martes, 28 de diciembre de 2010

Nada cambia en el día de año nuevo





















Todo permanecía tan calmado aquel día de año nuevo. Un mundo de mierda era teñido de blanco gracias a la nieve que caía con bastante intensidad. Me ceñí mi chaqueta y te dediqué un pensamiento en medio de aquel desolado y frío panorama… deseaba que me hablaras…, sin embargo nada cambiaba aquel día de año nuevo.

Me encontraba bajo una triste y oscura bóveda nocturna cargando en mis manos el frío acero de una pistola que minutos antes robé de un hombre muerto, y en mi mente arrastraba el torbellino de confusos pensamientos gatillados por el cansancio de estar dos noches a la intemperie,… abrazado a la esperanza de que mi ángel guardián viniera en pos de mí y me rescatara de aquella pesadilla. Recuerdo que tus ojos parecían estar vivos de alguna manera, comenzaban a decirme muchas cosas sobre tu identidad… aquellos rasgos latinos, esa expresión inocente, aquel semblante de encandilamiento curioso que supongo es el que todos expresamos segundos antes de morir… ¿cuál habrá sido tu edad?, ¿nueve años?, ¿ocho años?...

Me permitiste seguir investigándote un poco más aquel día de año nuevo sentado a unos cuatro metros de distancia de ti. Aquella ropa tan cómoda y elegante me decían mucho sobre como pudieron haber sido tus padres, seguro que se esmeraron mucho en querer darte aquella prenda con tu color favorito y con ese bordado de un perro cachorro en el pecho. De seguro tu padre hubiese dado su propia vida por haber salvado la tuya…. Eras una niña lista, una niña muy lista y despierta. Las leves magulladuras que presentaban tus manos inertes me indicaban que luchaste salvajemente por tu vida y peleaste hasta el final, de seguro le diste un buen golpe en el rostro a aquel infectado que se abalanzó contra ti… así se hace, pequeña…

Luego comenzaste a moverte…. No me sorprendí en lo más mínimo al oír tus primeros balbuceos. Apoyaste tus manitas contra el suelo y te pusiste de pié, tu mirada perdida observó con una nueva perspectiva las cosas que habían a tu alrededor… como si hubieras vuelto a nacer. Apoyaste tus rodillas en la nieve y me miraste… yo te respondí con una dulce sonrisa, la dulce sonrisa de un ser que te da la bienvenida a este nuevo mundo que descubrías. Me gruñiste de un modo inentendible, mi preciosa, fueron tus primeras palabras… luego te pusiste de pié con dificultad… eso es, linda, tu podías…. ánimo…. Luego comenzaste a dar tus primeros pasitos de forma bien lenta y torpe… venías a mi encuentro, yo volví a sonreír… me sentí tan orgulloso de ti en aquel momento, mi niña hermosa…

Me habías acompañado tanto rato ahí en ese oscuro lugar rodeado de muerte, oscuridad y frío que lo mínimo que te merecías eras un abrazo, mi niña,… cómo hubiese querido haberte recibido con un abrazo ahí mientras dabas tus primeros pasos….

Casi lo logras, pero mi bala fue más rápida que tú y te destrozó el cráneo a unos pocos pasos de mí. Caíste al suelo otra vez, pero ahora yo estaba consciente de que jamás te volverías a poner de pié…

Guardé mi pistola aún humeante y comencé a reflexionar en la lección que me diste aquella noche de año nuevo… mientras un mundo de mierda era cubierto por la nieve…

Ahí aprendí que absolutamente nada cambia el día de año nuevo.









Felices fiestas.

LEON S. KENNEDY, 03:32 A.M.

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jueves, 23 de diciembre de 2010

Milagro macabro














CAPITULO FINAL



El tribunal federal de los Estados Unidos de América nos citó a Warren y a mí a las 08:30 de la mañana del día lunes 02 de noviembre con motivo de aclarar los hechos que ocasionaron la cruda masacre ocurrida en un depósito de chatarra ubicado en la ciudad de Princeton la noche del 20 de octubre. El agente federal Steve Miller, el capitán de la fuerza blindada Norman Parker mas una decena de hombres armados perdieron su vida aquella oscura noche de lluvia. Alan Warren se veía bastante pensativo mientras esperábamos la orden de entrar al auditorio, no cruzamos ninguna palabra. Recuerdo que ambos habíamos asistido con teñida formal y la corbata me sofocaba por lo que tuve que aflojar un poco el nudo.





Finalmente apareció ante nosotros un militar de boina verde invitándonos a pasar al auditorio. El lugar era enorme, y tras un escritorio circular se encontraban las más altas autoridades de nuestro gobierno, entre ellos pude reconocer a varios rostros amigos quienes días antes me habían prestado todo su apoyo y dado su palabra de que no iban a permitir que se me enjuiciara… cosa que estuve dispuesto a pasar por alto, pues lo vivido me había traído un raro sentimiento de desdén a lo que fuera a pasar conmigo.



-Señor Alan Warren y señor Leon Scott Kennedy.- dijo de pronto el secretario general.- el motivo de esta reunión es determinar el grado de responsabilidad que ambos tienen en el asesinato masivo de 14 hombres la noche del 20 de octubre. Estamos aquí dispuestos a escuchar vuestra historia.

