martes, 29 de junio de 2010

Una masacre es la mejor medicina














Aquel manicomio solo ofrecía un ambiente húmedo y oscuro para el resto del mundo, paredes frías y rugosas que comprimían los deseos, ideas y pensamientos mas deprimentes que un hombre pueda tolerar. A veces ese hombre no puede tolerarlos y es inevitable que caiga rendido ante la locura total. Tal fue el caso de Jessica Artwood, mujer que perdió a sus dos hijos y a su esposo en un asalto. A partir de ese punto desarrolló una sicopatía extraña.

Mi entrevista con Jessica fue incómoda y no la repetiría dos veces, la hice de mala gana, obligado solamente por el sentido del deber mas que por mi propia voluntad, pero el día y la hora habían llegado y ahí debía esta yo, frente a ella.


-¿Porqué mataste a tu vecina, Jessica?- le pregunté una vez estando frente a ella en una sala del manicomio acondicionada para la ocasión.


-Porque no quiso bajar el volumen de la radio cuando le dije que me dolía la cabeza…


-¿Cómo fue eso?, ¿me puedes contar?


-Tenía jaqueca y… la muy impertinente tenía el volumen de su radio al máximo, fui hasta su puerta, golpeé y le pedí si por favor podía bajar el volumen del radio. A ella no le pareció bien y me dijo que si no me gustaba pues que me fuera al diablo. Jaj, le enterré un destornillador en el cuello… hubieras visto su cara… su expresión de horror, fui yo la que la mandó al diablo…


-Así que…- dije intentando mantenerme imperturbable.- mataste a tu vecina solo porque no quiso bajar el volumen de su radio…,¿y qué hay de Cynthia Gordon, la señora del supermercado?


-Esa abusadora… se metió con dos carros llenos hasta el tope en una caja que era Express donde no se permitían más de 10 artículos. Yo estaba tras ella y le hice ver su imprudencia, se rió de mí y luego hasta amenazó con golpearme si seguía rezongando. A esa le clavé un cuchillo rebanador que había comprado 5 veces en la espalda y luego me fui. ¿Nunca te ha pasado que te dan ganas de matar a los que no respetan derechos ajenos?


-Ya lo creo.- contesté.- Pero no es lo correcto.


-¿Y lo que hacen ellos sí lo es?- me preguntó.


-Mmm… mejor hablemos de John Deviour y Matt Rice, ¿Qué fue lo que hicieron ellos?


-Eso ocurrió en un cine, y simplemente no pueden decir que no se lo buscaron. La sala estaba casi vacía y justo ese par de idiotas tenían que sentarse atrás mío. No pararon de hablar y de reírse durante gran parte de la película. Les dije que nos encontrábamos en un cine y que debían guardar silencio. Los muy idiotas se burlaron de mí y luego comenzaron a arrojarme palomitas de maíz, suerte que yo andaba con el revolver de mi difunto esposo y la poca gente que estaba en el cine creyó que era el sonido de los efectos de la película cuando le volé los sesos a ambos.


-Entonces… ¿mataste a esas personas solo por esas causas?- le pregunté incrédulo.- simplemente lo encuentro intolerable.


-¿Porqué entonces hay que tolerar la imprudencia, impertinencia, mala educación y falta de respeto?, lo vemos a cada hora y a cada rato.- me contestó ella.


-¿Y solo eso te da el derecho de matar a alguien?, no dudo que a veces la rabia por las cosas que vemos o nos hacen es muy grande, pero de ahí a asesinar…. Me parece que hay una distancia muy grande.


-Pues… en una sociedad donde los valores ya no son respetados y a la gente le da lo mismo pasar por encima de las personas, entonces la masacre se convierte en la mejor medicina.


Me estremecí al escuchar aquello. Abandoné la habitación, ya había anotado aquel testimonio de fragilidad para el archivo del caso en un cuaderno y tuve el cuidado de llevar una grabadora.










En una epidemia de zombies creo que la masacre es la medicina correcta, pero no estoy seguro que para lo otro sea lo adecuado…

LEON S. KENNEDY 00:47 A.M.

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miércoles, 16 de junio de 2010

Lentes oscuros

Historia envíada por Jose Batista desde Panamá (gracias, josé!)



















Recuerdo que un día como hoy, hace exactamente un año, tuve mi primer encuentro con el nuevo flagelo de moda: el Uroboros, por lo que he decidido poner el relato en mi diario. En el 2009 me asignaron una misión en que consistía apresar a un ex funcionario de Umbrella que tenía bajo su poder una cantidad considerable de G-Virus y que residía en un hotel de cinco estrellas en una ciudad a la cuál no me referiré, se hacía pasar por un empresario y así ocultaba su verdadera identidad de la justicia. Debido al alto riesgo de contaminación en el recinto, era necesaria su aprehensión de inmediato. Yo estaba a cargo de la misión y me acompañaban dos subalternos: Mark Robinson de 21 años un poco impulsivo y Charlie Garrido que era un latino y un poco reservado. Teníamos serias instrucciones para esta misión entre ellas no ultimar al ex empleado y localizar el G-Virus lo mas pronto posible.

