martes, 3 de noviembre de 2009

Tu novia, tu amante... la soledad

















Hoy por la mañana fui a ver la tumba de mi querido amigo Phill Voguel. Es extraño asistir a un cementerio en donde sabes que no hay nadie, es decir, está la tumba, la lápida, el ataúd de Phill… pero no está el cuerpo.

Según el informe oficial el caso se catalogó como suicidio, todos los amigos y la familia de Phill se quedaron y aceptaron esa versión, incluso yo mismo, puesto que la personalidad depresiva de mi buen amigo era algo altamente reconocible. Sin embargo el cómo se llegó a esta instancia es lo mas raro y poco ortodóxo que me ha tocado ver, y lo paso a contar en seguida.

Fue la noche de brujas de hace dos años atrás cuando fui a visitarle a su casa, él no se encontraba ahí, pero si estaba su madre con quien tengo una muy buena relación. Ella me comentaba cosas sobre Phill, de que andaba muy triste este último periodo, de que se había separado de su actual novia etc, etc. cuando por radio logré captar una llamada policial en la cual daban aviso de un incidente ocurrido cerca del río del condado, la madre de Phill producto de una especie de intuición y paranoia muy común en madres posesivas-preocupadas me rogó que la llevara al lugar de los hechos narrados por radio. Y así lo hice, llegamos al lugar en el cual precisaban asistencia policial al cabo de unos 20 minutos y gracias a mis contactos en el departamento central mas mi reputación, el oficial a cargo nos dejó permanecer en el lugar que ya estaba siendo acordonado por los demás policías.


-¿Qué ha ocurrido? – Pregunté.


-Unos vecinos del lugar llamaron diciendo que un tipo había enloquecido y había estado gritando a los cuatro vientos que “algo lo venía a buscar”, traía una pistola y había dado unos disparos al aire.- Me contestó el oficial.


-Vaya…- dije muy sorprendido.- ¿algún rastro del sujeto?


-No, ninguno… tan solo encontramos el arma al borde del río mas esta billetera con una identificación y una carta.- me respondió el oficial enseñándome la identificación que había en la billetera.- su reputación lo precede, señor Kennedy, le agradeceremos mucho si nos puede ayudar en esto…


Cogí la bolsita plástica en la cual se dejaba ver la identificación del hasta entonces “extraño sujeto loco” y reconozco que me sorprendí solo levemente al comprobar que se trataba de mi amigo Phill Voguel, disimuladamente miré a su madre quien se encontraba a unos 6 metros atrás de mí con una evidente preocupación, por lo que cogí del brazo al oficial e intenté alejarme unos pasos de ahí.


-Pues, si el arma tiene las huellas digitales de Phill Voguel – le dije a quien estaba a cargo.-cerrarían el círculo, hasta el momento esta evidencia es puramente circunstancial, no hay como comprobar que él fue quien dio esos disparos.


-Es verdad… - me contestó con aire pensativo.- mmm… quizá desee ver la carta que encontramos junto a la billetera, tome.


Cogí la carta y al instante noté que la letra no pertenecía a mi amigo, me dispuse a leerla y decía algo así:

“ Te he observado día y noche, engañándome con aquella mujerzuela, me atrevo a llamarla de esa manera porque ella también me conoció, asi como tantos me han conocido…

Eres tú quien no entiende que me perteneces, jamás serás mas feliz que estando conmigo… yo te cuidaré y nunca te separarás de mí, ¿no te das cuenta que estamos hechos el uno para el otro?

Sé muy bien que mientras estuviste en sus brazos, tú te olvidaste de mí y creías ser feliz, pero ahora que te has separado de ella has regresado junto a mí, seré por siempre tu amante… tu novia, el amor de tu vida….


La soledad “



Algo así decía la carta, la verdad es que no recuerdo muy bien, pero lo que si tengo bastante claro es que la firmaba alguien que decía ser …”la soledad”.

Pobre Phill, siempre solo e incomprendido, la idea del suicidio se me pasó por la mente apenas y terminé de leer la carta. El oficial a cargo prometió hacerme saber si las huellas de la pistola coincidían con las de mi amigo y sobre algún avance en la investigación sobre su paradero, yo me enfrentaba a la terrible misión de comunicarle todo esto a su madre que se encontraba ahí mismo en el lugar.


Pasaron unos meses y como era de esperarse las huellas de la pistola coincidieron con las de Phill, por lo que no era coincidencia el que se encontrara ahí mismo su billetera y esa carta, luego de un año de intensas búsquedas en el río y por sus alrededores no se encontró cuerpo alguno. A los meses después el oficial a cargo fue promovido a otra ciudad y dejó el caso abierto, hasta ahora nadie ha podido hacer nada, por lo que de forma simbólica las autoridades aconsejaron a la familia aceptar la pérdida.

Es muy extraño todo esto que he contado y mientras estaba en el cementerio una fría brisa recorrió mi cuerpo, y me hizo recordar aquella singular carta y su remitente… “la soledad”…





Aún cuando estoy sin compañia, me siento observado a veces...

Leon S. Kennedy, 00:23 A.M.


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