Tomé aire y me dispuse a relatar los hechos tal como sucedieron aquella noche cuando nos aprestábamos a arrestar a aquel muchacho bajo la lluvia....


.......................................................


"Logramos acercarnos con mucha cautela hasta quedar a unos 15 metros de distancia de Joseph Rathbone. Comencé a salir de mi escondite con la intención de hablarle al muchacho y decirle que la policía le tenía rodeado, pero Steve Miller, el novato, me tomó del brazo y me guiñó un ojo en señal de que él quería hacer tal procedimiento… no pude hacer otra cosa que menear la cabeza.


-Bueno, niño… se acabó el juego. Estás rodeado…- dijo Miller acercándose a espaldas del chico.- Te he atrapado, ¿me oiste?... te he atrapado.


El muy fanfarrón continuaba acercándose con paso lento, pero seguro hacia el muchacho quien en un momento determinado se volteó para observarle a los ojos, en ese minuto tuve una corazonada… una muy mala corazonada. No me sorprendió de pronto escuchar a Miller gritar y llevarse ambas manos a los ojos.


-¡¡Aaagghhh!!... ¡ mis ojos!, ¡¿dónde están mis ojos?!- gritó mientras caía de rodillas al suelo. Sus dos ojos fueron arrancados de sus cuencas y habían caído al suelo.


-¡Nos va a matar!...- me dijo Warren presa del pánico.- debemos darle con todo.


El capitán del escuadrón blindado escuchó esto último y sin medir mayor riesgo, decidió que atacar era lo más sensato y dio la orden a sus hombres para que salieran de sus escondites y tiraran a matar. El grupo de hombres armados aparecieron uno a uno rodeando al muchacho, quien ni se inmutaba ante tales hechos, como si ya de antemano hubiera adivinado lo que habíamos planeado. Un desastre, todo salió mal, si estoy con vida es por… algo que no puedo describir con exactitud, sin embargo pasaré a contar los hechos tal y como yo los vi.


Una fuerza invisible elevó a los hombres por los aires y luego los dejó caer con mucha fuerza y violencia sobre los fierros y automóviles retorcidos. La mitad de ellos falleció al instante producto del golpe, los sobrevivientes que a duras penas intentaban hacer un esfuerzo por huir del lugar fueron asesinados uno a uno por una suerte de descuartizamiento simultáneo…, si tuviera que describirlo, era como si algo fuera arrancando sus extremidades uno por uno a un ritmo demencial. Warren y yo comenzamos a dispararle al chico a quemarropa con nuestras armas, pero era inútil, las balas no alcanzaban a llegar a su cuerpo, algo las desvíaba. Luego sentí un fuerte golpe en mi espada que me arrojó a varios metros lejos de mi escondite, me costó recobrar el aliento… me sentía mareado y un leve zumbido no dejaba en paz a mis oídos, miré a mi izquierda y vi a Miller sin sus ojos tirado en el suelo. De un salto me puse de pié y lo cogí de uno de sus brazos, lo arrastré hacia un rincón para poder protegerlo.


-¡Miller!, ¿me oyes?- le pregunté, pero ni siquiera reaccionaba.- ¡Miller!, ¡no te duermas!, ¿me oyes?


Luego miré un poco más abajo y me di cuenta que le estaba hablando a la mitad de arriba de Steve Miller, el resto del cuerpo seguramente se encontraba por ahí disperso. Agachado me dirigí hacia otro rincón y permanecí ahí por unos segundos hasta esperar a que mis oídos se despejaran, finalmente el zumbido desapareció y volví a escuchar el sonido de la lluvia, pero era extraño… lo único que escuchaba era la lluvia caer, toda voz humana había desaparecido “¿significaba que todos estaban ya muertos?” pensé, y en ese momento al voltear a mi derecha me topé frente a frente con el niño Joseph Rathbone, se encontraba de rodillas junto a mí…


-Hola.- me saludó.- esto se está poniendo divertido, ¿no es así?


El susto no me dejaba hablar, no sabía que responderle… permanecí en silencio observándole a los ojos que se encontraban tan cerca de los míos, su rostro no estaba más que a unos 30 centímetros de distancia del mío. Me encontraba en shock… el chico se puso de pié lentamente y me lanzó una mirada llena de asco y desprecio, luego simplemente se marchó caminando… dejándome vivir…


Permanecí oculto ahí agachado bajo la lluvia por unos minutos más hasta que finalmente opté por salir. El lugar se había convertido en un depósito de restos humanos, en el suelo los charcos de sangre daban la impresión de que era eso en vez de agua lo que caía del cielo. Alcancé a caminar unos pocos pasos por entre los restos de los cadáveres hasta que la voz de Warren llegó a mis oídos, allí se encontraba sano y salvo… se había escondido en el portamaletas de uno de los tantos automóviles abandonados.”



............................................................


El auditorio guardó silencio por unos segundos tras lo contado. El secretario general terminaba de tomar unos apuntes mientras que un comandante de apellido raro tomó la palabra.