Cuando llegamos al hotel descubrimos una gran sorpresa. En el recibidor, varias personas se quejaban de un fuerte olor a podrido en la habitación numero 45 justamente donde nos informaron que se hospedaba el cientifico…

-Disculpe, soy el agente Leon S. Kennedy- le dije al dueño del hotel presentando mi placa- y estos son…

-¡Gracias a Dios que están aquí!- dijo el dueño con un grito de euforia- tenemos problemas grave para abrir la puerta del cuarto 45 y dicen que es un criminal internacional así que temo por la seguridad de mis clientes

-No se preocupe- le dijo Charlie en un ingles con acento latino- nos encargaremos del asunto.

Cuando subimos al tercer piso donde se encontraba la habitación en cuestión, me percaté que el olor a podrido se acentuaba a medida que nos acercábamos a la habitación. Ya cuando estábamos en frente de la puerta el olor era insoportable. Traté de abrir la puerta pero estaba trancada.

-¿Que no es mejor patear la puerta?- recomendó Mark a lo que yo le respondí que no podíamos arriesga el confidencialismo de la misión pero debido a los múltiples intentos fallidos que efectuó Charlie decidí meterle un tiro a la manija y la tumbe con una patada. La ola del mal olor nos embistió el olfato hasta el punto que hizo que Mark sintiera náuseas. Cuando entre en la habitación encontramos algo que me dejó perplejo y a los otros dos les helo la sangre: Era el cadáver de un hombre en avanzado estado de descomposición lleno de sangre y un agujero que le atravesaba el pecho justamente entre los pulmones. Cuando me aproximé al cadáver pude comprobar que el agujero era ovalado y lo había atravesado limpiamente. Luego de que Mark se recuperara de su asombro, toqué su hombro y le dije:

-Calma, te encontrarás muchos casos como este en el futuro- a lo que el me respondió con una pregunta

-¿Quién fue capaz de hacer esto?

En el momento no tuve la respuesta a esa pregunta y me quedé meditando por un momento hasta que Charlie me distrajo diciéndome:

-Kennedy, fíjese en esa esquina.

Fui donde me señalo Charlie y descubrí con asombro un par de lentes negros encharcados en sangre. Los levanté y los examine con atención cuando Mark grito:

-¡Lo encontré!- dijo con exaltación y tenia en su mano un maletín gris con el signo de Umbrella en la parte frontal. Encontramos en pocas palabras el G-Virus pero sufrí una gran decepción al ver el maletín vació y con un papel que tenía escrito un corto mensaje que decía:

“Si eres digno del Uroboros, te salvaras de la muerte pero si no lo eres ten por seguro que morirás”

De repente el cadáver comenzó a convulsionar terriblemente. Todos nos pusimos en alerta y nos alejamos del cadáver sacando nuestras armas para apuntarle. De pronto, del cadáver salieron decenas de largos tentáculos negros por todas las partes de su cuerpo que le cubrieron por completo. No lo pensamos dos veces y comenzamos a disparar, pero pronto me di cuenta que nuestra balas no eran efectivas contra la horrenda fisonomía del monstruo. Sin previo aviso la criatura agarro a Mark con unos de sus brazos tentáculos pero logré salvarles cortándole el brazo al monstruo con mi cuchillo. Entonces a Charlie se le ocurrió una idea: agarro una botella de vino argentino y se lo tiro a la criatura rompiendo con el contacto la botella y bañándolo del líquido. Adivinando la estrategia le disparé una vez mas al monstruo y este se encendió en llamas debido al contenido inflamable del vino, luego todo fue cosa de rematarlo con un tiro de escopeta. Después de esto la criatura sencillamente explotó, llenando el cuarto de una sustancia negra viscosa.

Al final de este incidente el hotel tuvo que ser cerrado al declararse “área de riesgo biológico” y muchas personas salieron afectadas de esto incluyendo los dueños del hotel que cayeron en bancarrota. Más tarde le pregunte a Charlie como se le ocurrió la idea del vino a lo que me respondió:

-Sé reconocer un buen vino sea a donde vaya, Kennedy- me dijo pavoneándose.- prueba uno de la misma etiqueta y verás.

