viernes, 25 de febrero de 2011

Las plagas













PENULTIMO CAPITULO






-Y… ¿cómo son las cosas en la B.S.A.A.?... ¿mejor de cómo eran en S.T.A.R.S.?- le pregunté finalmente a Redfield para oírle decir algo mientras nos acercábamos a la fortaleza.


-No me quejo…- me contestó.- Uno mas o menos sabe a que atenerse. ¿No has pensado en unirtenos?


-¿Eh?... pues no, la verdad que no lo he pensado. ¿Dan libre los fines de semana?- pregunté a modo de broma, luego ocupé un tono más sincero.- Mmm… la verdad es que me encuentro cómodo por estos días no perteneciendo a nada, igual los años van pasando y no me proyecto hasta los cincuenta años metido aún en líos como este. Últimamente he venido pensando mucho en esto, no sé… será que ya estoy cansado.


-Comprendo…- me dijo de forma pausada.- Es un sentimiento con el que uno lidia a diario. Pero permíteme darte un consejo… no niegues lo que eres…


Me quedé observando a Chris por un instante sorprendido, en primera instancia no había entendido a qué se refería, luego ya pude reconocer su significado, y es que hay quienes nacen para cumplir un destino y propósito específico en la vida… el mío y el de Chris Redfield quizás era el mismo: Luchar hasta morir.


Ya comenzaba a oscurecer, chequeé mi cronómetro y quedaban aún 12 horas con 20 minutos antes de empezar a preocuparme por el bombardeo. Luego, se dejó ver la enorme estructura del castillo-fortaleza que recortaba parte del cielo ante nuestros ojos.


-Finalmente llegamos al objetivo.- dije aliviado de no habernos tardado más tiempo.- Detengámonos para observar con los binoculares.

El lugar estaba siendo vigilado por dos hombres infectados armados con arco y flecha… una escena que por cierto se me hizo bastante familiar.


-Dos hombres vigilan este lado, parece fácil.- comentó Chris.- No debemos fiarnos mucho ya que en el interior pueden haber miles.

Los dos soldados que iban con nosotros se encontraban un tanto desconcertados, y no los juzgo, la experiencia nos permitía a Redfield y a mi llevar el temor y el nerviosismo de una forma un poco más controlada, ambos muchachos estaban muy pálidos y sus labios estaban morados.

-Tranquilo, soldado…- le dije a uno de los muchachos para animarle.


Planeamos muy bien nuestra jugada y finalmente entramos a la fortaleza, decidimos no separarnos en ningún momento. No fue muy difícil pasar inadvertidos ante los dos centinelas de la terraza, ya una vez en el interior descubrimos que una gran cantidad de pasillos y pisos atravesaban el lugar.


-Hunnigan… - dije considerando el problema que se nos presentaba al no saber en que posición específica del castillo permanecía la pequeña Rose. Tomé el intercomunicador y envié una alerta.












-[Leon, ¿qué sucede?]


-Debo estar de suerte si me has contestado a la primera…


-[Parece que nada importante, ¿no es así?]


-Disculpa, no te enfades. Quiero saber si puedes triangular mi posición en el GPS a través del intercomunicador para luego compararla con la señal enviada por el colgante de Rose, así sabremos hacia donde ir.


-[Mmm… déjame ver]


-Vaya, eso ha sido muy inteligente…- comentó Chris con una sonrisa.- yo hubiese ido llamando puerta por puerta.


-La señal de Rose fue enviada hace unos 4 días, la probabilidad de que permanezca en el mismo lugar aún es muy baja, pero al menos nos da un referente de donde empezar.- le contesté.


De pronto… llegó a mis oídos una frase que me sacudió el cerebro.


-¡Detrás de ti, idiota!...


Todo pareció ir en cámara lenta, inconscientemente giré y me moví hacia la izquierda y el roce de una flecha puntiaguda arrojada a toda velocidad quemó parte de mi mejilla derecha, luego el grito de dolor de uno de los soldados que nos acompañaba retumbó en las frías paredes de aquel lugar… poniendo en alerta a cualquier infectado que rondara cerca de nosotros. Miré hacia atrás y la flecha había atravesado el ojo izquierdo del soldado más joven rompiendo su cráneo. Nos cubrimos tras unos pilares y al instante llegó a mis oídos el ruido de un montón de pasos apresurados que se atropellaban por llegar a nosotros. Fue solo cosa de segundos para que una ráfaga se abriera contra nosotros.

-¡Granada!- gritó el soldado arrojando una sobre el gran número de infectados que se acercaba.

La explosión despedazó varios cuerpos y acabó con varios civiles infectados, me sorprendió ver la rapidez y agresividad con la que podían correr. El soldado disparaba su metralleta, pero gastaba un montón de munición apuntando al cuerpo y no a la cabeza.


-¡A la cabeza!- gritó Chris Redfield al darse cuenta.- ¡dispárale en la cabeza!


En cosa de pocos minutos habíamos logrado salir ilesos de ese ataque, el soldado temblaba compulsivamente y fue un poco triste verlo intentando disimular su terror. Volví a comunicarme con Hunnigan mientras huíamos hacia una posición más protegida.













-[Leon, ¿qué ha sido eso?]


-El comité de bienvenida nos vino a saludar.- le contesté.- Afortunadamente sobrevivimos… por lo menos en esta ocasión. ¿Tienes lo que te pedí?


-[Si, y ha dado resultado. Ustedes en estos momentos se encuentran solo a 50 metros de distancia desde donde el colgante de Rose envió la señal. Específicamente en el sentido Norte de la fortaleza.]


-Genial, si tenemos éxito… te volveré a invitar a salir.- le respondí.


Fuimos con mucha cautela en dirección norte hasta llegar a los 50 metros, allí nos esperaba una puerta de hierro herméticamente cerrada.


-Apostaría mi colección de tenedores a que Rose se encuentra aquí.- dijo Chris buscando una forma de abrir los cerrojos.


-Soldado, ¿tiene una granada más?- le pregunté al muchacho que nos seguía para todos lados.


-Sí, solo una…


-Espera…- me detuvo Chris.- ¿estamos completamente seguros de querer usar esa granada aquí y no en una posterior huida?


Lo consideré por unos segundos, pero la verdad era que no quería seguir perdiendo más tiempo justo cuando el cronómetro me advertía que ya quedaban menos de 10 horas para volver con la niña a la frontera.