-Es una impresionante historia…- nos dijo.- pero las muertes de aquellos funcionarios policiales ciertamente pudieron haberse evitado, y ciertamente ustedes tuvieron implicancia en el asunto.


-Señor… con todo respeto.- le contesté sin querer parecer un pelmazo.- Yo estuve a punto de morir al igual que Miller y que los demás hombres, si Alan Warren y yo estamos vivos ahora aquí hablando con ustedes es por un designio que ni yo sé explicar…, pero todos pudimos haber muerto ahí. Ninguna decisión, buena o mala, hubiese cambiado las cosas… se lo aseguro.


-Además…- añadió Warren.- no tenemos pista alguna sobre qué o quien es ese niño Joseph Rathbone, ni tampoco sobre los motivos que tiene para asesinar. Ahora se encuentra libre y mientras nuestras fuerzas se están malgastando en esta especie de juicio sin sentido, la vida de miles corre peligro allá afuera.


-Eso no es tan cierto, caballeros.- nos contestó el presidente del tribunal.- el muchacho ya ha sido capturado y se encuentra bajo observación en una institución médica del estado bajo estrictas medidas de seguridad…, tenemos mucho que aprender de él.


Aquella revelación no dejó de asombrarme, supongo que Warren se vio tan sorprendido como yo en ese minuto. Una vez terminada la reunión se acercó a mí un agente amigo mío llamado Dave Brody Smith, quien me alcanzó en el pasillo.


-Leon. ¿Cómo te va?... no tuve tiempo para hablar contigo antes de este junta.


-No te preocupes… andan todos ocupados tratando de inculparme a mí y a Warren, no tuve tiempo para fijarme en ese detalle.


-Escucha.- me dijo apartándome a un lado.- no te preocupes por esto, el veredicto será positivo para ti y para Alan. Lo que está sucediendo aquí es que un sector del gobierno quiere hacerse cargo del niño Joseph e investigarlo cual rata de laboratorio, desean aprender de él y de su extraña capacidad mental… para ello desean eliminar cualquier posible obstáculo o testigo externo que haya interactuado con él, es decir ustedes dos.


-Ah ya entiendo…- contesté invadido por un sentimiento bastante familiar.- una vez más metido en una conspiración gubernamental…, y para variar gratis…


-Pero te repito que no te preocupes. Somos mayoría en el comité y ya hemos votado, así que tranquilo.


-No lo sé, Dave.- le dije apoyándome en una pared.- esto luce mal, muy mal… estoy vivo solo porque el niño no quiso matarme, ¿entiendes eso?... con o sin el gobierno a cargo de esto, corremos peligro igual. Debo saber donde está ese niño, debo ir e intentar hablar con él.


-Es imposible, Leon. Joseph se encuentra en un complejo aislado… lo mejor que puedes hacer es alejarte de este caso… te he salvado de ir a la cárcel, y ahora te ruego que me devuelvas el favor alejándote de todo esto…


-Ese es tu eterno problema, Dave…- le contesté alejándome por el pasillo.- no te gusta terminar nada de lo que empiezas...................




En una celda oscura y aislada permanece el muchacho observando con una concentración casi exasperante hacia un punto fijo en la pared. Su ritmo de respiración es absolutamente normal a pesar del desgaste producido por un extraño sistema de tortura creado por la defensa de los EEUU, con él se pretende llegar a un agotamiento mental y lavado de cerebro gracias a sonidos e imágenes terroríficamente perturbadoras. Joseph lo ha resistido bien, ya van 6 horas desde el inicio de imágenes y 3 desde el inicio de los sonidos.

-“Deben esforzarse un poco más si quieren afectarme”.- piensa el chico mientras es observado a través de un acrílico transparente por unos médicos a 100 metros de distancia de su celda.-“Están esperando que me enfurezca o que intente salir de aquí para descubrir qué clase de poderes tengo”, “pero se llevarán una gran sorpresa al ver que no moveré un solo dedo…”


“tengo todo el tiempo del mundo…..”


“tenemos todo el tiempo del mundo, ¿no es así amigo mío?”


El niño curvó sus labios en una misteriosa sonrisa.























...FIN ?






... no podría asegurarlo...

LEON S. KENNEDY 02:11 A.M.



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martes, 21 de diciembre de 2010

Milagro macabro














CAPITULO 3




-Mi nombre es Joe Rathbone… tengo 12 años de edad y los que me conocen suelen decir que tengo una personalidad introvertida y solitaria. Soy hijo de una prostituta drogadicta… me gustaría poder hablarte de mi padre… pero hasta donde yo sé, podría ser cualquiera… incluso tú.


-…Joe…¡Joe…!... ¡no me mates!... te lo suplico….¡ te puedo dar dinero!, ¡lo que tú quieras!


-No me importa el dinero…- contestó el muchacho mientras dibujaba distraídamente en el barro.- ya no me importa nada de nada…


-¡Bueno!... entonces, ¿porqué no me bajas de aquí, eh chico?...- preguntó el desesperado hombre quien colgaba de lo alto de una estructura metálica, se encontraba boca abajo y amarrado de sus pies.- La lluvia ya me está arruinando la ropa… por favor, bájame.


