viernes, 26 de agosto de 2011

Aniversario



















La mañana estaba gris, nuevamente el servicio meteorológico se equivocaba… ninguna novedad,… el clima ya no era el de antes.

Llevaba casi 30 minutos de pié junto a la tumba, me ceñí mi abrigo y volví a toser, no deseaba irme, pero tenía que hacerlo ya pues debía pasar por el supermercado. Miré a mí alrededor y comprobé que el cementerio se encontraba vacío por ser día de semana, generalmente me gustaba ir durante esos días… ya no me gustaban las aglomeraciones, de hecho creo padecer fobia a las multitudes de gente. Esto no se lo he dicho de forma tan directa a Jessica, ¿con qué objeto?, prefiero que sea algo personal… aún creo ser lo suficientemente hombre como para cargar mis propios problemas.

Finalmente eché un nuevo vistazo a mi reloj de pulsera y opté por irme no sin antes prometerme a mi mismo que volvería antes de que terminara el año, me incliné sobre la tumba.

-Adios, Claire…

Me despedí y dejé el ramo de flores bajo la lápida que apuntaba: “Claire Redfield / 1982 - 2020”

Salí del cementerio y dirigí mis pasos hacia la avenida principal, gracias a Dios no andaba mucha gente a esas horas de la mañana por lo que el trayecto hasta el supermercado me fue bastante cómodo y agradable. Cogí una botella de champagne de la más cara, no conozco mucho de licores, pero si era caro… era bueno, al menos esa clase de cosas no cambian con los años y también era una buena manera de impresionar a Jessica. También llevé una sierra enorme de la sección de pescados que me costó un ojo de la cara, los productos del mar se volvieron tan escasos que ahora el que podía comerlos tenía un muy buen pasar económico, yo soy la excepción… ya que disfruto de una pensión proporcionada por el gobierno gracias a mis años de servicio.

-¿Con que tarjeta cancela?- me preguntó el muchacho al pasar por la caja.

-Con ninguna, pago con crédito del gobierno.- y le enseñé mi cédula con chip actualizado.

Luego salí a la calle y cogí el primer taxi que divisé para irme a casa.

El Jazz sonaba a un volumen moderado en la sala de estar mientras yo me dedicaba a preparar la sierra en la cocina, me puse los anteojos y comencé a leer la receta. Frente a mí estaba Jessica haciéndome compañía, ella leía un libro de psicología.

-Aquí está, cariño…- me dijo de pronto Jessica.- Enoclofobia, eso es lo que padeces.

-Jessica, no exageres… no padezco nada.

-Leon, ¿crees que no me he dado cuenta?- me preguntó apartando su libro.- Sufres cada vez que te encuentras rodeado de mucha gente, no te sientas mal… le sucede a mucha más gente de la que crees. Ya estamos en el 2034, hoy en día no hay prácticamente nada que unas pastillas no solucionen.

-Detesto las pastillas…- le contesté mientras adobaba la sierra sobre una tabla.- detesto todo lo que venga de cualquier empresa farmacéutica…

-Te comprendo, amor, pero no me gusta verte así. ¿Recuerdas lo que dijo el psicólogo la última vez?, tu miedo a las multitudes es producto de todos esos años en los que te viste envuelto en situaciones en las que multitudes de infectados te acorralaban y te perseguían…

Serví champagne en dos copas de cristal mientras Jessica me continuaba hablando.

-También esa pesadilla recurrente que sueles tener… donde te encuentras paseando por el parque en un hermoso día domingo con nosotros y en un abrir y cerrar de ojos… todos, absolutamente todos se convierten en esas criatur…

-Querida, ¿podemos dejar de hablar de eso?- le interrumpí con una sonrisa acercándome con las dos copas de champagne.- Todo eso ha quedado en el pasado, enterrado. Hoy en día tengo una nueva vida, disfruto mi vejez con la mujer que amo y celebro un quinceavo aniversario de matrimonio con ella, ¿qué más puedo pedir?

Jessica me recibió la copa, sonrió y me miró dulcemente, luego nos besamos. De pronto sonó el teléfono.

-Oh, querida… ¿no lo apagaste?- le pregunté un tanto fastidiado por haber arruinado la magia del momento.

-El localizador está averiado, puede ser Max el que llama para avisar si viene a casa o si va a quedarse donde su amigo de la escuela.- me respondió mientras se alejaba a contestar el teléfono.

Yo volví a ocuparme en la sierra.

-Bien, amiguito… no creas que me he olvidado de ti.- dije y cogí el cuchillo de cocina para comenzar a trozarlo.

Al cabo de unos segundos regresó Jessica con cara de culpa, yo adiviné mas o menos de que se trataba.

-Leon,… es ese señor Thompson otra vez…

-Cielos…- exclamé casi sin ánimos.- ¿Cuándo me dejará en paz?

-¿Tú y Ark no eran muy buenos amigos?

-Lo fuimos, ahora ya no lo somos…- contesté mientras me limpiaba las manos con un paño de cocina.- ¿Desde cuando ha estado llamando?

-Desde la semana pasada…- me contestó Jessica cruzándose de brazos.- Ha sido él y esa mujer… Sherry.

-Querida, cuando se trate de gente de “esos años” simplemente cuélgales el teléfono, ¿comprendes?, diles que no quiero hablar con ninguno de ellos.- le dije tomándole por los hombros.

-Leon, ¿Qué mal te va a hacer escuchar lo que ellos quieren decirte?

-Yo ya sé lo que ellos van a decirme, Jessica. Tanto a Thompson como a Birkin la respuesta es simplemente NO.

Me dirigí al teléfono descolgado, lo tomé y me decidí a hablar. Iba a colgar directamente, pero quise darme una chance a mi mismo y no echar a perder este dia de aniversario.

-Habla Leon…- dije al fin.

-¿Cuántos créditos vales ahora, cerdo asqueroso?- me preguntó la corrosiva voz de Ark desde el otro lado de la línea.- ¿Se trata de dinero, no es así?, ¿de eso se trata ahora todo esto?

Mi dedo pulgar se deslizó y simplemente corté la comunicación, luego apagué definitivamente el aparato. Fui hasta el reproductor de música y subí el volumen del jazz.

Nada iba a arruinar este día de aniversario, ni mi nueva vida. Esos años quedaron enterrados, atrás, hace décadas atrás…

No pueden venir ahora a desenterrarse y volver a la vida… como si fueran…


No terminé la frase, solo me limité a observar con detenimiento mis cabellos blancos, y mi barba canosa en uno de los espejos de la sala.










Vida…

Leon S. Kennedy 00:32 A.M.


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