martes, 27 de abril de 2010

Arkleys

Séptima parte y final















-Aquí hay un llavero.- dijo de pronto Alexander mientras revolvía el bolsillo de la chaqueta del guardia muerto.

Extrajo el llavero y de un total de 4 llaves, la segunda resultó ser la que correspondía a las celdas de mi pasillo. Alexander finalmente abrió los barrotes de mi celda, y en ese instante los reos de las otras celdas comenzaron a reclamar que les pusiéramos en libertad.


-¡Eh!, ¡danos esa llave!, ¡déjanos huir también!- decían los presos de las distintas celdas.

Justo cuando comenzaba a pensar que quizá no sería una buena idea dejarlos andar libre, Dwight, el guardia infectado se levantó del suelo una vez más para abalanzarse sobre mí, Razkiel y Alexander dieron un alarido de terror y gracias al cielo eso fue lo que me puso en alerta. Le di un golpe con mi puño en el rostro al zombie para luego rematarlo con una efectiva y violenta patada que le desencajó la mandíbula., en ese instante escuché el sonido mas maravilloso que oído alguna vez en mi vida estando en una pelea desarmado (además del sonido de las hélices de un helicóptero de rescate), fue el sonido de una pistola cayendo a unos 70 centímetros de distancia de mi. Me brillaron los ojitos, rodé por el suelo y cogí el arma. El zombie se iba a levantar una vez mas, pero no le di chance, jalé el gatillo y el proyectil le atravezó el cráneo desparramándole todos sus sesos contra la pared.

Me puse de pié y con otro disparo rompí las cadenas que estaban atadas a mis piernas, ahora ya podía correr… si es que debía hacerlo.


-Oh, por Dios…-exclamó de pronto Alexander lleno de asombro, aún no se recuperaba del shock.- ¿eso era un zombie?, ¿un zombie de verdad?


-Así es.- contesté.- escuchen, debo ir en busca de Marshal, si desean irse, ahora es el momento, pero no puedo dejar que me acompañen, no tengo tantas balas y si me piden que sea sincero… no quiero tener que preocuparme por ustedes.


-Me parece un trato justo, Leon.- dijo Alexander quien no tenía ni pizca de ganas de quedarse tras lo que vio.- La cárcel es un caos, será fácil huir. ¿Me acompaña usted, Razkiel?


-Por supuesto que si, muchacho.- dijo el anciano Razkiel, quien cubierto aún con su frazada se dirigió a mí y me dedicó una oración y una bendición de su religión pagana.- que los dioses te sean favorables, amigo Leon.


Una vez se despidieron, ambos se fueron juntos hacia la libertad. Los demás presos comenzaron a enfervorizarse y me exigían que los liberara.


-Escuchen. Ustedes son una gran cantidad, lo mas probable es que si los libero, luego se conviertan en…mmm… “un problema” y deba asesinarlos a todos. Es mejor que se queden seguros en sus celdas y se oculten bajo sus camas hasta que todo esto haya acabado. Traten de entender, por favor, estando en sus celdas no estorban, y mantienen sus vidas a salvo.


No esperé respuesta alguna, al terminar de decir eso, me largué al patio para cruzar hasta el ala de máxima de seguridad en busca de Marshal, supongo que los reos que quedaron en sus celdas conservaron sus vidas…, digo, ninguno ha venido a reclamarme hasta ahora.

Jej, un poco de humor negro…



Bueno, llegué al patio y la situación era un caos total. Decenas de guardias y gendarmes descargando su artillería contra un gran número de infectados (entre ellos había tanto gente de la población penal como del cuerpo de guardias), pero los zombies no retrocedían. Uno que otro caía abatido cuando ya había recibido en su cuerpo cientos y cientos de balas, pero eran muy pocos y en estos casos las municiones se acaban rápido.

Me acerqué al gendarme superior, aquel que me recalcó cuando llegué el primer día que “la iba a pasar muy mal aquí”. El pobre se encontraba acurrucado tras una barricada, temblaba y clamaba a dios por ayuda.


-Dios no tiene nada que ver en esto…- le dije acercándome.- dígale a sus hombres que apunten a la cabeza. Ese es el único punto débil de los infectados.