La lluvia se había dejado caer copiosamente sobre la ciudad y sobre todo allí en los suburbios, en donde el pequeño Joseph estaba a punto de cometer un nuevo asesinato, o al menos eso parecía. Parapetados tras unos automóviles abandonados nos encontrábamos Warren, Miller y yo acompañados de un contingente del equipo blindado de las fuerzas especiales. El lugar nos ofrecía una vista privilegiada de lo que sucedía con el niño y aquel hombre colgado de sus pies.


-Fue muy oportuno el haber llegado justo antes de la siguiente ejecución.- dijo Miller.-… lástima que no podamos salvar a aquel sujeto.


Por unanimidad se había decidido esperar a que el muchacho nos mostrara como era que asesinaba de forma tan bestial, para luego tomar todas las precauciones antes de detenerle. Supongo que no se trataba de la decisión más humana y considerada que se pudo haber tomado en el minuto, sin embargo ya nos habíamos formado una idea gracias a los antecedentes anteriores de que se trataba de alguna clase de fuerza incontrolable y poderosa.


-Maldito niño… ¿porqué tardará tanto en matar a ese infeliz?- dijo Miller fastidiado por la lluvia.- menudo resfrío que cogeré.


Yo continuaba observando todo a través de los binoculares y pude comprobar que el niño y aquel hombre intercambiaban palabras, de seguro el hombre le estaba suplicando o algo así. No me gustaba la idea de dejar morir a ese hombre solo para saber cómo el niño asesinaba a sus víctimas de forma tan sangrienta, es más, aquel hombre distaba mucho de parecer un criminal… pero eso no pasaba de ser un juicio personal y prematuro.


-Es posible que solo lo esté amedrentando…- nos dijo de pronto Warren analizando la situación.- y finalmente hoy no asesine a nadie.


-No me gusta esto de esperar a que lo mate para saber a que atenernos.- comenté.- puede que nos resulte fácil o difícil, pero que aquel hombre pierda la vida no va a cambiar mucho las cosas…


En ese momento el capitán de la fuerza blindada se acercó hacia nosotros.


-Detectives, para cuando lo dispongan mis hombres estarán listos para actuar.- nos dijo con cierto tono antojadizo.- La lluvia no cede y quizás debamos estar aquí toda la noche si es que de esperar se trata.


Warren se encargó de contestarle al capitán y a la vez tranquilizarlo. Yo mientras tanto me preguntaba sobre las cosas que se podían estar diciendo aquel niño y ese hombre..................


-¡Por favor!, ¡déjame ir!.... ¡me has confundido con alguien!...¡te lo suplico!


-No puedo dejarte ir aún…-contestó el muchacho.- eres mi carnada.


-¿Tu qué?... ¡¿que soy tu quee?!


-Mi carnada…-volvió a decir tranquilamente.- Allá a unos 250 metros de distancia hay un grupo de policías que esperan a ver cómo te mato y luego así sabrán que tan seguros están frente a mí. Pero no cuentan con que yo ya sé esto y simplemente me quedaré sentado sin hacer nada…, se sentirán impacientes, de seguro querrán salvarte… y comenzarán a acercarse rodeando este depósito de chatarra, aparecerán a mis espaldas y cuando estén lo suficientemente cerca… morirán todos.


-¿Eh?, ¡¿qué dices?!...¿hay unos policías ocultos allá lejos?


-Así es.-contestó el chico.- Podrías gritar auxilio con más fuerzas, a lo mejor así vienen pronto y acabamos luego con este trámite.


El hombre comenzó a gritar desesperadamente por ayuda ahora ya sabiendo que unos policías aguardaban a los lejos............


-Creo que es hora de actuar… es solo un niño y estamos armados, hasta cierto punto es casi ridícula esta situación.- dijo Miller ya al borde de la impaciencia.

Los tres nos miramos y acordamos en que no podíamos seguir arriesgando la vida de aquel pobre tipo, la propia situación se tornaba agónica. Nos dirigimos al grupo blindado que nos acompañaba para hablarles.


-Bueno, es hora de que actuemos.- comenzó a decir Warren.- Señores, el muchacho se llama Joseph Rathbone y tiene alrededor de 12 o 13 años de edad, es hijo de una madre enferma que suele drogarse constantemente. La mujer se encuentra desaparecida y no es descabellado pensar que el muchacho probablemente la haya asesinado. Les advierto que el chico es de alta peligrosidad y si algo malo ocurre tenemos órdenes de disparar a matar...


En aquel punto del monólogo no pude evitar mirar a Warren a los ojos, por un momento me pareció que exageraba,… pero al recordar los sangrientos hechos anteriores no podía culparle por eso. Comenzamos a caminar rodeando el depósito de chatarra, la idea era sorprender al chico por sus espaldas..............


El muchacho súbitamente se puso de pié y dirigió su mirada hacia los automóviles abandonados que descansaban a la distancia, una sonrisa iluminó su rostro.