-Estamos contra el tiempo, debemos encontrar a la niña y huir de aquí abriéndonos paso como sea.- dije firmemente.


El soldado me facilitó la última granada con la que contábamos, sin darle ningún espacio a la duda jalé el seguro con mis dientes y la deposité junto a la puerta. Nos alejamos varios pasos y nos cubrimos las cabezas, el estruendo llegó a sacudir los pilares. Al acercarnos comprobamos felizmente que la puerta había cedido a medias, bastaba solo una patada para terminar de derribarla y así lo hicimos. La habitación era oscura y mayormente húmeda, sus paredes estaban decoradas con unos extraños cuadros emulando seres monstruosos que inspiraban gran temor. En el centro se encontraba una pequeña y dulce niña de alrededor de 7 años de edad, abrazaba un peluche sucio y viejo que expresaba un maltrato evidente. La niña estaba viva y nos miró asustada cuando entramos.


-¿Rose?- le dije con voz suave.- tranquila, se acabó todo. Estás a salvo.


La pequeña me sonrió, ha sido la sonrisa más dulce que he podido recordar hasta estos días, me agaché junto a ella y me dio un fuerte abrazo. Comprendí en ese instante que quizás mi propósito en el mundo era el de salvar vidas como ésta… hasta morir.


-Hazte a un lado, Leon.- escuché que me dijo Chris Redfield a mis espaldas.


Me puse de pié y me hice a un lado, pensé que Chris iba a revisar si tenía alguna herida o a cubrirla con algo, o a darle algún medicamento…, pero grande fue mi asombro al ver que le estaba apuntando con su pistola de mira láser directo en medio de los ojos.


-Pero… ¿qué haces?...


-Te lo explicaré en un momento…- me contestó Chris sin dejar de apuntar a la asustada niña.- pero este era el verdadero objetivo de la misión. Debíamos encontrar a Rose, pero no precisamente para llevarla de regreso…

La pequeña miraba aterrada el cañón de aquella pistola que estaba a punto de acabar con su vida, yo no sabía que diablos pasaba… y eso me enfureció mucho.

-No…- le dije firmemente a Chris.- me lo explicarás ahora.- me puse deliberadamente en medio de la pistola y de la niña.


-No lo entenderás en este momento, pero créeme que sé lo que hago.- me dijo con mucha calma.- La niña es portadora del derivado de las plagas con la célula que desarrolló Tricell, Ella es inmune, por eso no ha sufrido transformación alguna, pero existe el peligro latente y me atrevería a decir inminente de que pueda propagar el virus por todo el mundo.


-¿Y de qué forma haría eso si ella está aquí?- le pregunté de forma inquisidora.-, me dices que es inmune… entonces está la posibilidad de crear una vacuna y hasta un antídoto en base a su código genético.


-Leon, no seas ingenuo…- me contestó.- Sabes muy bien que eso no sucederá, porque no existe la verdadera voluntad de querer arreglar las cosas. Lamento no haber sido sincero contigo desde un comienzo, pero la misión es eliminar a la pequeña por el bien de todos nosotros.


-¿Vas a matar a una niña pequeña solo por que tú y a quienes obedeces están asustados?, ¿ni siquiera considerarás la posibilidad de darle una chance para salvarla?, ¿así es como suelen operar ustedes?... esa niña no está enferma de nada, es solo una portadora… Yo tengo amigos que realmente pueden hacer algo por ella, déjame llevarla conmigo.


-Por favor...- me contestó de forma dura y con cierto tono sarcástico.- sabes perfectamente que tus “amigos” no harán más que potenciarla como una peligrosa arma militar. Te atreves a hablar mal del grupo al cual pertenezco, pero tú y tu gobierno solo ven sus propios intereses.


La niña comenzó a llorar muy asustada en ese punto de la discusión. Mientras que el soldado vigilaba la entrada bastante nervioso.


-Chris, no es el momento para ponernos a discutir sobre aquello.- le dije casi en tono de súplica.- ¿Cómo vas a llegar y matarla?, ¿qué crees que dirá el primer ministro?


-Nada, porque ella no es hija de ningún primer ministro… fue una mentira, como también lo ha sido lo del bombardeo en la ciudad. Solo queríamos ganar tiempo para adelantarnos a un posible escape del grupo de orates que la ha mantenido cautiva.


-Oh, por Dios…- exclamé sorprendido y fastidiado.- ¿porqué entonces me han traído hasta aquí?, ¿para ayudarles a encontrarla?


-Por eso y para contar con el apoyo del gobierno a través de tu presencia, sinceramente creíamos que lo ibas a entender, Leon… por favor, trata de ver la realidad de las cosas, ¿Cuántos infectados no matamos para llegar aquí?, ¿Cuánta gente vio truncada sus vidas por el virus?, ¿Cuántas personas se van salvar si solucionamos el problema ahora y de raíz?


No respondí, Chris Redfield pasó por al lado mío y sentí como preparaba su arma, nuevamente volvió a apuntar a la niña. Su llanto, ese llanto que desgarraba…

no quería volver a escucharlo nunca más.

No quería volver a cerrar mis ojos y ver el rostro de otra victima nunca más

No quería llevar nuevamente un luto eterno por quien no pude salvar nunca más

Y finalmente pude ver el sentido correcto de las cosas.


-Tienes razón, Redfield.- le dije ya advirtiendo con mucha pena lo que podría venir a continuación.- Es hora de que deje de negar lo que soy, que deje de escuchar patrañas… y comience de una vez por todas a salvar vidas.










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Elige el final de la historia votando en la encuesta.

¿Debe Chris matar a Rose? O ¿debe Leon salvar a Rose?



