizado de antemano aquella reunión. Me quedé un instante de pié sin decidirme a abandonar la sala hasta que le dije:


-No sé que es lo que me enfada más,… las personas del gobierno que me pusieron aquí o el que me traten como si estuviera loco.


-No estás loco…- me contestó Preston.- pero hay algo que tus superiores desean aclarar.


-¿Ah sí?, ¿y qué es?, ¿porqué ellos no han hablado de eso conmigo?


El facultativo guardó silencio y bajó su mirada hacia unos documentos que tenía sobre la mesa. Caminé hacia la puerta de salida, pero justo antes de llegar a ella, Preston habló:


-¿Recuerdas lo de Pensilvania?

Me di vuelta y le miré casi con horror.


-¿A qué te refieres?- pregunté y Preston se pudo bastante serio para contestarme.


-Del niño Joshua Parson…

Lentamente regresé a la mesa sin quitarle la vista de los ojos a Preston y volví a sentarme, comencé a sentirme un poco mareado.


-Lo siguiente es una cita de tu diario…- me dijo y sacó un papel el cual procedió a leer.- “Un mal sueño… o quizá no”, “si los dejo ir es probable que mucha mas gente enferme, señor – dije sin apartar mi pistola de la cabeza del niño.”… “de la nuca del niño salió un tentáculo que rompió su cabeza…… casi puedo decir que el disparo no lo dí yo, sino mis reflejos”……. “No estoy completamente seguro de que el tentáculo haya matado primero al niño”

Preston dejó el papel sobre la mesa y me observó con aspecto casi fúnebre, yo aún no lograba salir de mi estupefacción.


-¿Recuerdas ahora, Leon?... cuando estuviste en el paso fronterizo de Pensilvania… tus superiores están preocupados por ti porque aquel niño al cual le disparaste jamás estuvo infectado con ningún virus… fue tu bala la que lo mató…


-Es imposible…- contesté casi fuera de mis cabales.- yo vi que estaba contagiado, ¡lo vi!, ¡estoy completamente seguro!


-No, Leon… no lo estás.- me dijo y volvió a citar otra frase de lo que puse en mi diario.- “Esto muchas veces suelo recordarlo como una pesadilla que alguna vez tuve… o como algo que verdaderamente me ocurrió, me pregunto si acaso no estaré enloqueciendo”

Luego Preston volvió a dejar la transcripción de mi diario sobre la mesa y me miró casi con lástima.


-Esa es la razón por la que estás aquí… tus superiores en el gobierno temen por tu cordura, Leon…., estás acusado de asesinato calificado.


Observé por la ventana de hacia fuera de la sala y los árboles se mecían lentamente gracias a la brisa matutina…




Tal como en aquel instante... sin nada que decir...
LEON S. KENNEDY, 01:24 A.M.


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jueves, 16 de septiembre de 2010

Ashton: Crónicas de Raccoon city














-Un brindis por Ashton.- dijo Phill alzando su vaso lleno de jugo de piña.


-¡Salud!- respondió Dan llevándose su jugo de naranjas a los labios.


Yo y mi jugo de frambuesa preferimos mantenernos ajenos al brindis….


Estaba anocheciendo y junto con dos de mis “camaradas” que había conocido tras un par de días en Ashton, nos encontrábamos en lo alto de una colina observando el frondoso y enorme valle que se extendía al otro lado de los cerros. Me fue fácil charlar con Phill y Dan cuando nos conocimos, ya que los tres teniamos una razón porqué hacerlo y esta razón también fue la única que nos hizo ver que algo nos unía y nos hacía distinto a los demás en Ashton: nuestro paso por Raccoon city.

-Fue gracioso lo que ocurrió en esa ciudad de mierda…- dijo de pronto Phill con su mirada perdida en el horizonte.- se suponía que me iba a casar aquel día… aquel maldito día en el que todo se fue al diablo…


Dan y yo solo nos miramos.


-¿Qué se supone que tiene de gracioso eso?- preguntó Dan.


-¡Es que yo aún no me compraba el traje de novio! Jajajajajajajajaja…


La risotada de Phill se oyó rara en aquel momento, parecía querer esconder una amargura que luego tras una pausa salió a la superficie.