-¿Eh?, ¿qué ocurre?, ¿porqué diablos sonríes?....- le preguntó el hombre colgado boca abajo


-Ya vienen por mí….- le contestó el chico. Luego pareció dirigir sus palabras al aire.-... no podíamos esperar menos de ellos, ¿no es así amigo mío?


La fantasmal figura alada que acompañaba al muchacho a todos lados asintió de una manera grotesca y sanguinaria.


















***



De pronto tuve una sospecha... una leve sospecha de algo...

LEON S. KENNEDY, 02:12 A.M.


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jueves, 16 de diciembre de 2010

Milagro macabro



















CAPITULO 2


En un pequeño bar de la ciudad se encontraban dos hombres, uno de ellos era Lou Achomsky, conocido delincuente de poca monta que solía cometer varios asaltos y robos en la zona. Hasta hace algunos meses había salido de la prisión estatal y comenzó a vivir en el departamento con una mujer que tenía un hijo. Lou le contaba a su amigo las cosas que planeaba realizar.


-Tengo todo ya bien planificado, Walter…- decía el delincuente.- ese mini-mercado no tiene cámaras de vigilancia… es perfecto para robarlo…


-No lo sé, Lou… soy solo un saca-borrachos de este bar, no intento hacerme rico rápidamente. Tampoco quiero volver a delinquir…


-No seas pusilánime, Walter… ser un saca-borrachos no es algo de lo cual enorgullecerse. Todo el mundo está robando y haciéndose millonario mientras tú todavía lo piensas. ¿Acaso crees que voy a trabajar en algo honesto?... ¡ni muerto!


-Pero, ¿Qué hay de la mujer con la que vives?


-Es una drogadicta inútil… aunque vaya que si sabe como entretenerme en la cama jejeje… sino fuera por eso ya la habría arrojado a la basura… no es capaz ni de pensar… y ese hijo, ese estúpido hijo que tiene… a veces me mira con odio, ayer le golpeé en la cara y le destrocé el ojo izquierdo. Ahora ya ha aprendido a tenerme más respeto…


Lou se sirvió un poco más de Whisky en el vaso, su amigo Walter tan solo le miraba.


-¿Y no te hiciste de amigos en la prisión?, ¿alguien a quien puedas acudir ahora? - preguntó de pronto Walter.


-Claro que los hice… pero siempre he preferido contar con tu ayuda, Walter… mi viejo amigo Walter… juntos volveremos a ser criminales con dinero…


La voz de Lou sonaba grave y rasposa, aquel tono malvado no hacía mas que inspirar temor en Walter quien desde hace mucho tiempo deseaba abandonar la vida criminal.


-Yo ya he tomado una decisión, Lou… lamento no poder ser más tu compañero.


Lou sonrió, le parecía graciosamente absurda la posición de su amigo.


-No lo puedo creer….- dijo Lou sonriendo.- todo por querer llevar una estúpida vida honesta… con un maldito trabajo inservible que apenas y te da para comer… vas mal, Walter, vas muy mal.


Walter iba a responder, pero de pronto ve que un chico entra al bar… se trataba del hijo de la drogadicta que vivía con Lou.



















-Oye, Lou… ¿aquel no es el muchacho que vive contigo?, ¿que no es el hijo de la mujer con la que vives?


El criminal se da vuelta y comprueba que efectivamente el muchacho es el mismo a quien él había golpeado en el ojo izquierdo. Al parecer venía hablando solo.


-Es cierto, ¿y qué hará ese estúpido aquí?


-Es raro…- comentó Walter.-… ¿y porqué diablos viene hablando solo?


En efecto, el chico abrió la boca un par de veces como si estuviera en medio de una oración…o rezando. Luego caminó en dirección a la mesa en donde se encontraban ambos hombres. Se detuvo justo frente a Lou y dijo:


-Jamás te di permiso para tocarme…


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-Luego de eso… todo se puso negro, no vi nada… solo escuché gritos y llantos a mi alrededor.- terminó por contarnos Walter


El testigo del segundo asesinato masivo a pocas horas de nuestra llegada a Princeton nos tenía absolutamente asombrados con su relato, Miller sostenía la grabadora mientras que Warren anotaba en su libreta los detalles que mas le llamaban la atención.


-¿Qué clase de gente era la que visitaba aquel bar?- le pregunté a Walter.


-Delincuentes. Todos en su mayoría eran criminales.- nos contestó.- y eso es lo que aún no logro entender… no sé que clase de horror llegó al bar que todos esos hombres despiadados y asesinos comenzaron a llorar como niñas y a pedirle ayuda a Dios… fue una masacre. Los gritos, no puedo quitar esos gritos de mi cabeza… comencé a sentir que caía agua sobre mi cuerpo, por un momento pensé que llovía, luego supe que se trataba de la sangre de los demás que me salpicaba…


-Walter, háblenos del niño… ¿usted le conocía?


-No. Al menos no recuerdo haberle visto antes…


-Usted dice que primero se le oscureció todo y luego comenzó la masacre en el bar… ¿no es así?, ¿cree usted que el niño pudo haber asesinado a esos hombres?- preguntó Warren.