Próximamente Capitulo final


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martes, 22 de febrero de 2011

Las plagas














CAPITULO 3





Era un día gris y oscuro. Las nubes amenazaban con una lluvia que nunca llegaba, ojala y ésta hubiera llegado, así el desagradable agobio de la humedad ambiental podría haber sido un poco más tolerable, sin embargo no fue así. El clima me recordó un poco al que a veces se da en el continente africano tras las tormentas… abundante cielo gris, pero con un pegajoso calor en el aire. Chris Redfield lo sobrellevaba muy bien… caminaba unos pasos adelante mío sin manifestar en su rostro señal alguna de cansancio o de agotamiento, al menos yo no pude descifrar ninguna. Me había enterado por medio de terceros de su espectacular aventura en Kijuju con el Uroboros y me di cuenta al instante de que era un tipo altamente entrenado con una experiencia envidiable. Aquella vez tuve un pensamiento que se me ha venido repitiendo hasta estos días de forma más o menos intermitente… y es algo tan cierto como también puede parecer tan bobo, pero ¿hasta cuando mi vida deberá girar alrededor de terceros? No me gusta la idea de morir sin haberme dado la chance de conocerme a mí mismo, a veces suelo verme en el espejo y me pregunto porqué entonces decidí ser policía si es que acaso no es ese el mejor ejemplo de sacrificar una vida en pos de otras…, luego me doy cuenta de que a lo mejor lo que sucede es algo tan simple como el miedo a la muerte. Antes hace algunos años no dudaba en ponerme bajo cualquier orden o situación sin importar el riesgo que conllevara, pero ahora… con el paso del tiempo quizás me he dado cuenta de que no deseo morir. Este pensamiento suele arrancarme siempre una sonrisa, ya que la muerte siempre me ha rodeado… ¿Cómo mi lugar entonces no va a estar junto a los muertos?


-Un momento… ¿escuchan eso?- preguntó de pronto el oficial Peck deteniendo su andar.

El grupo se detuvo y pusimos atención, a lo lejos se podían oír los estruendos y disparos de una batalla, tal parecía que se desarrollaba al otro lado de una enorme pendiente, camino que forzosamente debíamos recorrer para llegar al lugar donde podía estar Rose. Apuramos el paso y finalmente llegamos a la cima de una considerable elevación de terreno, desde allí fuimos testigos de una extraña y singular escena, se trataba de una batalla campal entre un reducido número de soldados con un gran contingente de civiles infectados… no podía creerlo, pero literalmente los soldados abrían fuego contra hombres, mujeres y adolescentes armados.

-Están luchando en vano…- dijo de pronto Peck mientras observaba con los binoculares.- No saben que arrojarán una bomba en esta ciudad, debemos advertirles.

Bajamos por la pendiente y corrimos dispersados hacia la batalla, Redfield y yo llegamos donde un grupo de soldados atrincherados.


-Soy Leon S. Kennedy…- grité para hacerme oír en medio de la balacera.- ordene a sus hombres la retirada, van a dejar caer una bomba en la ciudad… esta lucha es sin senti…

Una explosión me calló por completo y me sepultó bajo kilos y kilos de tierra y barro que cayeron sobre nosotros. El soldado no lograba escucharme hasta que Chris optó por gritarle al oído.


-¿¡Donde está el capitán!?

El soldado le apuntó con su dedo índice una posición más adelante donde un grupo de soldados manejaba una M-16 sujeta a un pedestal. Logré recuperar el aliento y limpié el lodo de mi cara, luego con Redfield nos dirigimos hacia el capitán en medio de aquella surrealista y cruel batalla. Un soldado disparaba su metralleta hacia los infectados cubierto tras una barricada, pero en un momento determinado recibió un proyectil que le voló su mano derecha… el hombre quedó en shock, ni siquiera gritó… solo se quedó viendo el pedazo de mano que le faltaba con sus ojos desorbitados.

-¡Dígale a sus hombres que huyan!, ¡arrojarán una bomba en la ciudad!- le indicó Redfield al capitán una vez estando junto a él.


-¡Negativo!, ¡estamos por tomar esta posición!, ¡no huiremos!- respondió el militar disparando con violencia la M-16.


-Es inútil… - le dije a Chris Redfield.- y lo peor de todo es que no podemos avanzar mientras esto no acabe…


-Entonces debemos sumarnos a la batalla.- me contestó mientras empuñaba su metralleta.

Acto seguido Chris abrió fuego contra un niño de alrededor de 12 años que traía un explosivo molotov en sus manos, al caer la bomba estalló en el cuerpo del menor y el fuego empezó a consumirle. En ese instante me bloqueé y me maldije a mí mismo por lo que yo consideraba había sido un estúpido brote de sensibilidad en el momento menos oportuno, luego solo comencé a tirar contra hombres y mujeres adultos.

No me di ni cuenta cuando la batalla ya había terminado. Un paisaje tapizado de cadáveres humanos se abría en el horizonte una vez que levanté mi vista y miré hacia adelante. Por mi izquierda vi correr al soldado que había perdido su mano derecha producto de un disparo, se dirigió donde una muchacha de unos 15 años de edad más o menos que se encontraba moribunda y agonizante en el suelo, el soldado comenzó a insultarla lleno de rabia y le atravesó con su bayoneta una y otra vez en su pecho.

-¡Maldita perra de mierda!, ¡me arruinaste la vida, tú me disparaste!, ¡púdrete, maldito fenómeno!...- le gritaba a todo pulmón mientras continuaba atravesando lo que ya ahora era su cadáver.


-Leon, vamos… el capitán de este batallón quiere hablar con nosotros.- me dijo de pronto Chris Redfield sacándome por completo de la cruda escena.

El capitán nos aguardaba junto a otro grupo de hombres que revisaba un mapa de la ciudad.

-No nos han informado nada sobre la bomba que quieren arrojar sobre este lugar.- nos dijo el capitán sorprendido.- No puedo creer que pensaran sacrificarnos. ¿Cuándo se tomó esa decisión?


-Hace uno o dos días aproximadamente.- contestó Chris Redfield.- Nosotros debemos encontrar a la hija del primer ministro que se encuentra en el lado Este de la ciudad antes de que la bomba caiga, es por ello que estamos contra el tiempo.


-En el lado Este no queda nada ya en pié.- nos dijo el militar.- salvo la fortaleza real. Lo más probable es que el objetivo que buscan se encuentre ahí.


-¿Dónde está el oficial Peck?, nos separamos al llegar- le pregunté a Chris.


-Ahí, en la camilla.

Miré y la parte de arriba de su cuerpo yacía sobre una camilla abarrotada de cadáveres y miembros humanos.


-Capitán. ¿Es posible que nos pueda asignar dos de sus soldados para que nos acompañen?- preguntó Redfield.


-Ahora que ya saben que una bomba está por caer en la ciudad es un poco difícil, veré que puedo hacer.


