domingo, 25 de abril de 2010

Arkleys

Sexta y penúltima parte.
















Esa tarde le expliqué a Alexander que mis intenciones eran confeccionar una cabellera negra y larga como la de Marshal, cosa de que cuando me tocara durante el día ir a dejarle ropa limpia, poder liberarle y dejar un reemplazante en su lugar, podía ser un muñeco o bien el mismo Razkiel, quien luego cuando los gendarmes le descubrieran podría decir que le golpeé o le di algún sedante y lo puse en el lugar de Marshal. Pero el plan tenía sus contras (si es que no quería matar a nadie), y era que Marshal bien podía ir escondido dentro del carrito de lavandería oculto bajo sábanas y frazadas sucias, pero al salir solamente del primer pasillo del área de seguridad debía pasar forzosamente los 4 filtros de inspección. Debía haber un punto entre su celda y el primer filtro en el cual debíamos desaparecer (eso sin contar al guardia que en todo momento me acompañaba)


Con ese dilema rondando mi cabeza me acosté aquella noche. Recuerdo que hubo algo, no sé que cosa, algo me mantenía inquieto y no me dejaba conciliar el sueño, era una rara sensación de incertidumbre y de alerta que no me dejaba tranquilo. Finalmente di con lo que era: todo estaba demasiado callado.


Una noche demasiado tranquila, es un mal síntoma.


Me incorporé en mi litera, y agucé mi oído lo mas que pude,… nada. Todo estaba callado, como los cielos cuando avisan que va a venir una tempestad. Esa angustiante sensación la he tenido incontables ocasiones en mi vida. Terminé sentándome en mi cama, mi organismo ya me estaba avisando, advirtiendo que algo andaba mal. Tantas veces estando en esa clase de situaciones donde no podía dormir pensando que por la mañana podía despertar infectado o devorado. Todas esas noches en vigília activaron de alguna manera en mi cuerpo un acostumbramiento terrible.


Tragué saliva y al mismo tiempo, llegó a mis oídos el primer grito de horror que no oía desde hace meses. Abajo, sentí que Razkiel se despertaba medio embobado mientras que por el pasillo se oían las primeras carreras del cuerpo de guardia que estaba de turno esa noche.”¡Rápido, fue en el ala norte!”, “¡que toquen la alarma!”, “¡comunícate con la central!” eran algunas de las frases que recuerdo iban y venían por el pasillo.


-¿Qué pasa que hay tanto jaleo?- preguntó Razkiel aún semi-dormido.


-No lo sé…- dije, comenzando a temer lo que resultaba casi imposible.


Los pasos iban y venían con apresuradas carreras por el pasillo, bajé de mi cama y me acerqué a los barrotes, me quedé un rato ahí viendo como los gendarmes se apresuraban en ir hacia un punto determinado de la cárcel, intenté preguntar un par de veces, pero tal como lo suponía, nadie me contestaba. Fue curioso, pero al tragar saliva por segunda vez se escuchó un segundo grito aterrador, lleno de miedo y desesperación. En ese momento Razkiel se levantó de su cama y se paró junto a mí con su frazada cubriéndole el cuerpo.


-¿Qué, en nombre los dioses paganos y no paganos, está sucediendo allá afuera?- preguntó lleno de estupefacción.


-No lo sé…- volví a responder, aún cuando comenzaba ya a hacerme una vaga idea de lo que podía estar ocurriendo, pero la detesté con todas mis fuerzas y toda mi alma.


De pronto, el cuadro ya estaba completo: Disparos.


Comenzaron a oírse los ruidos de pistolas y ametralladoras a lo lejos y con ello la alarma de la cárcel empezó a sonar. Miré hacia las otras celdas (hasta entonces no lo había hecho) y vi a los demás reos, todos con una evidente cara de preocupación asomados a los barrotes de sus celdas.”Esto está mal”, pensé y sentí la imperiosa necesidad de salir de ahí, pero no tenía por donde. De pronto desde donde venían los disparos y gritos, vino corriendo por el pasillo un gendarme gritando horrorizado y salpicado completamente de sangre.


-Oh, por Dios…- exclamó Razkiel retrocediendo un par de pasos hasta la litera.


