sábado, 29 de enero de 2011

Viajando con el diablo

















Todo me parecía extraño el día en el que junto a Susan volamos hacia Washington, desde su extravagante corte de cabello hasta el clima en general, quizás era uno de esos días en los que uno se despierta y presiente que durante las siguientes horas algo sucederá pero nunca se sabe bien qué. Abordamos el avión a eso de las 8 de la mañana y yo andaba con humor medio raro producto de que la noche anterior no había conseguido dormir del todo bien, Susan se percató de eso al instante.


-Créeme que si de mí hubiera dependido, habríamos viajado un poco más tarde…- me dijo una vez estando sentados a bordo como si adivinara mis pensamientos.


-Está bien.- le contesté esforzándome por sonreír.- ¿se nota demasiado en mi rostro que desperté con el pié izquierdo?


-Pues… tú no eres muy bueno para disimular las cosas. Es solo que tu evidente incomodidad me hace sentir culpable.


-Oh, está bien…- dije adoptando una actitud más dicharachera.- no me hagas caso, es solo que me duele un tanto la cabeza, pero no es nada.

Finalmente vinieron las azafatas a recordarnos lo de los cinturones de seguridad y tras una leve vibración más unos avisos en letreros luminosos despegamos rumbo a Washington. Suele suceder que la mitad de los pasajeros están acostumbrados a volar y la otra mitad que no lo está tiende a ponerse un poco… nerviosa. No llevábamos más de 20 minutos en el aire cuando una mujer madura sentada atrás de nosotros comenzó con un raro monólogo a media voz.


-Dios mío dame fuerzas, no dejes que se acerque… Dios mío dame fuerzas, no dejes que se fije en mí… mantenlo apartado por favor, señor… por favor, mantenlo alejado….


Susan y yo nos observamos con una sonrisa cómplice, pues la situación aún siendo fuera de lugar no dejaba de tener una cuota de humor. La mujer continuó por unos minutos más su enajenado ruego hasta que sin tener mayor consideración con los demás pasajeros elevó su voz a un nivel alarmante. Un sujeto de traje se acercó a ella para preguntarle qué le sucedía.

-Señora, disculpe… ¿le ocurre algo?, ¿puedo ayudarle?- le preguntó.


-El diablo viaja con nosotros….- contestó ella aferrándose a un rosario.- Está aquí arriba… con nosotros…


En ese momento no puede evitar darme vuelta y entrometerme en lo que estaba sucediendo.

-Hola, disculpe… acabo de oír lo que está diciendo y me parece que es buena idea que venga la azafata ¿no le parece?


-No hace falta…- me contestó el sujeto de traje.- está nerviosa de seguro por el vuelo, ¿es primera vez que viaja en avión, señora?

La mujer no contestó. Simplemente se quedó callada y besó el rosario al que se aferraba.


-No debe tener miedo…- continuó el hombre animándola.- Hay muchas más probabilidades de tener un accidente abajo en tierra que arriba de un avión. He viajado montones de veces y le doy mi palabra que no tiene nada que temer.


-… al diablo hay que temerle y él está aquí y me observa… algo planea hacer… estoy segura.


-Señora, ¿Dónde está el diablo?, ¿puede usted verle?- le pregunté al ver que insistía con su extraño tema, y de pronto vino el acabose.


-¡Tú!... ¡tú eres el diablo!- exclamó a viva voz apuntándome con el dedo.-... ¡aléjate de mí!... ¿me oíste?, ¡aléjate!

Yo me dí vuelta y me volví a sentar, Susan me observaba boquiabierta mientras la mujer continuaba vociferando.


-P-pero… ¿Qué está diciendo?- me preguntó confundida.


-Creo que ya la oíste.- le respondí .- Sabía que hoy iba a ser un día extraño… solo espero que lleguemos luego a Washington.- cogí los audífonos frente a mi asiento y me dispuse a escuchar música para olvidarme del asunto. Sin embargo la singular anécdota estaba lejos de acabar...

La mujer había insistido tanto con su idea que cuando llegaron las azafatas con el asistente del piloto quisieron hablar conmigo.


-Señor disculpe, ¿conoce usted a esta mujer?- me preguntó una de ellas.

Yo volví a girarme un poco fastidiado y ahí estaba ella observándome directo a los ojos con un odio irracional.


-No, no la conozco en lo absoluto.- contesté.


-Pues, algo ocurre porque ella lo está acusando a usted de algo… ¿porqué entonces lo hace?


-¿Y cómo demonios voy a saber?... ¿oyó usted de lo que me está acusando? De que soy el diablo… ¿Cómo sugiere usted que debo tomarme eso?


-Señor, lo entiendo perfectamente… pero la señora está poniendo nerviosos a los demás pasajeros, entonces si usted puede hacer algo para ayudarnos… no sé, hablarle para que se tranquilice.


