domingo, 4 de marzo de 2012

El escape




















Todo hombre tiene un punto débil, Kim Sarandale lo sabía y por supuesto que yo también lo sabía…


Temible y sangriento mercenario que mantenía cautivos a un grupo de soldados norteamericanos hacia varios días. Paradójicamente su crueldad iba de la mano con una extraña e irracional superstición propia de los hombres iletrados, tal cual era su naturaleza. La muerte para aquellos soldados cautivos parecía inevitable, pues su captor prescindía absolutamente de ellos y si los mantuvo tanto tiempo con vida creo que fue para demostrarles que en ese lugar él era Dios, dueño de sus vidas y de su suerte… algo así como una singular forma de guerra psicológica.

Todo hasta ahí era mas o menos tolerable, sin embargo, uno de los soldados cautivos profesaba una extraña creencia de origen nativo, que comunicó a sus compañeros de celda para intentar levantar sus ánimos. Ésta consistía en que aún con la muerte la vida continuaba y que su deidad espiritual permitía en muchas ocasiones que un hombre muerto regresara para atormentar a quien actuaba de mala forma. No sé como esto llegó a los oídos de Kim Sarandale, quien mandó a llamar a todos los soldados a la sala de ejecución… una vez allí los golpeó a todos y les escupió en sus rostros, posteriormente le disparó a aquel soldado de origen nativo en la cabeza, pedazos de su cráneo decoraron casi toda la sala. Kim Sarandale ordenó que volvieran a encerrar a todos los soldados junto con el cadáver y les advirtió que durante los próximos días los iría ejecutando de a uno, uno por cada día.

Aquella noche los hombres lloraron, era solo cosa de horas para que otro soldado fuera muerto y no había ya absolutamente nada que hacer. Pero por designios del destino un único rescatista había logrado infiltrarse en la guarida y en el calabozo donde los hombres aguardaban la muerte a través de un ducto de aire, en un par de minutos acabó por enterarse de todo lo sucedido. Comprendiendo que en tan solo unas horas más otro soldado podía morir comenzaron a elaborar la huída de forma inteligente, pues un rescatista pobremente armado no sería mayor obstáculo para Kim y sus hombres.

Finalmente el segundo día de ejecución había llegado, los mismos soldados del día anterior (con su baja) fueron llevados a la sala de ejecución donde el sanguinario Kim esperaba ansioso. Fueron puestos en fila ante el tirano y éste cargaba de forma tranquila y despreocupada su escopeta para liquidar a otro soldado al azar, pero de pronto, 3 fuertes golpes llamaron a la puerta de la sala, uno de los soldados la abrió y petrificado apenas pudo balbucear un par de palabras mientras retrocedía espantado. La puerta terminó de abrirse por completo… y allí en el umbral se erguía la cadavérica figura de aquel soldado muerto, manchado por completo de sangre y con pedazos de sesos colgando de su cabeza herida…

Kim palideció hasta volverse blanco, el soldado nativo venía por él, sus ojos se revolvieron y tras un fatídico suspiro se desplomó cayendo muerto al suelo. Lo que vino después fue una batalla entre los cautivos y los soldados que aún se encontraban paralizados en el interior de la sala de ejecución. Fue fácil bajarlos mientras se encontraban desprevenidos. Posteriormente apoderándose de sus armas aquellos hombres se abrieron paso hasta la zona segura donde el rescatista momentos antes había designado una posición para ser rescatados. Todo había salido a la perfección, durante la madrugada el rescatista se había caracterizado como el soldado muerto, recurrió a sus ropas, su sangre, tomó hasta pedazos de sesos y cráneo para simular su herida en la cabeza, luego mientras los soldados prisioneros se encontraban en la sala de ejecución, él mediante su pistola con silenciador había eliminado a un considerable número de hombres de Kim en los pasillos para luego tocar a la puerta y entregarse a la bizarra representación. Kim Sarandale falleció al instante, nunca antes había visto morir a alguien del susto… y es que yo conocía muy bien a Kim y sabía perfectamente de su obstinada superstición a estos temas…


Jamás podré olvidar el horror en el rostro de Kim en sus últimos instantes de vida, y es que aquel disfraz era perfecto, lo supe apenas pude echar un vistazo en el primer espejo que encontré...












Morir de miedo...

LEON S. KENNEDY 00:57 A.M.


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2 comentarios:

AdrianSalvatori dijo...

Jajajajaja por un momento dude del hecho de que fuese Leon aquel rescatista jaja

Marcelo Carter dijo...

xD, pues si, la idea era mantener ese detalle oculto hasta el final jeje. Saludos amigo Adrian :)