-Era una de las cosas que hacía reír a Cinthia…, yo y mi eterna costumbre de dejar todo para última hora. Una vez para una navidad estuve toda la mañana afuera en el centro comprando el arbolito para la noche buena…, esa ves ella se molestó conmigo ¿saben?, pero luego cuando veía su sonrisa… su hermosa sonrisa… significaba que todo estaba bien. Siempre me pedía que nos casáramos pronto, que nos fuéramos a vivir juntos… lejos del mundo… ella quería que viviéramos juntos lo antes posible como si algo malo estuviera siempre por suceder y que vendría a separarnos y a arruinar nuestros planes, no sé, ella siempre andaba con ese temor. Y yo siempre pospuse todo eso… nunca me atreví a hablar en serio con ella sobre nuestro compromiso… y para cuando ya nos habíamos decidido a dar el gran paso le dije que me esperara ahí en Raccoon city, ciudad donde vivía con sus padres, mientras yo cerraba unos compromisos para así llegar sin preocupaciones a nuestro casamiento…, obviamente era una mentira… lo que hice fue darme la gran vida con unos amigos durante varias semanas, visitando prostitutas y haciendo fiestas… ya saben, para despedirme de mi soltería…


En este punto del relato a Phill se le quebró la voz y dejó de mirarnos a los ojos.


-Cuando viajé a Racoon city me enteré de los disturbios que estaban ocurriendo en el lugar… me fue imposible comunicarme con ella… todo era caos. Conseguí que me llevaran hasta la casa de sus padres y al llegar los saqueos ya habían comenzado… no había rastro de ella…, luego me topé con la parte de superior de su cadáver en un callejón aledaño. El punto de todo esto que les he contado es que… yo debí haber muerto en ese infierno llamado Raccoon city, yo merecía ese castigo, no ella…. Ahora cada vez que cierro los ojos cuando me voy a dormir veo su rostro, su dulce y hermoso rostro pidiéndome que nos casemos…


Hubo un silencio, Dan y yo permanecíamos callados sin encontrar las palabras adecuadas para poder hacer sentir mejor a Phill. De pronto Dan abrió la boca.


-Bueno, cuando ocurrieron los hechos ahí en Raccoon City…- comenzó a contar Dan.- yo sabía que la única forma de salir vivos de ahí era huyendo, salir lo antes posible de esa ciudad. No fue hasta que llegué al aeropuerto cuando me enteré de que las autoridades lo habían cerrado, nadie podía salir y nadie podía entrar. Un amigo policía me avisó que un contingente militar estaba evacuando personas en camiones en el lado poniente de la ciudad, así que ese era mi próximo destino,… lamentablemente una mujer ya infectada había llegado al lugar antes que yo y esa enfermedad se había propagado…


Dan hizo una pausa para observarnos a Phill y a mí, quienes le escuchábamos con toda nuestra atención, luego prosiguió:

-Un último camión estaba por salir con su parte trasera llena de gente… era mi oportunidad, pero no había espacio. Recuerdo que había un pequeño niño de unos 5 años de edad arriba que lloraba mucho… estaba asustado… y al parecer nadie lo abrazaba, ni lo consolaba, seguramente sus padres habían muerto o se habían infectado antes de poder subir al camión junto a él. Esas malditas cosas comenzaron a acorralarme… y yo no quería morir… no quería morir, pero ese niño lloraba mucho y nadie lo consolaba… lo cogí de un brazo y… ocupé su lugar. El camión arrancó y la multitud de zombis se quedó atrás devorando al pequeño. Los que estaban arriba del camión se encontraban demasiado asustados y cansados como para reprocharme por lo que hice, o bien se dieron cuenta que quizás ellos hubieran hecho lo mismo en mi situación, no lo sé. Pero lo que si sé, es que el mes que viene mi hijo Noel que vive con su madre cumplirá 5 años de edad… y yo no sé, no sé si sea capaz de mirarle a los ojos…


Dan comenzó a llorar en este punto del relato.


-Ahora le tengo más miedo a mi pequeño hijo de 5 años que a cualquier zombi u otra cosa…- terminó por contarnos.


Pasó un breve instante y de un viaje me acabé mi vaso con jugo de frambuesa. Al cabo de un momento Phill me habló:

-¿Qué hay de ti, Leon?- me preguntó.- ¿alguna cosa que quieras decirnos sobre Raccoon City?