Al final del día Mark fue llevado a un hospital para que les atendieran sus heridas y yo entregué a las autoridades la única prueba que había quedado en la escena del crimen que eran los lentes. Todo apunta a Wesker, pero vaya a saber uno… además ya está muerto, o al menos eso dicen.


Charlie tenia razón, el vino Argentino es excelente.

LEON S. KENNEDY 01:11 A.M.


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miércoles, 9 de junio de 2010

Volverte a ver

Historia envíada por Karen Lorena Wohlmuth desde México (gracias! ^^)

















Jamás creí que alguna vez fuera a trabajar como mesero en un restaurant, pero siempre hay una primera vez para todo…

Asi ocurrió hace unas semanas atrás en donde tuve que hacer de agente encubierto. Según investigaciones preliminares una droga nueva había ingresado al mercado y esta circulaba de manera bastante ingeniosa camuflada en platos de comida. El restaurant en cuestión había sido monitoreado cerca de un mes, pero era necesario determinar pronto quienes eran los supuestos “clientes” que luego la procesaban y distribuían. El contacto tuvo muchos problemas en hacer que el dueño me contratara, pero finalmente bajo una identidad falsa, mucho maquillaje y un eficaz delantal de mesero, logré pasar por un muchacho mas joven y quedé trabajando.

Yeri Abraham fue mi nombre por aquellos días. No pasó mucho tiempo hasta que un viejo conocido para nosotros (los federales y policias) se presentó en el lugar para almorzar, se trataba ni más ni menos que de David O`donnahue, un sucio, pero inteligente mafioso de poca monta. Recuerdo haber tomado varias ordenes hasta que le tocó el turno a David.

-Oye tú, mesero.- me dijo al pasar junto a él.- dile al chef que me traiga lo de siempre.

-¿Lo de siempre, señor?

-Así es.

-Cómo no.- le respondí y me fui raudo a la cocina.

Le dije al chef el recado tal cual y este me entregó una bolsa con una hamburguesa y distintos condimentos. En un acto torpe me dirigí primero al baño de empleados para hurguetear en la bolsa. A primera vista nada se veía fuera de lo normal, pero al abrir el sobre de ketchup un polvo amarillento se esparció por el aire y lo inhalé casi en su totalidad. Fue solo cosa de segundos para que comenzara a sentirme mareado, por lo que salí del baño en forma rápida y entregué el pedido a David.

-Su hamburguesa, señor.- le dije al depositar la bolsa en su mesa.

-Oh, que bien…- contestó.- gracias, Leon.

-¿Disculpe?...

-Ya sabes de que hablo…- me dijo observándome fijamente.- no engañas a nadie…

Pensé cuanto tardaría en alcanzar mi arma que llevaba oculta en el calcetín, antes de que él quizás me volara los sesos primero. Y no era algo como para sorprenderse tampoco, pues el restaurant estaba repleto de mafiosos, si se le antojaba podía liquidarme ahí mismo. Sin embargo, tras observarme fijamente por unos segundos pareció reaccionar y luego dijo:

-Lo lamento, chico…. Discúlpame. Te confundí con otro sujeto…

Luego de eso se dedicó a mordisquear su hamburguesa. Yo no me fié al instante, bien podía estar fingiendo, asi que decidí alejarme rápidamente. Fue tal mi apuro que choqué con una mujer de lleno al darme vuelta, ambos nos quedamos mirando por unos segundos hasta que abrió la boca.
-¿Leon?...- me preguntó, mientras acariciaba mi rostro suavemente.- ¿no me recuerdas?... ¿”mi héroe”?

Se trataba de Lady, una amiga de mi infancia de la cual creo haber escrito algo en mi diario. Nuevamente irrumpía en mi vida, mas una extraña confusión se apoderó de mi al notar que David observaba la escena atentamente y esperaba impaciente por mi respuesta, no podía responderle que sí a Lady en ese momento. Entonces me puse en medio del restaurant y dije a todo pulmón:

-Mire, no sé quien diablos es ese Leon, no sé si es actor o estrella de rock o galán de telenovela, pero ¡no soy él!, ¿Qué nadie sabe leer? Aquí en mi delantal dice: Yeri Abraham.

Lady retrocedió apenada y se disculpó:

-Lo siento mucho…- dijo, y se fue.

Vi que salió del restaurant y en el acto corrí hasta la cocina para salir por la puerta trasera que daba a un callejón. Al llegar me quité el estúpido delantal. Quise sacarme un poco de maquillaje, pero el horror fue indescriptible al descubrir que tras pasar mis dedos por el rostro una capa de piel se desprendió, sin duda la droga estaba haciendo efecto… aquel polvo amarillo que inhalé en el baño. De prisa avancé por el callejón hasta doblar en un esquina que conducía a la avenida principal, ahí me topé con Lady, ella me miró y dijo:

-Eres Leon…, sé que eres él.