Un rato más tarde nos encontrábamos nuevamente en dirección al Este acompañado de dos soldados rasos, eran tan jóvenes como inexpertos y no pude sentir más que un poco de lástima por ellos. Mi intercomunicador volvió a sonar.












-[Leon, que bien que estás a salvo. Inteligencia nos dijo que una batalla ocurría más allá del puente Lightfall]


-Ah, ¿eso?... pues creo que ni me fijé- dije ironizando.


-[Mmm… ¿estás molesto por algo?]


-Por algo no, por todo. Odio esta misión… me ha arrojado a la cara mis debilidades. Si cae esa bomba ojala y cayera sobre mi cabeza.


-[Jaja… creo que estás un poco loco]


-Debo estarlo si es que estoy confesándome contigo…- le contesté.- mira, discúlpame… es que ando de mal humor. Solo ignórame.


-[No te preocupes]- me dijo suavemente.- [Llamaba para avisarte que el plazo para cumplir la misión es de 15 a 20 horas, pasado de eso es mejor que huyan por la frontera más cercana.]


-Gracias, lo sincronizaré a mi cronómetro.


Guardé el intercomunicador y ajusté el cronómetro de pulsera para 15 horas más. Al paso que íbamos llegaríamos a nuestro destino en tan solo 2 horas o quizás menos. Y Chris Redfield guardaba un extraño silencio…






PRÓXIMAMENTE PENÚLTIMO CAPITULO.




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viernes, 18 de febrero de 2011

Las plagas















CAPITULO 2




-¿Redfield?- pregunté estrechándole mi mano.- ¿eres el hermano de Claire?


-Así es, ella me ha hablado de ti a menudo. Le has salvado la vida en más de una ocasión y no sabes cuánto te lo agradezco.


-Es recíproco…- le contesté con sinceridad.- ella ha salvado la mía muchas veces, creo que mi deuda es el doble de grande.


-Kennedy, ¿ya te han informado de lo que sucede en este lugar?- me preguntó Chris dirigiendo su mirada al mapa desplegado sobre la mesa.


-Una pandemia relacionada con Las plagas… hay que encontrar a una niña llamada Rose, hija del primer ministro. Les confieso que no me siento en condiciones de poder realizar esta labor…, y mucho menos tras haber sido “secuestrado” hasta aquí.


-Leon, ha sido mi culpa…- me dijo el capitán Stype.- he sabido que ya no deseas seguir lidiando con cosas como ésta y te respeto. Ha pasado mucha agua bajo el puente desde Raccoon City, y ya estás en una edad en la que las cosas simplemente no son como antes, pero eres indispensable para el éxito de esta misión. Sobre todo en una como esta en donde está en juego la vida de millones de personas…

El capitán Howard Stype no pudo continuar con su diálogo, una bala le atravesó la garganta y cayó al suelo retorciéndose de dolor. Todos quienes estábamos en la tienda nos agachamos rápidamente y buscamos refugio. Stype no dejaba de sacudir sus piernas y brazos mientras intentaba gritar, pero se ahogaba en su propia sangre, el pobre hombre estaba agonizando de una forma verdaderamente espantosa… y no podíamos ayudarle.

-¿De donde vino eso?- preguntó un oficial.


-Un francotirador ha logrado penetrar el campamento…- contestó Redfield apagando la luz de la lámpara.- ¡Francotirador activo!, ¡cuidado!- gritó hacia fuera.

Decenas de soldados comenzaron a correr para buscar refugio y pude ver como algunos de ellos eran alcanzados por el enemigo invisible. El caos fue terrible por algunos segundos hasta que varios de ellos lograron atrincherarse en el interior del campamento. Bastaron solo unos pocos segundos más para que el recinto volviera a ser atacado, un camión en llamas irrumpió derribando uno de los débiles muros y tras él una impresionante cantidad de civiles armados ingresó al campamento en un evidente estado de alucinación… por un momento pensé que era un ataque terrorista, pero al ver mujeres, adolescentes y uno que otro niño… comprendí que la realidad era un poco más ilógica y desquiciada.

Salimos de la tienda y se abrió un terrible fuego cruzado entre los soldados y los civiles infectados que habían irrumpido en el campamento. Una bala rozó mi tobillo y caí al suelo adolorido, pero Chris Redfield me agarró del brazo con rapidez y me arrastró desesperadamente hacia un jeep. Una vez junto a él me subió ayudado por un militar a la parte posterior del vehículo con la intención de salir del lugar, en primera instancia no comprendía porqué, pero luego me percaté que el número de infectados era desproporcionadamente superior al de soldados en el campamento y si de pensar frío se trata, si nos quedábamos… moríamos.

Una explosión junto al jeep me dejó un agudo silbido en mi oído izquierdo que duró varios segundos mientras el humo y el polvo me envolvían, para cuando se hubo despejado pude ver con una horrible claridad que entre mis piernas había caído la cabeza decapitada de un niño pequeño. Invadido por el espanto y por el asco arrojé la cabeza lejos y deseé despertar pronto de lo que yo consideraba no podía ser más que una oscura y horrible pesadilla, afortunadamente Redfield logró hacer andar el jeep y este avanzó a toda velocidad por el campamento en busca de una salida. Un soldado venía corriendo detrás de nosotros y nos gritaba por ayuda, que nos detuviéramos, pero se tropezó con el cadáver de un compañero caído y un infectado armado le dio alcance… rematándolo en el suelo de varios disparos.

Finalmente Chris dio con una valla endeble que no opuso mayor resistencia al paso del jeep y logramos huir del lugar acompañados de un oficial y seguidos por otro vehículo militar con tres soldados en su interior. Llevábamos alrededor de tres horas y aún no podía asimilar los hechos que he descrito y que marcaron mi bienvenida a esa ciudad, ninguno de los que íbamos a bordo del jeep cruzó palabra alguna hasta que Redfield rompió el silencio.

-Se está acabando el combustible, estamos avanzando solo con la reserva del estanque…


-No podemos ir a una estación de bencina, debemos alejarnos de los lugares poblados…- le contestó el oficial que iba con nosotros.


-¿Específicamente cual es la situación de esta ciudad?- pregunté inclinándome en mi asiento hacia delante.