-¿Eh?, ¿estás seguro? - me preguntó con voz de niño.


-Claro que sí, observe…- le dije, y disparé contra dos zombies de forma certera en sus cabezas. Ambos cayeron fulminados al suelo.- ¿Ve?


En aquel instante el gendarme recobró el valor y comenzó a ladrar órdenes con el mismo tono de voz que desde un comienzo de la historia.


-¡Ya vieron, pobres imbéciles!, ¡disparen a la cabeza!, ¡repito, directo a la cabeza!, ¡acaben con esos mal nacidos!


En ese momento, disimuladamente cogí una escopeta doble cañón que se encontraba apoyada contra un barril y desaparecí de la escena para ir en busca de Marshal. Finalmente llegué al ala de máxima seguridad, tal parecía que aún nada grave había acontecido ahí, sin embargo poco a poco y a medida que me adentraba en aquel húmedo y oscuro pasillo, la sensación de inseguridad se hacía cada vez más fuerte e intensa.

Avancé por el pasillo lenta y cautelosamente, el cuerpo de un gendarme decapitado me advertía que debía tomar todas las precauciones posibles, ¿porqué la propagación del virus?, ¿porqué en esa cárcel? Algo me decía que la respuesta a todas esas interrogantes me la daría Matt Marshal.

Finalmente llegué a su celda, y tal como lo supuse momentos antes, se encontraba totalmente abierta Entré temblando de terror, un terror ya conocido para mí, aquel terror que me ha mantenido vivo y me ha salvado la vida muchas veces y en incontables ocasiones. Matt se encontraba sentado en su cama de espaldas a la puerta de entrada, fumaba un cigarrillo en forma silenciosa.


-¡Marshal!- exclamé al entrar en su celda.- ¿Qué demonios pasa en este lugar?, ¿porqué se ha propagado el virus?


-Ha sido la mafia bacteriológica, Leon…- me contestó con desdén.- originalmente era solo yo el blanco para ser asesinado, pero ¿Qué pasaba si yo le contaba a alguien aquí en el interior de la cárcel sobre el lugar donde se ocultan las reservas de virus-g? No podían correr tal riesgo, por lo que introduciendo el virus en Arkleys aseguraban la muerte de todos en este aislado lugar. Pero he sido mas listo que ellos, ¿sabes? Desde hace mucho tiempo tomé mis precauciones.


-¿Mmm?, ¿a qué te refieres?- pregunté.


En ese momento se levantó la parte de arriba de su uniforme y me enseñó un tatuaje que llevaba en su espalda. Era un dibujo más bien críptico, lleno de líneas que iban de un lado a otro rodeado todo de extraños símbolos.


-Es el mapa…- me dijo volviendo a cubrirse.- llevo el mapa para llegar a aquel lugar tatuado en mi espalda.


-Ya veo…- respondí asombrado.- bien, ven conmigo Matt, debemos largarnos de este lugar.


-Solo que hay un problema, Leon… ahora que tú ya sabes el secreto, pues… ¿Qué les impedirá a los federales matarme cuando me reúnas con ellos?


-Supongo que nada... - dije yo derechamente.- pero, al haberme contado de que llevas el mapa tatuado en tu cuerpo, pues has demostrado tu confianza hacia mí, creo que debes confiar también si te digo que el gobierno te dará un buen trato.


-No, no, no…- me contestó con una maligna sonrisa.- nadie que ha oído este secreto ha vivido luego para contarlo… ¿me entiendes?


-Mas o menos… agradecería que fueras un poco más claro.- le dije con la intención de ganar tiempo mientras se me ocurría algo.

-Si te lo conté, es porque tú no se lo dirás a nadie, es porque vas a morir.














Estuve a solo una fracción de segundos de ser alcanzado por la filosa lengua del licker que permanecía oculto en el techo de la celda, rodé por el suelo y descargué un disparo de escopeta. La repugnante criatura cayó al suelo media aturdida.


-¡Estas loco si creías que iba a dejar que me llevaras con tus federales!- me gritaba Marshal.