Acepté convencido de un total fracaso, sin embargo la situación gradualmente se podía ir tornando espesa y era conveniente cortarla desde ya.


-Señora…- comencé a hablarle en un tono conciliador.- mi nombre es Leon Scott Kennedy y le puedo dar mi palabra de que yo no soy quien usted dice, creo que está cometiendo un error y es importante que usted se calme porque está asustando a los demás pasajeros… incluyéndome a mí.

Apenas terminé de hablar y recibí un escupitajo en la cara. La extraña señora seguía convencida de su delirante idea y no se le ocurrió nada mejor que escupirme y seguir vociferando, yo me limpié el rostro con la manga de mi chaqueta y luego observé a la azafata.


-¿Contenta?- le pregunté mientras volvía a sentarme hacia delante.


Pasó un buen rato hasta que cambiaron a la señora unos asientos más atrás para así evitar que mi presencia le provocara y la estrategia dio resultado temporalmente, sin embargo continuaba cuchicheando sobre mí y de que yo tenía una clase de “poderes sobrenaturales”, etc. Lo que siguió a continuación fue aún más extraño porque vino a coronar lo que hasta entonces yo había bautizado como “un día de porquería” y fue que el sujeto de traje (aquel que se acercó a la mujer en primera instancia para ver que ocurría) se levantó de su asiento y quiso caminar hacia mí…, supongo que deseaba preguntarme algo, pero no alcanzó a hacerlo ya que comenzó a tambalearse de forma bastante brusca y de un momento a otro se desplomó sobre mí. La pelotera que se armó fue enorme y el personal de la línea aérea no podía hacer reaccionar a aquel sujeto ni tampoco tenía idea de qué era lo que le había pasado, para colmo de males la mujer desde el fondo del avión comenzó a culparme a mí del desvanecimiento de ese hombre atribuyéndolo a un acto de “poder sobrenatural”. Tras Los atentados del 9/11 cualquier medida de seguridad que se tomara en los aviones era considerada poca y había una ley que ejercía tolerancia cero para quienes amenazaran la seguridad de un vuelo, no me sorprendí cuando el asistente del piloto me pidió en tono amable (pero no por ello menos severo) que continuara mi viaje en la cámara de sospechosos – lugar que consistía en un reducido cubículo aislado del resto de los pasajeros - . En el momento no tuve mayor ánimo de discutir sobre el injusto trato que estaba recibiendo y accedí a ponerme bajo las ordenes del personal del avión, total en cosa de minutos ya estaríamos aterrizando en Washington.


Hay días en los que uno con tan solo poner un pié fuera de la cama sabe que algo sucederá… quizás algo malo, o algo bueno, algo extraño o misterioso,… de repente las cosas simplemente suceden sin tener una mayor razón de ser, y vaya que tengo muchos ejemplos de eso en mi vida. Nunca supe el nombre de la mujer que estaba convencida de que yo era el diablo, de no haber abierto su boca jamás se me hubiera pasado por la mente que era alguien con una especie de trastorno mental, tampoco supe si viajaba sola o acompañada o qué iba a hacer a Washington… todas esas interrogantes me hacen dudar sobre las coincidencias…

Sobre el sujeto que se desmayó encima mío, terminé por descubrir que es del FBI. Volvió en sí al llegar a Washington y charlamos un buen rato en la fila del control de metales, creo que su nombre era Norman Jayden.















… según me dijo le venían esos mareos a menudo y estaba luchando para intentar controlarlos sin tener que recurrir a su medicina que lo estaba convirtiendo en un fármaco-dependiente.



¿Coincidencias?


Jamás olvidaré el día en que me apuntaron con el dedo acusándome de ser el diablo.









... reconozco que los siguientes dos días no me gustaba mirarme en el espejo.

LEON S. KENNEDY, 00:55 A.M.


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4 comentarios:

Brian dijo...

jajaja pobre Leon si que la paso mal ese dia jaja, buena historia saludos siempre excelente lo tuyo Marce

Shihana dijo...

¡Me encanta! Llevo mucho tiempo leyendo este blog, pero en esta me has despertado la curiosidad y cómo has mezclado personajes... ¡Nunca habría imaginado que meterías a un personaje de Heavy Rain!
En fin; me encanta cómo escribes y te expresas y, como de costumbre, aunque nunca haya comentado esto, espero ansiosa tu próxima historia. ¡Saludos!

Marcelo Carter dijo...

Muchas gracias Brian, tú como siempre ahi al pié del cañón jeje, agradesco mucho tu buena onda y que te guste el blog :)

Shihana, muchas gracias, creía que nadie se fijaría en el detalle de Heavy Rain jeje. Un saludo y puedes pasarte por acá y comentar cuanto desees. Un saludo

Anónimo dijo...

marcelo busca algo q hacer marica d mierda