lunes, 23 de mayo de 2011

Caroline Bateman

-          Que lindos dibujitos hay en este papel – pensé sarcásticamente.

La señora seguía tarareando esa canción de cuna, que me era tan familiar. Podría quedarme a escuchar un poco más y tal vez averiguar mi parentesco con esa melodía o terminar de una vez con la maldita misión. Obviamente opte por lo último.
Por dentro tarareando la misma canción que la señora, comencé a caminar por el extenso pasillo, oscuro, frío y lleno de mugre. Mis borceguíes resonaban estrepitosamente contra lo que se supone que estaba mojado debajo de mí y el tenue viento húmedo me provocaba escalofríos. “bien concéntrate, por aquí debe de haber un ascensor”. Apunte mi linterna hacia el mapa que nos proporciono Leon. Solo tenía que dar algunas vueltas y estaría allí en menos de lo que llora un infante.
Distraída observando a no pisar nada raro, me pareció escuchar algo. Primero pensé que seria el ruido del viento, pero luego al pelar la oreja, me di cuenta que era como un susurro extendido, algo que parecía no tener fin hasta que se cortaba y todo se volvía negro y silencioso. De a poco empecé a aligerar el paso. La linterna parecía una de esas luces de club nocturno, moviéndose para todos lados.
Llegue al fin al pie de una escalera, me pare unos segundos a revisar mi mapa. Parece que todo iba bien, bueno, “bien”. Apunte hacia la lejana oscuridad, parecía no haber nada, pero los escalones estaban empapados con una materia pegajosa. Apoyé mi mano en la baranda y me caí redonda al piso. Me pare automáticamente con el traste dolorido y, cuando me fije, vi que la barandilla estaba cubierta del mismo pegote… oh bien, ahora solo tengo que sacar mi mapita y quedarme a analizar la situación aquí en la oscuridad, con el frío que me cala los huesos y los putos susurros que me están rompiendo las soberanas... escuche un grito. Parecía provenir de la escalera misma.

-          hola?, hay alguien ahí?. –

Ahora el susurro me rozaba suavemente la nuca. Un escalofrío muy fuerte me hizo moverme de mi lugar y echar a correr por lo que quedaba de pasillo.

-          ayuden… me. –

Parecía una voz de niño. Me di la vuelta casi tropezándome, apunte hacia donde provenía el sonido y apenas distinguí algo que se movía. Camine cautelosa hasta toparme con una pequeña manita, que parecía… enterrada en el suelo.

-          por dios… - me dije perpleja.

De pronto la mano se metió dentro del cemento. Ni siquiera había un hueco en el para que eso, sea lo que sea, metiese la mano. Dios, necesito un trago, o un chaleco de fuerza. Sacudí la cabeza e ignorando mi creciente paranoia comencé a caminar, ya sin mirar atrás, decidida a encontrar a Grant y salir de allí.
La canción que cantaba la anciana volvía pronto a ocupar mis pensamientos, calmándome relativamente.
De pronto me tope con una puerta, en perfectas condiciones, no como los adefesios que había pasado. Abrí y entre lentamente, estaba vacía… era una habitación completamente vacía, aunque justo a la otra punta de esta, había una gran biblioteca. En ella había solo dos libros, los dos sin nombre y con las paginas amarillentas y en blanco. Frustrada, golpee uno de los libros contra la biblioteca, esta respondió con un sonido hueco. Enfunde mi arma y me apure a correr el ligero mueble… otra puerta. Desenfunde de nuevo mi arma y abrí de un golpe. Era un ascensor.

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