CAPITULO 2
La camarera ha
venido a trabajar al bar en su día libre, es un trato que ha hecho con su
empleador… un tipo llamado Stan, ambos salen beneficiados… ella gana dinero
extra y él no debe preocuparse de buscar
otra persona para el día sábado. Ya es tarde y no queda ni un solo cliente en
el lugar.
-Bien, Stan.
El piso ya está limpio… solo quedaron unas copas en el fregadero, mañana me
encargo apenas llegue, ¿bien?- dijo la camarera apoyando el trapeador en una
pared.
-Muy bien,
Lucy. Muchas gracias por venir hoy, ¿Cómo estuvieron las propinas?- le pregunta
su empleador dejando el libro de ventas y la calculadora a un lado.
-Pues ha
habido días mejores.- contesta la mujer poniéndose una chaqueta color gris.- No
sé qué ha pasado hoy que ni se compara con otros sábados… la clientela bajó
demasiado.
-Sí, también
lo noté. Bueno, Lucy… ve a casa con cuidado. En la tele han informado sobre
riñas y disturbios en los pueblos aledaños al desierto, dicen que es más o
menos grave… no lo sé.
-Quizás por
eso anda poca gente.- comenta Lucy acercándose a la salida.- Bien, Stan. Nos
vemos mañana, buenas noches.
La mujer
sale del bar junto a la carretera en medio de un silencio y una tranquilidad
casi sepulcral. Con cierta prisa se acerca a una camioneta, al parecer es de su
pertenencia… está a punto de llegar a ella, pero yo salgo de mi escondite
oportunamente y la empujo contra el vehículo. Con mi mano izquierda tapo su
boca y con mi derecha le destrozo el pecho hasta llegar a su corazón.
-Tranquila…
vamos, déjalo ir… exhala…- le susurro mientras clava en mí una mirada de horror
totalmente indescriptible.
Con mi mano
busco su corazón hasta que doy con él, finalmente se lo arranco con violencia.
La mujer aún vive, aún está consciente… con un terror mortal ella puede ver su
órgano muscular entre mis dedos, destapo su boca… pero ella apenas puede emitir
sonido alguno.
-Vamos, Lucy…
exhala… déjalo ir de una vez.- le digo, y ella obedece. Sus ojos se tornan
blancos y finalmente cae al suelo desvanecida. Su corazón aún está caliente… me
lo llevo a la boca, el primer bocado siempre es exquisito.
Han pasado
ya algunas horas y me doy un festín con su abdomen. Ya no necesito ocultarme
pues el lugar se ha repletado de personas con mi misma enfermedad, de cualquier
edad y sexo. Stan, el empleador de la camarera no logró huir a tiempo y en
estos instantes está siendo devorado por unos 6 sujetos, tres de ellos son
apenas unos chiquillos.
-¿Me
convidas una pierna?- me pregunta de pronto un hombre negro con una fea cicatriz
en su cabeza calva. El cadáver de Lucy es mucho para mí, por lo que no vacilo
mucho antes de acceder a su petición.
El hombre de color se sienta junto a mí y
comienza a comer de la extremidad de la mujer. Tras algunos minutos este me
entabla una conversación.
-¿Cómo te
llamas?- me pregunta con la boca llena. En este punto acabo de darme cuenta que
no recuerdo ya muchas cosas sobre mí… solo sé que me llamo o me identifico con
el nombre de Leon… solo eso, sé que la palabra Leon se relaciona conmigo.
-Creo que es
Leon…- contesto de forma sorprendida.- pero no estoy muy seguro… ¿el tuyo cuál
es?
-El mío es
Peter, lo he grabado en la solapa de mi traje, ¿ves?- y me enseña un montón de
letras mal escritas con tinta en la solapa de su traje.- Me lo aconsejó una
mujer que conocí en el pueblo de más arriba. La memoria se va ir borrando de
forma evidente… cada vez con más prisa, por eso es mejor que escribas tu nombre
mientras lo recuerdes en tu brazo, o en tu traje o donde te parezca mejor.
-Lo tomaré
en cuenta…- respondo aún aturdido por tal revelación.
-¿Y hacia
donde te diriges?
Hago el
esfuerzo para poder recordar algo, pero me es inútil. No sé de dónde vengo ni
hacia donde voy… solo sé que tengo mucha hambre, el hambre es el que me mueve.