-Sí. Creo que el muchacho lo hizo. Creo que no me mató solo porque soy miserable y viejo… y porque ya hace mucho dejé de ser criminal… por eso se apiadó de mí y solo me arrancó los ojos antes de comenzar a asesinar a todo el mundo.



















¿Qué demonios ocurre?...

LEON S. KENNEDY, 00:23 A.M.

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Milagro Macabro
















CAPITULO 1



Me despertaron a eso de las tres de la madrugada, me dolía mucho la cabeza y mi boca traía un sabor amargo… tan amargo como mis últimos sueños y pensamientos. Llevaba casi tres días sin darme una ducha y una barba desaliñada me irritaba el rostro, a eso le debía sumar dos noches… dos malditas noches durmiendo en un automóvil. Finalmente y gracias a la misericordia de algún ser superior llegamos a Princeton, una ciudad pequeña y aislada, ubicada al norte del país.


-Vamos… ¡arriba, Leon!- me despertó el chico Miller, un novato de las fuerzas especiales que a tan solo horas de haberlo conocido ya me colmaba la paciencia.


-¿Hemos llegado al fin?... pensé que iba a pasar el resto de mi vida en este automóvil…- contesté refregándome los ojos.


-Tres días por carretera es lo más rápido que hay para llegar a este lugar… no exageres.- me dijo Alan Warren, un sujeto mucho más maduro y experimentado que Miller.


Luego de un instante, el automóvil se detuvo frente a un motel barato.


-Oh, genial… muero por darme un baño.- dije.


-Aún no.- le dijo Warren al chico Miller quien venía conduciendo.- tenemos instrucciones de ir directamente a la escena del crimen. Lo lamento, Leon.


-No se preocupen por mí…- respondí resignado mirando por la ventana hacia fuera.- en este lugar no soy más que un mero espectador…


Llegamos a un lugar acordonado por la policía local, varias patrullas estacionadas a un costado me advertían que se trataba de un suceso importante, al menos importante para ellos… generalmente las localidades pequeñas son tan tranquilas que incluso cuando muere un gato deciden llamar a los federales. Finalmente Miller, Warren y yo descendimos del automóvil, aquel momento fue glorioso para mi cuerpo y mis piernas que ya venían tullidas por el viaje. Un sujeto gordo y de bigotes se acercó a nosotros bastante enfurecido, lanzaba improperios y exigía saber quienes éramos… si no se callaba podía recibir una cuota de mi malhumor…


-Steve Miller, Alan Warren y Leon Scott Kennedy.- contestó el propio Warren presentándonos ante aquel sujetoiracundo.- trabajamos para el gobierno… lamentamos mucho el no haber podido llegar antes…


-¡Tres días!, ¡tres malditos días con los cuerpos ahí tirados solo para esperarlos a ustedes!, ¿Quiénes se creen que son?


-Señor, será mejor que se calme…- le dijo Warren.


-¡No me calmo!, ¡mis hombres han debido custodiar la zona durante tres días solo por… etc, etc.


El monólogo del enfurecido hombre continuó. Comenzó a dolerme mucho la cabeza así que me hice a un lado y continué caminando, Miller me acompañó y dejamos a Warren atendiendo el problema. Un policía nos hizo pasar al lugar del crimen tras haber chequeado nuestras identificaciones. Bajamos por una escaleras y de pronto me di cuenta que se trataba de un local de máquinas de videojuegos, era el tipo de lugares al que solía ir de niño… por lo que me pregunté ¿que clase de asesinato es este? Ni Miller ni Warren al parecer lo sabían. Finalmente unas cortinas blancas que ocupan los forenses nos separaban de la escena del crimen.


-Solo quiero advertirles que no es para nada lindo…- nos dijo el policía segundos antes de descorrer las cortinas.


La sangre decoraba las paredes, máquinas, mesas y prácticamente todo el lugar. Varios miembros se encontraban esparcidos por el suelo, brazos, piernas, cabezas, torsos… lo primero que pensé fue en una bomba, de seguro una granada explotó en el lugar. Miller retrocedió espantado, tuvo que sentarse tras la cortina pues no se atrevía a mirar de nuevo. Yo avancé unos cuantos pasos y hacia donde miraba me encontraba con huesos y restos de carne humana. Al cabo de unos segundos se nos unió Warren.


-Esto es peor de lo que creí…- dijo shockeado ante el panorama.


-¿Mmm?, ¿sabías que se trataba de algo así?- le pregunté.


-Sí, pero no contaba con que fuera tan horrible…


-Demonios, Warren. Sé que apenas nos estamos conociendo, pero procura contarme lo que sepas…- le dije mientras intentaba poner un pie en algún lado del piso que no estuviera cubierto con sangre.


En ese momento se acercó una mujer hermosa con una mirada bien analítica.


-Buenas noches, soy la detective Highland. ¿Ustedes han de ser los federales?, ¿no es así?


-No exactamente…- me apresuré en explicarle.- trabajamos para el gobierno, pero no pertenecemos al FBI ni a la CIA…, el estado nos ha enviado para asistirles en esta caso y ayudarles en todo lo que puedan necesitar.