Quise hablarle, pero no pude, no me salían las palabras, todo comenzaba a darme vueltas y extraños colores aparecían en el cielo y alrededor nuestro, ella me hablaba, mas yo solo sentí que me caía al suelo, caí, caí…y jamás toqué fondo.

Desperté en una sala de desintoxicaciones, en un par de días obtuve la alta médica y regresé a casa con un profundo rechazo al ketchup. Lo peor de todo es que Lady desapareció… una vez mas de mi vida.




Una hamburguesa sin ketchup, no es hamburguesa.

LEON S. KENNEDY, 01:23 A.M.

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jueves, 3 de junio de 2010

En el cinema

Historia envíada por Arturo Esquivel Rivera desde México (¡gracias! ^^)

















Una vez fui adolescente, a veces ni yo mismo me lo creo. Mis aventuras y desventuras en aquel periodo creo que podrían ser tanto o más intensas que las que en mi edad adulta me ha tocado vivir.

Esto ocurrió en un cinema al aire libre, un amigo cuyo nombre no recuerdo me había prestado su automóvil y aún sin tener licencia fui con una amiga llamada Eva aquella noche de viernes. Llegamos temprano al lugar y tuvimos que esperar largo rato hasta antes que la película comenzara.


-Leon, ¿puedes traerme palomitas?- me dijo de pronto Eva.

-Claro.- conteste con aburrimiento, al bajar del automóvil me volví hacia ella y pregunté:- ¿dulces o saladas?

-Dulces…


Le hice un gesto de “OK”, y me dirigí al snack para comprar. Al llegar tuve que esperar un rato hasta que una simpática chica me atendió. Le pedí una orden mediana de palomitas mas dos refrescos. Me di cuenta que la muchacha me miraba de reojo y sonreía de vez en cuando mientras me preparaba la orden, en un principio le atribuí dicha actitud a algún defecto en mi vestimenta o en mi rostro… quizás era el acné, pensé. Sin embargo, me daba igual lo que fuera, ya hace bastante tiempo que mi carácter se había resentido contra el resto de los seres humanos y vivía mis días sumido en la apatía absoluta.


Finalmente la chica completó mi pedido y puso todo sobre la mesa.


-Gracias.- dije secamente. Ella bajó su mirada y se puso roja como tomate de exportación, me impresionó su timidez por lo que le pregunté su nombre.

-Karen.- me contestó.


-Es un lindo nombre.- le dije, luego no alcance siquiera a platicar mas de un minuto con ella cuando me doy cuenta que Eva estaba atrás de mí, me tomó del hombro y me empujó.


-¡¿Con que aquí estabas coqueteando, no?!- me dijo enfurecida.- ¡y yo allá esperándote!


-………. ¿de que hablas?- le pregunté sin entender el porqué de su actitud.


-¡No te hagas el que no sabes!- me contestó.-me invitaste al cine y me trajiste en automóvil, ¿Cómo es que andas ahora coqueteando con otras?


-Eva…- le dije suspirando de cansancio.- tú y yo somos solo amigos…, además creo que andas levemente perdida con el significado del verbo “coquetear”.


Fue todo, de respuesta obtuve una feroz cachetada que me dolió por el resto de la noche. Eva se fue y yo quedé ahí, pero antes de salir a la calle, se dio vuelta y me gritó:” ¡mujeriego!”

Me ceñí la chaqueta y recogí la orden de palomitas tras haberla pagado, Lugo me dirigí solo de regreso hacia el automóvil.


-¡Espera!- me llamó una voz. Al darme vuelta vi que se trataba de Karen, la chica del snack.- discúlpame, veo que te ocasioné un grave problema.

-No te preocupes…- contesté.- estas cosas pasan, mas de lo que uno cree…

-Oye, ya terminó mi turno de trabajo.- me dijo ahora sin pizca alguna de timidez.- ¿puedo recompensarte el mal rato de alguna forma?

-Claro…- le dije sonriendo.- Acompáñame y ve la película conmigo.


Y así lo hizo, luego nos dimos nuestros números telefónicos. Me interesó mucho Karen, de hecho, nos seguimos viendo después mas o menos en forma seguida. Lo que me pareció gracioso fue que al día siguiente cuando le devolví el automóvil a mi amigo, este que por entonces se preocupaba mucho para que yo saliera con alguna chica pues siempre me veía solitario y de mal humor, me preguntó que cómo me había ido.


-… al menos no me quedé solo…- le contesté.





Hasta el día de hoy recuerdo el titulo de la película aquella,…”el amanecer de los muertos”.

Leon s kennedy 01:33 A.M.



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