-La ciudad ha sido declarada zona de catástrofe.- me contestó Chris con su vista clavada en el camino.- El porcentaje de contaminación total es del 92 %. Las plagas sufrieron una mutación extraña al mezclarse con una célula desarrollada por la compañía Tricell que operaba en un ex laboratorio de Umbrella, esto ha provocado que el virus alcance a hombres, mujeres y niños por igual. Esta ciudad es el “chernobyl” del desastre bacteriológico,… una segunda Raccoon City si prefieres.


-¿Qué hay sobre la niña Rose?, ¿alguien la ha visto con vida?, ¿la tienen secuestrada?- pregunté advirtiendo lo complejo que se estaba volviendo todo.


-Una señal de GPS transmitió su posición en el lado Este de la ciudad hace 96 horas atrás, luego la señal se desvaneció. La niña llevaba el dispositivo en un colgante.

Posteriormente cuando el gris y horrible amanecer comenzaba a hacer su aparición llegamos a una estación de bencina ubicada junto al solitario camino que recorríamos, se veía abandonada y presentaba varias señales de saqueos.













-Kennedy, ¿cómo está tu tobillo?- me preguntó Chris Redfield deteniendo el jeep a unos cuantos metros de distancia de la estación.


-Ya estoy bien, necesito un arma… quiero sentirme útil.

Chris me aventó un revolver 44 que cogí en el aire, pocas veces me había sentido tan a gusto rozando el frío acero de una pistola. Temo volverme adicto a aquella sensación…

El jeep que nos seguía con los tres soldados mencionados anteriormente aparcó solo a unos cuantos metros detrás de nosotros, el conductor se quedó tras el volante mientras que los dos soldados se acercaron sigilosamente a nuestra posición, cualquier voz, ruido o señal humana podía llamar la atención de algún infectado escondido así que Redfield expresándose a través de gestos militares dio instrucciones a los soldados para que se dispersaran hacia los escondites más cercanos para así posteriormente cubrirnos. El oficial que iba con nosotros cogió una piedra y la arrojó hacia los surtidores de combustible esperando que el sonido provocara la reacción de algún civil infectado, lo que me pareció mala idea.

-Escuchen…- dije en voz baja.- no estamos enfrentándonos a personas estúpidas o a animales a los que podríamos engañar…, los infectados con este derivado del virus de las plagas son seres altamente inteligentes que saben manejar armas y que saben tender trampas. No caerán en el truco de la piedra, debemos asegurar el lugar de algún modo para poder acercarnos al surtidor de combustible.

Pedí dos granadas a los soldados que estaban con nosotros y me dirigí con mucha cautela hasta un automóvil abandonado que se encontraba muy próximo a la casa tras los surtidores de combustible.

-¿Quién vive?- pregunté en voz alta considerando la mínima posibilidad de ser oído por algún sobreviviente escondido en el interior de la casa. Sin embargo pasaron los segundos y no hubo mayor respuesta.

Finalmente arrojé ambas granadas con violencia hacia una de las ventanas, al cabo de unos segundos estallaron haciendo trizas todos los cristales de la casa. Esperamos cerca de tres minutos y no hubo reacción alguna desde el interior, el lugar estaba limpio. Nos acercamos hacia los surtidores de combustible y grande fue mi decepción al ver que Redfield comprobaba que se encontraban completamente vacíos.

-Nada. Están secos…- dijo sacudiendo una de las mangueras.- seguramente han tomado el combustible para fabricar explosivos caseros como bombas molotov.


-Qué listos son…- comentó el oficial que iba con nosotros.

En ese momento un intercomunicador se activa en el cinturón de Chris Redfield y contesta una llamada, luego de un breve intercambio de palabras me otorga el intercomunicador a mí.

-Leon, es para ti…- me dice ofreciéndome el aparato.

Grata y enorme fue mi sorpresa al ver una vez más el rostro de Hunnigan.














-Vaya, creía que jamás te volvería a ver.- le dije.-… curiosamente ha vuelto a ser en otra situación compleja y difícil.


-[Leon, ¿te estás desquitando conmigo por no haber aceptado tu invitación a salir?]


-No, no soy rencoroso… solo si nos ayudas a todos a salir de ésta vivos y de una pieza.


-[Rose se encuentra aún en el lado Este de la ciudad, para llegar allí es necesario atravesar un sector residencial ubicado más allá del puente Lightfall, es peligroso pero es el trayecto más corto]


-Lo consideraremos…- respondí no muy convencido de la idea.- quizás no estamos en condiciones de sacrificar nuestra seguridad por un par de horas menos.


-[Leon… el tiempo apremia…]- me indicó Hunnigan.-[Las autoridades han programado un bombardeo nuclear en la ciudad para las próximas horas….]






Próximamente Capitulo 3



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martes, 15 de febrero de 2011

Las plagas















CAPITULO 1




No suelo ser muy hábil en los videojuegos.

Iba en un bote acompañado de dos hombres en dirección a una ciudad europea mientras pasaba el rato ocupado en una consola portátil de última generación, al cabo de unos cuantos minutos me aburrí y la dejé de lado para luego cruzarme de brazos y echarle un vistazo a la imponente bóveda nocturna que se alzaba sobre nosotros.

-Jeje, ¿no te gustan los videojuegos, Kennedy?- me preguntó Frank, hombre corpulento que era capaz de fumar hasta tres cigarrillos en tan solo media hora.


-Algo, es solo que comenzó a dolerme la cabeza…


-¿Por qué no nos cuentas algo sobre ti, Kennedy?- me preguntó el hombre que conducía el bote a motor.- ¿cómo es la vida de un mercenario?, estoy seguro que te han sucedido muchas cosas en tu vida.


- Cosas buenas y malas….- contesté con una sonrisa sin dejar de mirar a las estrellas.- quizás me han pasado tantas cosas como a cualquier persona en el mundo.


-¿Alguna que destaque por sobre otras?


-Pues, hace unos años fui a un lugar llamado Arkleys para liberar a un preso que en su cuerpo llevaba tatuada una información muy relevante para el gobierno de mi país. Aún recuerdo esa travesía como si hubiese sido ayer… y a los amigos que perdí.


-¿Arkleys?... no conozco esa cárcel.- comentó Frank


-Nadie la conoce. Allí no existen los derechos humanos, es un infierno…


-¿Alguna otra experiencia similar?


-Varias…- respondí acomodándome en el suelo del bote.- No sé si conocen a un tal Adam Raynolds…


-Yo sí, es un asesino, ¿no?- contestó quien iba al mando de la nave.