-Entiendo… en ese caso será mejor que les cuente lo que tenemos hasta ahora.- nos dijo y comenzó a leer lo que tenía apuntado en una libreta que traía consigo.- Hay seis cadáveres en total, cinco niños de entre 10 a 12 años de edad mas aun adulto quien era el que administraba este local, sus miembros fueron arrancados debido una fuerza inexplicable que no ha dejado residuo alguno. No hay testigos, ni huellas de ninguna clase.


-Detective, ¿nadie ha movido nada durante estos tres dias, verdad?- preguntó Warren.


-Nadie se ha atrevido a mover nada, la escena del crimen está tal cual la encontramos antes de ayer.


-¿Han hecho un escaneo para detectar restos de explosivos?... es probable que una granada se haya detonado aquí…- dije de pronto.


-Hasta ahora ha sido la teoría mas pensada, pero hicimos un testeo y el resultado fue negativo, no hay residuo de ningún componente explosivo en ninguna parte, ni perdigones se han encontrado, nada.


-Es extraño… ¿tampoco hay cámaras de vigilancia?, ¿alguna grabación?


-No. Lamentablemente este local no cuenta con cámaras de vigilancia.


Me acerqué lentamente a la cabeza decapitada de un niño y observé sus ojos… parecía que algo querían decirme, se encontraban abiertos… aterrados…


-Debemos comenzar empadronando el área, ver que clase de sujetos venían aquí a demás de niños, saber si el locatario tenía enemigos de alguna clase…- dije mientras continuaba absorto en aquellos ojos muertos.- hablar con las personas que viven alrededor, preguntar si han visto algo extraño en los últimos meses…, ¿Warren?


-¿Sí?- me contestó.


-… Necesito descansar y darme una ducha...






Realmente lo necesitaba...

LEON S. KENNEDY, 02:21 A.M.

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sábado, 4 de diciembre de 2010

Una carta y un amigo



















David Mayer fue un gran compañero y amigo.

Hace varios años atrás estuvimos juntos en el centro de un foco de infección ubicado en los suburbios de un pequeño pueblo… Greencliff creo que se llamaba el lugar, pero ahora ya no estoy seguro. Fueron tres días de terror puro y duro durante los cuales solo el espíritu de camaradería y solidaridad nos permitió estar a salvo mucho más tiempo del que pensábamos que tardaría en llegar el rescate. Lamentablemente durante una noche, David simplemente desapareció.

Esa noche acampábamos en el sótano de una iglesia, de fondo los alaridos y grotescos lamentos de los infectados que recorrían las calles casi no nos dejaban dormir y recuerdo que charlamos mucho sobre varios asuntos, sobre la familia, sobre películas, me contó que él era fanático de los Lakers y de cómo había hecho una vez una gran fortuna apostando en un partido, etc. También me habló de su mujer, de quien estaba profundamente enamorado… me dijo que si algo malo le sucedía por favor fuera donde ella y le entregara una carta de amor que desde el día anterior venía escribiendo.


-Toma.- me dijo estirándome el sobre a la luz de una improvisada fogata.- la terminé de escribir hoy por la mañana… prométeme que si algo me sucede… irás a visitar a mi esposa y le entregarás esta carta.


-Nada malo te sucederá, David.- le dije para subirle el ánimo, pues se veía especialmente triste aquella noche.-Tú mismo se la has de entregar.


-Por favor…- me suplicó.


Tras un breve instante de silencio finalmente accedí, cogí la carta y la guardé entre los bolsillos de una chaqueta ovejera que había robado aquel día para protegerme del frío.


-¿Y qué pasaría si es a mí al que algo malo ha de ocurrirle?- pregunté observando la oscuridad del techo. Sin embargo la respuesta nunca la oí, le eché un ojo a David y este se encontraba vuelto dándome la espalda en su saco de dormir… supongo que se encontraba durmiendo.


Desperté de un salto, asustado como a las 4 o 5 de la madrugada… inconscientemente empuñé mi arma, pero al darme cuenta que me encontraba vivo y a salvo en el sótano de la iglesia logré tranquilizarme… observé a mi lado y David Mayer ya no estaba… se había ido. Me puse de pié y me abrigué con una frazada, luego comencé a buscarle. Se había ido del sótano de la iglesia, pero ¿hacia donde?, ¿porqué?... ¿acaso creyó que jamás íbamos a salir vivos de aquella zona? A través de una ranura en el techo podía ver la claridad que reflejaba el cielo del exterior y sabía cuando era de día o de noche, me pasé todo aquel día ahí en el sótano esperando la llamada, la milagrosa llamada del radio… no dejaba de pensar en David y en lo que me podía pasar a mí si es que mi radio no volvía a sonar nunca más. De pronto y cuando ya casi me había entregado a la amargura total, recibí la alerta en mi radio, estaba a salvo, el helicóptero había llegado y se encontraba sobrevolando la iglesia… el helicóptero, mi ángel de la guardia. Recibí instrucciones precisas de llegar a la azotea en un tiempo no mayor a los 2 minutos con 30 segundos, empuñé mi arma y salí como un verdadero loco del sótano hacia el exterior, subí por una estrecha escalera circular dando saltos de hasta 3 y 4 escalones sacando fuerzas casi de la nada. En ese instante olvidé el hambre y la sed que tenía solo me preocupaba el llegar sano y salvo a la azotea, finalmente lo había conseguido… llegué arriba al campanario y ahí me esperaba una escalera de cuerda. Comencé a subir a duras penas por ella y antes de alcanzar el helicóptero eché un último vistazo al pueblo, ahí abajo una legión incontable, cientos, miles de zombis rodeaban la iglesia y abarrotaban las calles...