Debía salir, comencé a patear insistentemente uno de los barrotes con todas mis fuerzas, pero era inútil. De pronto y sorpresivamente apareció por el pasillo Alexander


-¡Eh!, ¡Alexander!- grité.


-Leon, ¿tienes alguna idea de lo que sucede?- me preguntó desconcertado mientras se acercaba hacia los barrotes.


-Solo conjeturas, pero necesito salir de aquí, ¡ayúdame a salir!


-La llave la ha de tener el cuerpo de guardia de este pabellón, yo salí porque a uno de los gendarmes de mi área se le cayeron las llaves mientras corría, logré alcanzarla con un palo de escoba.- me explicó.


Le iba a responder, pero un gruñido lastimoso y a la vez terrible nos interrumpió. Alexander se quedó mirando extrañado hacia el otro extremo del pasillo, el cual yo no podía ver estando encerrado.


-¿Qué pasa?, ¿qué es?- le pregunté


-Es Dwight, uno de los guardias de este sector,… pero… luce diferente….- me contestó, con unas palabras que calaron hondo en mi mente.


Comencé a oír los pasos torpes y lentos que se acercaban por el pasillo, aquel ritmo y sonido tan familiar de pasos vacilantes volvían a mi memoria y con ello, el temor también. Tragué saliva por tercera vez, y otro quejido siniestro y tenebroso llegó a nuestros oídos. “¿Qué le pasa a Dwight?”, “se ve muy raro”,”debe estar enfermo”, eran las cosas que oía decir a los reos del lado por donde se acercaba aquel guardia. Sin embargo, parecía haberse fijado única y exclusivamente en Alexander, pues sus pasos se acercaban hacia nosotros, y Alexander era el único que estaba fuera de una celda en aquel pasillo.


-Alexander, no te muevas…- le dije mientras me ocultaba junto a un barrote cerca de la pared.- deja que se siga acercando hasta acá.


-…no sé si sea buena idea…- me contestó Alexander con sus ojos llenos de miedo.- no sé porque creo que me ve como si yo fuese su cena.


-Pues algo así… quédate quieto.- le dije en voz baja mientras empuñaba un tenedor que me había robado del almuerzo, ocultándolo en mis calcetines.


-Pero… ¿estará drogado?...- volvió a preguntar.



Le hice un gesto de “guarda silencio”, y me mantuve oculto, observé a Razkiel, quien permanecía apoyado contra una pared, cubierto con su frazada y con cara de no entender nada. Finalmente Dwight apareció, a solo centímetros de Alexander, y justo una fracción antes de que se abalanzara sobre él, logré sujetarlo por una oreja y lo azoté contra uno de los barrotes, tomándolo por su nuca.


Me miraba y lo reconocí al instante, esos ojos en blanco, ya muertos… esa saliva con espuma blanca que chorreaba de su boca, aquella sangre que salía de su cuello, era un infectado.


La ira, el miedo y la desesperación se apoderaron de mí, una fuerza salvaje hizo que volviera a azotar la cabeza del guardia infectado una y otra vez contra los barrotes, repetidas veces hasta que comenzó a sangrarle la nariz. Alexander, quien aún no parecía darse cuenta de nada, me pedía que me detuviera. Finalmente con mi otra mano le enterré el tenedor en el ojo al pobre desgraciado, se lo hundí hasta que la punta dañó su cerebro. Dwight cayó al suelo.


-Pero, ¿qué has hecho?...- me preguntó Alexander indignado y al borde del terror, creía que lo había matado solo porque sí.


-¿Qué crees que lo maté por diversión o qué?- le pregunté.- era un zombie, así que era él o nosotros.


-¿Un qué?... ¿un zombie?... ¡no puede ser!


-Escucha…- le dije con voz tranquila para intentar hacerlo entrar en razón.- debe traer la llave de la celda en uno de sus bolsillos, búscala.


Alexander obedeció de muy mala gana. Mientras buscaba la llave, yo no podía evitar relacionar esto que estaba ocurriendo con Marshal….







Creo que esta noche volveré a tener pesadillas con ese lugar...
LEON S. KENNEDY, 00:55 A.M.


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