Descargué otro disparo sobre el licker, pero este tan solo le atravesó sin provocarle mayor daño. La criatura saltó sobre mi, mas logré esquivarle exitósamente y descargué un tercer escopetazo que le dio de lleno en los ojos. El licker cayó de espaldas y luego de un largo y lastimoso quejido… murió. He de confesar que ha sido el que más fácil se me ha dado matar en mi vida.


-Vaya…- me dijo de pronto Marshal estupefacto y sorprendido.- creía que esas cosas eran mas temibles.


-Llevo 12 años ya enfrentándome a estas bestias.- contesté.- después de cierto tiempo pasan a ser como tus mascotas.


-Bien, Leon… estoy desarmado y sin ganas de vivir…adelante, mátame.- me dijo de pronto de forma muy seria.


-Eres un genocida, y si me preguntan, mereces morir…- le contesté también de forma seria y convincente.- pero esto va mas allá de todo eso, muchas vidas se pueden salvar si cooperas con nosotros y nos ayudas a desbaratar todas las redes de mafia bacteriológica.


Le tendí mi mano, jamás en mi vida había hablado tan en serio. Marshal dudó por unos segundos, pero finalmente comprendió que de una u otra forma la mafia lo quería muerto, en cambio nosotros le dábamos una chance. Accedió y estrechó mi mano en señal de cooperación.


Abrirnos paso en Arkleys fue fácil, salimos de ahí sin mayor problemas y una vez estando afuera vimos como llegaba personal militar. Bastó solo con dar mi nombre para que me pusieran frente al comandante de las tropas y él a su vez me pusiera en contacto con las autoridades del gobierno norteamericano por radio. Dispusieron inmediatamente un helicóptero para mí y Marshal que nos sacara de ese lugar al instante. Una vez en las alturas pude ver abajo la masacre y los focos de incendio que se propagaban en distintos puntos de Arkleys. Siempre pensé que mi corazón se había endurecido ya a este tipo de cosas, que de alguna manera mas me valía cumplir una orden que ponerme a salvar vidas ajenas, creía que ese trabajo ya correspondía a otros, no a mí.


Sin embargo, no pude evitar sentir lo contrario al ver hacia abajo, justo antes de que el helicóptero se perdiera en las alturas,… que Razkiel y Alexander no habían conseguido huir… ambos se habian convertido en zombies.



Marshal ahora trabaja en conjunto con el gobierno de mi país en la ubicación de las redes y líderes que posee la mafia bacteriológica alrededor del mundo. No suelo hablar mucho con él, cada vez que le veo… no puedo evitar recordar mis días en Arkleys.







FIN


Sueño con el día en que comience a pensar mas en quienes salvé que en quienes no salvé...

LEON S. KENNEDY, 23:56 P.M.

Creative Commons License
El diario de Leon S. Kennedy by Marcelo Carter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Marcelo felicidades por la saga arkley la verdad estuvo muy buena
La verdad estuvo buenisima y
Recibiste mi historia ya que te lo envie como archivo adjunto
Felicidades
Jose

Marcelo Carter dijo...

Claro que si José, jej. Muchas gracias y es la próxima que se viene.

Un saludo y gracias por comentar :)

Anónimo dijo...

hey marcelo recibiste mi historia
saludos
jose

Unknown dijo...

excelente historia!! una saga muy interesante!

Marcelo Carter dijo...

Muchas gracias, amigo nadamasivo. Un saludo y mis disculpas por tardar en responder. Espero verte seguido por acá.

salu2

Mery dijo...

WOOOOOOWWWW

Qué tensióóón!!!!!!!

Lo repito y lo sostengo.....
Amo el modo en que escribees, Marcee!!! n.n
Siento que realmente estoy leyendo el diario de Leon!! <3

"Arkleys" ha sido estupenda!
Sin palabras u.u

Y me encantan particularmente los finales que les das a tus historias...... Siempre con un último comentario que te deja con la boca abierta.

Y siempre dando una característica de la personalidad de Leon que de a poco van formando su esencia....

Muuuchas Gracias x compartir tu talento! =D

besoos,,

Mery ;)