-No deseo aburrirles…- contesté.- era mi primer día oficial como miembro del departamento de policía y me encontré con todo eso infierno. Tras escuchar sus historias por primera vez me considero afortunado…


Y es que cuando uno piensa que ha sorteado y enfrentado cosas horribles y ha salido airoso en la vida, hay quienes deben enfrentar una realidad mucho peor… la de tener que lidiar consigo mismo y su culpa día tras día.









Esa ciudad me seguirá adonde vaya...

LEON S. KENNEDY, 02:06 A.M.

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Ashton: La criatura maldita (parte II y final)











Preston salió al patio seguido luego por todos nosotros. Al llegar al lugar del suceso se desató el griterío y el caos entre los presentes, incluido también el personal de enfermería quien al estar poco acostumbrado a este tipo de acontecimientos no sabía en verdad como actuar.


-Es Sara…- exclamó Preston horrorizado al ver el cadáver colgado de la pobre mujer.


Acto seguido recuerdo que entre cuatro hombres bajaron el cuerpo ahorcado y lo trasladaron a la enfermería. Durante el resto de la jornada pude informarme gracias rumores y pláticas de pasillo de que una suerte de carta se había encontrado en la habitación de la cabaña donde residía la mujer. Supe que Preston estaba bastante afectado por lo ocurrido y había adoptado un carácter taciturno, de hecho así me lo encontré después durante la tarde. Estaba sentado en una banca, a solas, mientras observaba el ir y venir de las copas de los árboles mecidos por la tibia brisa.

Por primera vez era yo quien me acercaba a Preston para charlar. Me senté junto a él sin tener muy claro aún sobre como iniciar la conversación:

-¿Eran muy amigos?- le pregunté finalmente.- ¿Tú y esa mujer… Sara?


-Ella era alguien muy especial. Llegó aquí a causa de un incendio que hubo en su casa… el fuego quemó a su esposo y a sus dos hijas. Ella quería suicidarse, ¿sabes?... llegó aquí y… y creí que la había salvado, sin embargo… lo hizo, se ahorcó… delante de todos nosotros.


-Pero, ¿qué decía la carta?, porque ella dejó una carta, ¿no es así?


-Eran solo incoherencias… la carta estaba llena de cosas ilógicas, cosas sin sentido que fueron gavilladas por el estrés y por la crisis nerviosa que de un momento a otro le sobrevino.


-¿Cosas ilógicas?... ¿qué clase de cosas?


-Eso, solo cosas, ¿porqué quieres saber?


-Preston…- le dije.- yo fui policía, y sé que muchas veces la clave para encontrar la solución de algunos casos consiste en poner atención a los detalles pequeños, ínfimos, a “cosas ilógicas” que suelen pasar.


Preston me miró por un momento en el que dudaba si era lo más conveniente que yo supiera sobre el contenido de esa carta. Quizás él pensaba que esa clase de información no debía ser conocida por los pacientes de Ashton, sino solo por las “autoridades”.


-Hey, no me salgas con que es información clasificada o que yo no debo enterarme, ¿Qué pasó con eso de que acá “todos somos iguales”?


-No es eso…- me dijo.- pero es que lo que sale en esa carta es tan raro…


Diciendo esto sacó de uno de sus bolsillos un papel arrugado y me lo ofreció, al estirarlo pude ver que se trataba de la carta que había escrito Sara antes de suicidarse, decía lo siguiente:

“En mis sueños suelo ver a ese perro… se ríe y me habla…
Algunas de las personas que se encuentran acá también han comenzado a verle…. Suele husmear por las cabañas mientras dormimos, siempre anda merodeando por acá… solo algunos podemos verle… ya estoy cansada, estoy tan cansada… me despido de todos, mientras escribo esta carta ese perro me mira y se ríe…”



Me sentí extrañamente inquieto tras leer aquella carta, Preston lo notó.

-¿Ves porqué no puedo tomarme eso del perro tan en serio?, es obvio que debe haber una explicación sencilla para esa alucinación que tienen todos.


-No lo sé, Preston…- le dije.- si son más de dos o tres personas quienes dicen ver esa…”cosa” dar vueltas por ahí, yo al menos me preocuparía.


-No puedo.- me contestó él poniéndose de pié para marcharse.- No puedo aceptarlo…


Luego simplemente se marchó. Pasaron los días y nadie volvió nunca a mencionar algo sobre un perro



…quizás Preston tenía razón después de todo.






Mis días en Ashton estaban lejos de terminar.
LEON S. KENNEDY, 01:58 A.M.