-Ahmm… la
verdad es que no lo sé.- respondo casi con vergüenza.
-Ya veo…- me
contesta pensativo.- tenemos suerte de poder aún articular algunas palabras. Sé
que al hablar apenas se me entiende… y tú, la verdad es que difícilmente se te
entiende lo que hablas. He visto a otros en un estado más avanzado que el
nuestro… se mueven lento… no hablan, sino que gruñen. Son torpes y débiles. No
quiero llegar a ese estado, pero no hay que ser un genio para darse cuenta que
para allá vamos.
-¿Y qué
sugieres?- le pregunto.
-Bueno, me
he estado fijando en nuestro comportamiento y en lo que sucede… y he llegado a
la conclusión de que la respuesta no la tenemos nosotros, es decir, míranos… un
montón de hediondos con piel grisácea que se pelea por un poco de carne tibia.
Eso es todo lo que hacemos…, sin embargo, los de “carne tibia” parecen tener
una mejor idea de lo que está pasando. Ellos tienen la respuesta y quizás la
solución de todo, pero apenas nos ven huyen despavoridos… no los culpo, ¿sabes?
Pero si tan solo hubiera una forma de que nos puedan escuchar…
-Es difícil…
- le contesto con pesadumbre.- todos salen huyendo, y los que no… pues, es difícil
no resistirse la carne tibia. Los que no huyen terminan convirtiéndose en cena.
De pronto un
sonido familiar llega a mis oídos, algo que apenas puedo reconocer. Como en
cámara lenta me fijo que una por una las demás personas van cayendo al suelo
heridos y otros sencillamente muertos por algo invisible que los golpea en sus
cuerpos y cabezas. Al instante reconozco que se tratan de balas, me abalanzo
sobre Peter y lo empujo al suelo para salvarle.
-¿Eh?, ¿pero
qué sucede?- me pregunta confundido.
-Nos están
disparando balas. No me preguntes, pero sé que son peligrosas… ven,
escondámonos.
Con Peter me
escondo tras unos barriles que hay junto al estacionamiento del bar. La ráfaga
de tiro continúa siendo disparada contra nosotros.
-¿Esas balas
nos matan?- me pregunta sin comprender.
-Temo que
sí, no sé aún porqué, pero las reconozco.- le respondo mientras observo a otras
personas igual que yo caer inertes al suelo.- Son los “carne tibia”… han venido
a vengarse, nos hemos comido a muchos de ellos.
-Leon,
¿sabes qué significa esto?- me dice de pronto Peter entusiasmado.- Es nuestra
oportunidad… debemos intentar comunicarnos con ellos. Ponme atención, tú no te
ves tan mal… de no ser por tu ojo izquierdo te verías igual que un “carne tibia”,
solo que estás más hediondo y con un color de piel más gris. ¿Tienes con qué
taparte ese ojo?
-Sí… creo
que sí… unos anteojos oscuros- le respondo con nerviosismo.
-Perfecto.
Debes ser valiente, sé que tú puedes… debemos aprovechar que aún conservamos
cierta inteligencia. Te pones esos anteojos y sales del escondite con tus manos
en alto, debes fingir que eres uno de ellos… ¿entiendes?
Los disparos no cesan, el sonido me marea, me
da náuseas… apenas y puedo entender el plan de Peter.
-Leon, por
favor, ¿entiendes lo que te digo?- me vuelve a preguntar con exasperación.
-Sí… está
bien… lo haré a la cuenta de tres…- le contesto invadido por el temor.
Peter
asiente, yo me pongo los anteojos oscuros y comienzo a contar….
proximamente CAPITULO 3
El diario de Leon S. Kennedy by Marcelo Carter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License.
3 comentarios:
que increíble historia Marcelo :o , interesante y digamos un poco extraña, aunque es interesante ver lo que pasa desde la perspectiva de los zombies infectados, me gusta esta nueva sugerencia dentro de tu repertorio de historias, esta excelente, espero con ansias el prox cap,saludos
Gracias, Maular me alegro que te guste jej. Me siento bastante cómodo con esta historia la verdad, creo que es una de las más interesantes desde "Arkleys" -.-
Ps me sorprendió su argumento i es geniaal. Veremos como continua :)
Publicar un comentario