Una vez estando arriba en el helicóptero, inconscientemente metí mi mano a uno de mis bolsillos y tomé la carta que había escrito David a su esposa, no la leí… no me atreví a hacerlo, pero me juré a mi mismo que iría a entregársela personalmente.

Pasaron creo que alrededor de 4 meses cuando fui a ver a Jessica (así se llamaba la esposa de David). Vivía en una granja aislada aledaña a los bosques de Pittsburgh. La tarde que llegué era gris y el cielo amenazaba con dejar caer su lluvia en cualquier momento. Fue ella quien me abrió la puerta, vivía sola y no me fue muy difícil darle la lamentable noticia sobre su esposo, ya que ella hacía un mes atrás hizo sus propias averiguaciones sobre el paradero de su marido y se había enterado…


-Lamento no poder haber venido antes.- le comenté una vez sentados en la sala al calor de la chimenea.- Traigo un recuerdo de David, algo que él mismo escribió para ti.


-¿Que él escribió para mí?- preguntó ocultando su pena.


-Así es…- le dije estirándole el sobre.- Ninguno de los dos tenía muchas esperanzas de salir con vida de aquel lugar… y él escribió esto como una suerte de despedida para ti… yo hubiese hecho lo mismo, no lo sé…

Jessica comenzó a leer y a medida que avanzaba cada vez se ponía mas triste, al final cuando acabó no pudo evitar romper en un amargo llanto.


-Discúlpame…- me dijo.- es que sus palabras son tan tiernas y dulces… lo único que me consuela es el saber que ahora se encuentra en un lugar mejor…


-Así es.- le respondí con una sonrisa.


Salimos de casa y yo me dirigía de regreso al vehículo, ella venía atrás de mí.


-Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?- me preguntó.


-Leon, Leon Scott Kennedy…


-Gracias, Leon. Has sido muy amable.


-Le dí mi palabra a David que haría esto, no me lo agradezcas.- contesté.- Por cierto… cualquier noticia que tengamos sobre el cuerpo de Mayer te la haremos saber…

Ella asintió con la cabeza. Me dí vuelta para subirme al automóvil y fue ahí que lo ví, el uniforme… el uniforme que David Mayer ocupaba el día de su desaparición, se encontraba colgado y sucio en lo alto de un palo ubicado junto al granero. Me acerqué lentamente y Jessica me seguía por detrás preguntándome que qué pasaba.


-Ese uniforme…- le dije.- es el que ocupaba tu marido el día que desapareció…


De pronto un feroz gruñido me hizo retroceder del susto, venía del interior del granero… era un gruñido familiar…. Sin embargo no se trataba de animal alguno… entré con cautela y en el interior pude ver en un pequeño corral a un infectado, permanecía atado de pies y manos a unos grilletes soldados al muro y en el suelo había un plato con pedazos de carne cruda desparramada. Al verme, el zombi comenzó a gritar y a gruñir de forma desesperada… luchaba por zafarse de las cadenas que le aprisionaban y en su rostro yo pude percibir algo familiar… al cabo de un instante caí en cuenta que se trataba del mismo David Mayer, infectado.


-Pero… ¿Qué está sucediendo aquí?...- pregunté impactado por el asombro.


-Por favor, no digas nada…- comenzó a suplicarme Jessica.- Yo le cuido y le alimento, es mi esposo y le amo… él también me ama…


-P-pero… ¿cómo?... o sea, ¿cómo ha llegado hasta aquí?


-Pagué mucho dinero a un forense militar, le encontraron hace casi dos meses en los alrededores del pueblo donde había desaparecido, estaba ya infectado y le inventé una historia para que me dejara traerlo a Pittsburgh. Día y noche estuve intentando averiguar sobre él, sobre su paradero… algo me decía que no había muerto, que permanecía con vida, ¿lo ves? No me equivocaba… ¡está vivo!


El zombi continuaba gritando de forma desesperada, sus ojos muertos no se alejaban de los míos y de su boca salían toda clase de fluidos asquerosos…


-Jessica… eso ya no es tu marido…- le dije.- no puedo dejar que lo tengas acá…


-¡Por favor!, ¡te lo suplico!


Lentamente empuñé mi arma de servicio y le apunté a David,… quiero decir al zombi. Su mirada asesina y macabra, esa mirada tan familiar penetraba en mis ojos. Le apunté justo en medio de ambos…. Jessica no para de suplicarme, pero no podía permitirlo… si David escapaba la tragedia podía ser mucho mayor…



Tú amabas a tu esposa, amigo. Tú querías lo mejor para ella…



* * *



Lo lamento tanto.







....

LEON S. KENNEDY, 02:23 A.M.

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