-Sí, es uno de los genocidas más peligrosos de la última década… a cambio de un trato debíamos ir a rescatar a su hermano a un pueblo verdaderamente aterrador.- hice una pausa en ese momento para recordar más detalles de aquel lugar, pero preferí no profundizar mucho.- lamentablemente las cosas no salieron como esperábamos y su hermano,… bueno, estaba muerto…. También tuve la oportunidad de conocer a un niño con una sorprendente y extraña capacidad mental, asesinó a casi 20 personas él solo… actualmente el gobierno lo tiene cautivo bajo observación en un complejo militar desconocido.


-Uff, pues vaya que sí te ha tocado duro…


-Lo sé, y esa vez pude haber muerto… - contesté tomándole por primera vez el peso a esas palabras.- ¿Porqué no me hablan de la ciudad a la que voy?


-No podemos, Kennedy. Quien ha organizado esto te recibirá y te contará todo una vez lleguemos al puerto, de hecho se han producido muchos problemas para poder realizar esto de una forma legal… es por ello que te llevamos en este botecito y a estas horas de la madrugada.


Volví a observar las estrellas y a la enorme luna llena que se alzaba triunfante por sobre aquel mar oscuro y gigantesco, la horrible y conocida sensación de muerte me invadía una vez más.

Al cabo de unas horas pude ver tierra a la vista, no tenía la más remota idea de donde me encontraba ni hacia donde me dirigía, solo sabía que hasta hace un par de días me fueron a buscar a mi apartamento unos agentes federales que posteriormente me trasladaron hasta la costa en helicóptero, la orden esta vez no venía desde arriba sino mas bien de un grupo de personas influyentes. Llegamos finalmente al muelle y amarramos el bote a uno de los pilares.


-Si esto es un secuestro, debo decir que ustedes dos, muchachos, han sido los captores más simpáticos que he podido conocer.- dije estirando mis piernas ya sobre el piso del muelle.


-Jeje… cuidado, que a lo mejor luego podrías desear haber sido secuestrado…


-¿Sí?, ¿porqué?


No me contestaron, sin duda conocían mas detalles de lo que verdaderamente pasaba y sabían que se trataba de un lío gordo. Por un momento creí que debía eliminar al presidente de algún país europeo, o asesinar a un dictador… estaba pensando en esto cuando oí que unos pasos se acercaban hacia nuestra posición, era un tipo de bigotes y llevaba un uniforme militar de los EEUU.

-¿Leon Scott Kennedy?- preguntó con voz amable.- soy el capitán de infantería de los Estados Unidos Howard Stype. Lamento mucho haberte traído a este lugar de forma tan clandestina, reconozco que no ha sido la forma más ortodoxa, pero tengo mis razones.


-Está bien, capitán.- le contesté devolviéndole el saludo.- me entretuve mucho con el videojuego de Frank aquí presente cuando veníamos hacia acá.


Abordamos un jeep y del muelle nos trasladamos por unas estrechas y solitarias calles hacia otro punto el cual yo desconocía por el momento. El capitán conducía a toda velocidad.

-Leon, estamos entrando ya a la ciudad. El lugar ha sido declarado zona de catástrofe, ya te darás cuenta porqué…, el asunto es que en medio de todo este infierno debemos sacar con vida a una niña pequeña, hija del primer ministro… su nombre es Rose.


-¿Cuántas probabilidades hay de que se encuentre con vida?- pregunté considerando que si la respuesta era menos de un 20 % entonces la misión podía simplemente naufragar.


-Altas, digamos que un 60 %. Escucha… no irás solo.


Finalmente llegamos a un campamento protegido por altas murallas, seguí al capitán hasta una tienda en donde un grupo de militares revisaba un mapa. Me sorprendió ver en aquel lugar tanto ajetreo, contrastando con la soledad que momentos antes pude ver en el camino hasta ahí.

-¿Conoces Las plagas?- me preguntó el capitán mientras ingresábamos a la tienda.


-¿Es una broma?- le contesté.- cómo podría olvidarlo…


-Bien, Tricell ha llegado a este continente y más específicamente a esta ciudad con el virus maldito, escúchame bien… aún no sabemos cómo, pero los niños y mujeres no son inmunes como antes. La inteligencia y el nivel de violencia con el que actúan los infectados es verdaderamente anormal. Discúlpame que te hable tan rápido, pero es que el tiempo apremia… ¿hay algo que quieras decirme?


-Muchas cosas…- le dije.


El grado de nerviosismo que mostraba el capitán y los demás hombres me asombró muchísimo y terminó por contagiarme. Sin duda esto no iba a ser un paseo por el campo, pero… ¿Qué les hacía suponer a ellos que yo estaba aceptando la misión?


-Leon, te presentaré a quien irá contigo….- me dijo el capitán justo cuando un grandulón entraba a la tienda.- su nombre es Chris, Chris Redfield.


















-Kennedy… he oído hablar mucho sobre ti. Es un gusto poder verte a la cara.- me dijo Chris.










Próximamente Capitulo 2




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sábado, 5 de febrero de 2011

Machinna
















En medio del desierto sudamericano una célula de la compañía Tricell trabajó arduamente durante meses en unos fármacos producidos a través de una exótica planta ubicada por aquellas regiones del continente, sin embargo algo salió mal y una llamada de auxilio nos alertó de que se había desatado en el complejo científico el brote de un virus cuyo nombre no recuerdo en estos momentos, pero que los síntomas eran ya bastante familiares para mí y para los demás hombres que acudimos en el rescate del Dr. Davis Pealee.

Aquel complejo “farmacéutico” quedaba bien adentrado el desierto y tardamos alrededor de 1 día y medio en llegar al lugar. Decidimos detener el jeep a unos 200 metros de distancia y recorrer el trayecto faltante a pié para asegurar de mejor forma el perímetro. El lugar lucía como un bunker militar abandonado, algunos de mis compañeros (que no estaban muy al tanto de las últimas operaciones de esta compañía) se vieron sorprendidos ante el hecho.

-Hey, Leon…- se acercó a mí un agente de apellido Roosevelt.- ¿conoces al sujeto que venimos a rescatar? El tal Davis Pealee…


-No, no le conozco.- contesté mientras seguíamos avanzando.- es probable que esté muerto o infectado, al final es lo mismo. De todas formas puede haber algún sobreviviente.