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lunes, 6 de septiembre de 2010

Ashton: La criatura maldita















Aquella noche apenas y logré cerrar los ojos, y cuando pude hacerlo un alarido estremecedor me hizo darme cuenta que ya eran alrededor de las 8 de la mañana. Por un instante se me ocurrió pensar que quizás había soñado aquel grito…

No fue hasta que salí de la cabaña y vi a un grupo de gente en las cercanías que me di cuenta que algo raro pasaba. Me acerqué al lugar en donde las demás personas parecían asistir a una muchacha en un evidente estado nervioso.


-Oh, este joven quizás lo pudo haber visto…- comentó una señora al verme llegar.


-¿Qué ha sucedido?- pregunté.


-La muchacha dice haber visto un perro,… un perro horrible…



-¿Un perro?- pregunté intrigado.- ¿Cómo un rottweiller o algo así?

-No lo sabemos…- me dijo un enfermero.- muchos han dicho haberlo visto, pero nadie jamás lo ha atrapado.


Finalmente se llevaron a la muchacha a la enfermería en donde le suministraron algunos calmantes. Luego de aquel magnífico despertar que tuve (sarcasmo) opté por desayunar algo rápido y dirigirme a los talleres recreativos del complejo, ya sentía que deseaba hacer algo… cualquier cosa, pero ALGO.


Caminé hasta un sector en donde varias personas se acercaban a oír a una mujer, les instruía para una especie de taller de pintura en el que todos podían participar. Justo cuando el asunto comenzaba a interesarme llegó Preston, “mi doctor”, a saludarme.


-Buen día, ¿como estamos hoy, Leon?


-Hola, bien.- contesté.- Esto de pintar un cuadro se me hace interesante, me gustaría participar.


-Oh, ya veo… hey, porqué no vienes conmigo a una charla que daré… hay otras personas que comparten las mismas inquietudes que tú.


-Eso suena a “terapia grupal”, ¿no es así?


-Jaja, te aseguro que es menos aterrador e incómodo de lo que imaginas. Insisto, acompáñame.


-¿Acaso tengo otra opción?


-Por supuesto.- me dijo seriamente y mirándome fijo a los ojos.- En este lugar nadie obliga a nadie a hacer lo que no quiere.


Minutos mas tarde me encontré en un lugar oscuro, iluminado solo por una tenue ampolleta amarillenta. La sala prácticamente nos aislaba de lo que sucedía afuera en el exterior, todo era silencio, pero un silencio raro… Eramos tres hombres mas una anciana y una joven mujer que permanecíamos sentados en un círculo, luego se nos unió Preston.


-Tengan todos muy buenos días.- Nos dijo tomando asiento.- Es la primera charla grupal que tenemos esta temporada y de antemano quiero decirles y a la vez pedirles que por favor no me vean como alguien ajeno o extraño… o lejano a ustedes. No crean que los estaré evaluando o analizando cada instante, véanme como un compañero más, ya que ¿quién sabe? a mí me pueden estar afectando las mismas cosas que les puede estar afectando a ustedes.

Luego de aquella introducción nos hizo un breve repaso sobre los puntos que discutiríamos y entre ellos se encontraba uno llamado “qué cosas nos causan mas angustia”, debí haber contestado de inmediato que para mí era el estar ahí.

Pasamos en seguida a una ronda de confesiones, de sueños extraños que se nos hubieran presentado, cualquier cosa que a alguno de nosotros le hubiera dejado reflexionando. La anciana fue quien comenzó contando algo curioso:


-No me gustan los animales…- dijo.- y ya varias veces he soñado con un perro… me mira y se ríe… es horrible.


-¿Alguna vez tuvo uno, sra. Sheppard?- le preguntó Preston.


-No, no me gustan… prefiero los gatos.


-Entiendo… ¿pero cuando niña?, ¿no recuerda?- volvió a insistir el doctor mientras anotaba en su cuaderno.


-No, no recuerdo….


Acto seguido, Preston dirigió su siguiente pregunta a mí.


-Kennedy, ¿qué hay de ti?, ¿algo que desees compartir con nosotros?