-Te recuerdo que las instrucciones fueron bien claras al ordenarnos que solamente debíamos preocuparnos por ese tal Davis.


-Roosevelt… eres un buen tipo, pero esta es tu primera misión de rescate.- Le dije.- Créeme que no podrás dejar abandonado a un sobreviviente que te suplica directo a los ojos, aún cuando no se trate de quien vas a rescatar.


Continuamos avanzando bajo el implacable calor del desierto hasta que nos topamos frente a frente con la entrada del complejo militar, se trataba de un enorme portón de hierro abollado que dificultaba su apertura. Entre los seis hombres hicimos fuerza y tras varios intentos finalmente cedió y ante nosotros se dejó ver la oscuridad absoluta del interior del bunker. Guardamos silencio por alrededor de 5 minutos y no podíamos oír nada salvo el silbido del viento, no habían señales de vida o movimiento de personas infectadas.

-Bien, vamos a entrar.- dijo Travis quien estaba al mando de la misión.- Leonard, Smith y Moore se quedan acá cuidando la entrada, Kennedy y Roosevelt bajarán conmigo.

A medida que nos adentrábamos en aquel lugar iban apareciendo cadáveres por el suelo, fuimos revisándolos uno por uno para ver si alguno se trataba del Dr. Pealee, y pude notar que ninguno de ellos presentaba rasgo de infección o de mordeduras, más bien podría decir con total certeza que su deceso fue causa de una anemia aguda ya que todos los cadáveres habían perdido gran cantidad de sangre.

-Uh, ¿se imaginan uno de estos se levanta y comienza a gemir?- dijo de pronto Roosevelt mientras caminábamos entre los cadáveres.- me orinaría en los pantalones antes de jalar el gatillo.


-Hasta el momento todo va bien… no seas pájaro de mal agüero, Roosevelt- le contestó Travis.

Finalmente llegamos a la entrada de un laboratorio principal que se abría mediante una tarjeta electrónica que debíamos pasarla por un visor,… típico.

-No tenemos la maldita tarjeta, ¿será que alguno de los cadáveres la tenga en uno de sus bolsillos?


-Aléjense…- ordené, y le dí dos tiros al visor electrónico. El cortocircuito arruinó el cerrojo y la puerta se abrió.- Listo, es un truco que aprendí tras años de tener que buscar llaves y tarjetas como un idiota.


-Bien, Leon… ahora entremos.

Entramos al laboratorio principal, era una enorme estancia decorada con cuerpos y miembros mutilados por doquier, buscar al Dr. Pealee se transformaba en una verdadera lotería y bajaba considerablemente ya las chances de que se encontrara con vida. Nos separamos y comenzamos a chequear los rostros de cada uno de los cadáveres para ver si coincidía con la fotografía que llevábamos del Dr. Davis Pealee, sin embargo era inútil. De pronto me fijé en un bulto que había en un rincón y me fui acercando con el máximo de cautela, al llegar a los dos metros de distancia le apunté con mi escopeta creyendo que se trataba de un infectado, pero grande fue mi sorpresa al darme cuenta que era ni más ni menos que Davis Pealee. Se encontraba en agachado como escondiéndose de algo y repetía una palabra en voz baja de forma desesperada.

-Machinna…. Machinna… machinna….


-Dr. Davis, ¿se encuentra bien?, somos del gobierno norteamericano y hemos venido a rescatarle.


-Machinna…. Machinna….- continuaba repitiendo de forma incomprensible.


-¡Muchachos!, ¡le he encontrado, por acá!- exclamé y al instante Roosevelt y Travis llegaron a mi lado.


-Doctor, es usted muy afortunado…- le dijo Travis.- Venga, se acabó… hemos venido a rescatarle, por cierto ¿Qué ha pasado?, ¿qué ha matado a toda esta gente?


-Ma… chinna….


Roosevelt, Travis y yo nos miramos confundidos sin acabar de comprender nada en absoluto.


-Doctor Pealee, ¿que es eso de Machinna?


El doctor apuntó con su dedo flaco y tembloroso hacia una estructura que yo momentos antes había confundido con una suerte de amueblamiento, pero en ese instante se reveló ante mí y ante mis compañeros un ser enorme que articulaba todo su exo-esqueleto a modo de disfraz y que había permanecido oculto ahí todo ese rato. Su rostro era horrible y ahora al recordarlo creo que su extraña mueca se trataba de una sonrisa. Aquella mole de 3 metros de altura se irguió ante nosotros y nos dejó ver la colección de cabezas que sostenía en uno de sus brazos robóticos.


-¿Qué demonios?… ¿qué es eso?...- preguntó Roosevelt boquiabierto ante la terrorífica escena, pero ninguno de nosotros pudo contestarle al muchacho.


De pronto abrió su boca y chilló de una forma tal que rompió todos los cristales a unos 10 metros a la redonda, nosotros nos cubrimos los oídos hasta que el grito se apagó. Apenas y el armatoste guardó silencio cogimos al Dr. Pealee y lo trasladamos hacia la puerta de entrada con la intención de huir de ahí, sin embargo la puerta se cerró de golpe amputando el brazo izquierdo de Travis. Su grito desgarrador hizo que aquel androide se viniera contra nosotros, me llevé al Dr. Pealee tras un escritorio mientras que Travis se quedó descargando toda la munición de su metralleta de servicio, pero increíblemente las balas no alcanzaban a llegar a su objetivo… como si un invisible campo de fuerza las hiciera rebotar centímetros antes de llegar a él. Aquella cosa cogió a Travis de su cráneo y lo levantó a 1 metro del suelo, el agente le arrojó su metralleta vacía mientras maldecía y pateaba en el aire a lo que el ser pareció responder con una sonrisa, luego simplemente le reventó el cráneo al cerrar su mano cibernética.


-¿Has visto eso?... ¿ha… has visto eso?- me preguntó Roosevelt abriendo sus enormes ojos.


-Así es, esa cosa ha asesinado a Travis… al parecer seguimos nosotros.


-¡N-no digas eso!… ¡no quiero morir!


-Tranquilízate, Roosevelt…debemos idear un plan mientras esa cosa parece estar ocupada.- Y en efecto, se entretenía desmembrando el cuerpo del pobre Travis como si hurgueteara para ver de qué estaba relleno.- Nuestras armas no le hacen daño, ya vimos que las balas le rebotan…


-¡Tengo una granada!,¡le… le arrojaré una granada!- exclamó mientras se ponía de pié para lanzar el proyectil.


-¡No lo hagas, le rebotará!- grité, y en ese instante aquel androide se fijó en nosotros.

Roosevelt arrojó su granada y tal como lo supuse, ésta rebotó a centímetros del ser y se devolvió hacia nosotros justo antes de estallar. La explosión fue terrible y la luz me cegó por unos segundos antes de salir disparado hacia atrás agarrado del brazo del Dr. Pealee, a Roosevelt se le incrustaron cientos de esquirlas en su rostro y por un instante cayó inconsciente al suelo. Yo tardé en recuperarme de la sordera y la ceguera temporal, apenas logré hacerlo agarré a Davis Pealee y lo puse a salvo bajo un escritorio, luego temí por mi vida… no encontraba la manera lógica de derrotar a ese “monstruo” ya que nuestras armas no le dañaban en lo absoluto, hasta que se me vino a la cabeza la idea de que mi única alternativa era un combate cuerpo a cuerpo, pues si al parecer había matado y desmembrado a todas esas personas con sus manos entonces cabía la posibilidad de un contacto físico. La idea era absurda y peligrosa, pero mi vida corría verdadero peligro y no me podía quedar sin hacer nada, la enorme mole caminó de forma lenta y robótica hacia el inconsciente Roosevelt con la intención de liquidarlo y fue ahí cuando corrí a sus espaldas con un extintor en mis manos y acompañado de un grito para darme valor y fuerzas, solo logré darle un contundente golpe y el extintor saltó lejos al chocar con su estructura de hierro, aquel ser se dio vuelta y me observó sonriendo.

-¡Machinnaaaaaaaaaaaa!- gritó y de un manotazo me aventó contra un muro, ahí fue donde me rompí dos costillas al caer.


Escupí sangre y pude distinguir a aquel extraño armatoste robótico venir a mi encuentro.


-¡Roosevelt!... ¿estás bien, chico?...- pregunté apenas logrando hacer que mi voz saliera.


-Kennedy… mi rostro… no siento mi rostro…


-Parece que hasta aquí llegamos…, nunca entenderé qué fue lo que acabó conmigo…


-No digas eso, Kennedy…-Roosevelt se había puesto de pié y comenzó a dispararle al robot de forma inútil con su pistola de servicio. El ser pareció enfadarse mucho pues esta vez se dirigió corriendo hacia Roosevelt y de una patada lo arrojó contra un estante de productos químicos.


-Jajajajajajaja… Machinna….. Jajajajajaja- parecía reír el armatoste mientras se dirigía al cuerpo del agente caído.


Al llegar junto a él, lo cogió por sus ropas y lo elevó a la misma altura que al pobre Travis, creo sin temor a equivocarme que llegué tan solo a una fracción de segundos antes que le desnucara, corrí por detrás y no encontré nada mejor que subirme por su espalda y taparle el rostro con mi remera, increíblemente la estrategia surtió efecto y la criatura se vio cegada a partir de ese instante, soltó a Roosevelt y comenzó a dar manotazos al aire para intentar deshacerse de mí.


-¡Machinnaaaa!, ¡Machinaaaaaaa!- era lo único que gritaba con su voz metálica mientras yo luchaba por mantenerme firme en su lomo.


-¡Roosevelt, despierta!, ¡Roosevelt!, ¡lo podemos derrotar!- gritaba yo desesperado sin saber cuanto más podía resistir, pero el agente no reaccionaba. De pronto el Dr. Davis se asomó de su escondite y contemplaba la escena asombrado.


-¡Dr. Pealee!, ¡ayúdeme!, ¡salga de ahí y venga a ayudarme!

El Doctor, quien evidenciaba ya cierto trastorno nervioso a causa de la experiencia vivida como único sobreviviente, salió de su escondite y se acercó a mí. Le pedí que cogiera una de las granadas que quedaban en el cinturón de Roosevelt y la envolviera en su bata de doctor, si estaba en lo correcto el campo invisible del androide podía repeler cualquier tipo de proyectil lanzado a gran velocidad, como las balas, misiles, o bien granadas, pero si se la acercaba camuflada y empuñada en mi mano, entonces tenia una oportunidad. Y así fue, el doctor me pasó la granada envuelta en la bata blanca y le quité el seguro con mis dientes, claro que para poder recibirla tuve que soltar un lado de mi remera y el ser aprovechó para cogerme de una de mis piernas, antes de caerme de su espalda incrusté la granada activada entre sus múltiples articulaciones a la altura de su cuello robótico. La enorme mole estaba verdaderamente enfadada, no alcanzó a arrojarme lejos ya que la granada explotó antes de que lo hiciera y salí despedido por los aires con su brazo incrustado en mi pierna, caí sobre un montón de vidrio molido recibiendo todas las esquirlas de la granada en mi pecho de forma directa ya que me encontraba sin remera.


No sé cuanto tiempo estuve inconsciente ahí abajo, pero recuerdo que volví a despertar a bordo del jeep en pleno desierto.

-Kennedy, no te levantes… tranquilo, amigo… todo está bien- me dijo Leonard, luego me fijé que quien conducía el jeep era Moore, sin duda los muchachos que quedaron cuidando la entrada bajaron luego tras las explosiones a ver que sucedía.

Incliné mi cabeza un poco y luego deseé no haberlo hecho, vi mi pecho totalmente destrozado rodeado por unas improvisadas vendas, estaba empapado en sangre. A mi lado se encontraba Roosevelt inconsciente aún y junto a él estaba el doctor Pealee, quien como un niño solo me observó con una sonrisa y para variar me dijo: “Machinnaaa”.

Luego volví a desmayarme.




Hace una semana estoy en recuperación en el hospital militar, hace tres días me sacaron de cuidados intensivos y según me han dicho pasado mañana me darán el alta, al menos ya puedo mover mis brazos y una de mis piernas. Le he pedido a mi viejo amigo Kevin que averigüe sobre Tricell y su división de ingeniería robótica, pero nada ha arrojado alguna pista sobre aquella mole de 3 metros, ni siquiera en Google sale algo referente a Machinna. Me siento obsesionado con descubrir la verdad y el origen de todo esto… y cuando lo haga lo pondré aquí en mi diario.




Odio los robots....

LEON S. KENNEDY, 23:43 PM.


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