Miré a mi alrededor y todos los ojos se posaban sobre mí, por un momento quise pasar de mi turno, sin embargo no andaba con muchos ánimos de discutir con Preston, ya que anticipaba que reprocharía mi actitud. Para cuando quise abrir la boca una enfermera histérica entró a la sala exclamando algo que nadie logró entender en primera instancia, luego volvió a decirnos:


-¡Una mujer!, ¡una mujer se ha ahorcado en el patio!







Ahora sí que empezaba a preocuparme...

LEON S KENNEDY, 02:34 A.M.


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jueves, 2 de septiembre de 2010

Mi llegada a Ashton














Ashton está ubicado al sur de Virginia. Son hectáreas y hectáreas de áreas verdes y naturaleza. El lugar funciona como un centro de rehabilitación para personas con algún desorden post-traumático y aquí es donde he venido a pasar unos días. Caminé gran parte de la mañana por un sendero rodeado de cipreses hasta llegar a una cabaña que apareció junto al camino, en las afueras permanecía una mujer de edad madura con jeans y una camisa de leñador sentada en una silla mecedora, parecía disfrutar de la agradable mañana mientras bebía de una limonada.


-Hola, buenos días.- le saludé.- busco a la sra. Sarandon… ¿la conoce?


-¿Quién pregunta, muchacho?


-Mi nombre es Leon Scott Kennedy… ella sabía que yo iba a venir.


-Yo soy Michelle Sarandon. Mucho gusto, Leon.- me contestó ella viniendo a mi encuentro.- esperaba que fueras un hombre mayor, jaja. Al menos esa impresión tuve cuando hablamos por teléfono.


-Lamento haberla decepcionado, Michelle…- le dije sonriendo.


Luego amablemente me llevó a conocer la pequeña villa de cabañas ubicada en el interior de aquel verde bosque. El complejo de rehabilitación contaba con piscina, comedor, salas de reuniones, talleres de artes, etc. Algo por lo que me hubiese gustado que cualquier persona en el mundo pudiera tener acceso, sin embargo no puedo pecar de hipócrita pues todo esto me lo pagaba el gobierno…

Finalmente llegamos a la cabaña en la cual viviría durante los siguientes días. Se trataba de una casa bastante acogedora de dos pisos, contaba con una cocina pequeña con comedor, una sala de estar sin TV y arriba estaba la alcoba y un baño. Tras un enorme ventanal se encontraba una pequeña piscina particular más un par de sillas de playas a mal traer, pero era lo de menos.

A la hora de almuerzo fui al casino y el lugar era bastante silencioso, un ambiente raro pero que describiré como apesadumbrado, me serví fideos con salsa y me senté en una mesa junto a una ventana que daba a un hermoso jardín. Pasaron unos minutos hasta que se sentó frente a mí un hombre negro, traía su propia bandeja con un plato abundante en vegetales.


-Mi novia es vegetariana… así que yo también debo serlo, jaja.- me dijo al ver que me fijaba en su comida.- soy Preston, trabajo aquí… tú debes ser Kennedy, ¿verdad?


-Así es… ¿Cómo lo sabe?


-Me pidieron que le echara un ojo a tu caso… nos veremos muy seguido.


-¿Eres un doctor no es así?- le pregunté.


-No me gusta mucho esa palabra… sobre todo en este lugar, jaja… es como poner cierta distancia entre yo y quienes debo ayudar. Aquí el ambiente es distinto al de un hospital o al de una clínica, es más bien un lugar de esparcimiento en donde recibimos muy bien a la gente que viene y cuando desean hablar… pues estamos para escucharles.


-Hasta el momento este lugar me ha encantado. No sé si me anime a hablar mucho…- le confesé sonriendo.- rara vez lo hago.


-¿No tienes algún tipo de válvula de escape para dejar salir las emociones de cosas que te han ocurrido o que te ocurren?


-Tengo algo así como un diario de vida…- contesté.


-Ah, vaya eso es una práctica bastante aconsejable, sin embargo siempre es bueno mirar a alguien a los ojos, ya sabes dialogar y compartir sentimientos y emociones… podrías comenzar hablándome de tu sueño… aquel que sueles tener muy a menudo.


-Jaja, pues ahora tendrás que contarme más… ¿Quién te ha dicho lo de mi sueño?- pregunté intrigado.


Preston era un buen tipo, pero a veces su charla me fastidiaba, ¿acaso nadie puede entender que a un hombre simplemente le guste permanecer callado?





Esa noche en Ashton no pude dormir...

LEON S. KENNEDY, 01:56 A.M.


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