-Canción favorita… ¿cuál es tu canción favorita?- me
preguntó Christine sonriendo.
-Ahh… veamos.- comencé a pensar.- esa está difícil. Me
gustan muchas canciones, pero mi favorita… nunca lo he pensado, quizás Purple
Rain de Prince.
-Jaja, ¿te gusta Prince? Eso es lindo.
-Lo guardo como una especie de secreto embarazoso…- dije con
una sonrisa.- ¿Y tu canción?
-Ah-ah. Espera tu turno, chico guapo. Aún no terminamos.
Había conocido a Christine en el hospital. Ella había tenido
un accidente vascular y yo me recuperaba de una lesión bastante fea de una de
mis rodillas. Era una chica realmente interesante y atractiva, con una
personalidad encantadora. No pasaron muchos días hasta que tras unos correos
electrónicos acordamos salir a comer y… finalmente nos encontrábamos allí, en
el TRACY’S comiendo sierra ahumada acompañado de un excelente y embriagador
vino blanco.
-Sabes, estaba pensando y sin duda esta ha sido una cita
interesante,… fuera de lo común.- me dijo de pronto mientras rebanaba un pedazo
de pescado.
-Lo dices por la pistola que traigo bajo la chaqueta, ¿no es
así?- le pregunté adivinando sus pensamientos.
-Sí… jajaja.- me contestó sin poder aguantar la risa.- es
que… me asustan demasiado y no esperaba que bueno… trajeras una.
-De veras lo lamento, Christine. Pero hay cosas que no puedo
dejar de hacer, es algo casi automatizado. Supongo que son los años, no lo sé… ¿necesitaré
terapia? Jaja.
-Más que terapia… quizás necesitas ya que una chica te diga
lo que tienes que hacer…
-Uh, eso está difícil. Seguir las órdenes de una chica no es
mi estilo.- contesté sonriendo.
Luego de la cena venía el postre, Christine eso si pidió una
menta ya que el pescado no le cayó muy bien. Hasta este punto diría que la
química entre ambos era realmente asombrosa, ¿Cómo dos personas podían
encariñarse tanto sin siquiera conocerse lo bastante? Supongo que es esa falta
de cariño… esa apabullante necesidad que tenemos todos de amar y ser amados, y
en mi caso, ya llevaba demasiado tiempo buscando alguien para amar, y
Christine, bueno su historia de soledad y desamor era casi tan nutrida como la
mía.
-Leon…- me dijo ella de pronto.- te voy a decir algo que
jamás he dicho a alguien en mi primera cita, y es que eres un hombre muy interesante.
Me gustaría conocerte más a fondo, pero lo que haces… lo que me has contado,
pienso que choca demasiado con mi forma de pensar…
-Te entiendo, Christine. Créeme que lo hago. Y yo también
quiero que esto funcione y no se desvanezca. Para ello ambos debemos poner de
nuestra parte. Mi trabajo para el gobierno es peligroso… lo sé, pero no quiero
llegar a los 40 años haciendo lo mismo, no sé si me entiendes. En algún punto
eso se tiene que acabar… y espero ser yo quien lo termine y no que sea mi
trabajo el que acabe conmigo.
Christine acarició
suavemente mi mano y sintió una enorme necesidad de confesarse.
-Yo estoy dispuesta a dejar
todo de lado para comenzar algo nuevo junto a ti.- me dijo.- No soy
precisamente una buena persona, y hay cosas que hago que no están bien, pero te
prometo que si me lo pides… lo dejaré de hacer.
-¿Te refieres a tu trabajo de asistente en la
farmacéutica?... Christine, yo jamás te pediría que dejaras de…
-No, no me refiero solo a eso…- me interrumpió con un hondo
suspiro.- Leon, yo… estoy metida en un problema grave, muy, muy grave. Debo un
dinero, se lo debo a un sujeto repugnante e inescrupuloso que desde que me
separé de él me ha hecho la vida imposible. Me ha querido arrebatar mi casa,
¡la casa de mi madre! La que ella me heredó antes de morir. Si no pago el
dinero, este sujeto me dejará en bancarrota y en la calle, Leon.
-¿Quién es?, dime como se llama.
-No, por favor no interfieras…- me suplicó.- Yo ya le he
pagado casi todo, solo me queda menos de la mitad y hoy se acaba todo. Pero
para llegar a ello, he debido hacer cosas que no he querido hacer…
-Por Dios, Christine…- le dije acariciando su mano.- ¿Qué es
eso que has hecho?
Ella guardó silencio,
no quería contarme. La angustia era más poderosa que todo lo demás.
-Vamos…- le dije con ternura.- seguro puedes contarme. Te
aseguro que lo entenderé, y te ayudaré a salir de esto. Si vamos a intentar
algo entre los dos debemos tener confianza el uno con el otro….
-Leon, yo…
No pudo completar
la frase, en vez de ello su voz se transformó en un espantoso sonido gutural
aletargado, cuyo origen vino desde su garganta. De allí una viscosa extremidad
se abrió paso entre hueso, piel y sangre para asomar por su boca. Sus dientes
saltaron desparramados sobre la mesa y la sangre salpicó mi rostro. Sus ojos se
tornaron completamente blancos antes de salirse de sus cuencas mientras que
nariz, frente y boca eran desfigurados por la fuerza imparable de la criatura
que se abría paso desde sus entrañas. No oí un solo grito a mí alrededor, pero
seguramente habían muchos alaridos de horror provenientes de las demás mesas,
de pronto el tiempo se paralizó ante mí y casi no me di ni cuenta cuando mi
mano a través de un movimiento involuntario desenfundaba la pistola que tenía
bajo mi chaqueta. Temblaba, sudaba y apenas podía respirar, pero mi instinto…,
mi instinto ya sabía lo que tenía que hacer. Como un robot saqué mi arma y
apunté al cerebro de la cosa que tenía frente a mí. Yo no reaccionaba en lo
absoluto, pero mi mano operaba por sí sola… jaló el gatillo 3 veces y el
balbuceo infernal de la criatura terminó, luego cayó inerte al suelo. Yo me
quedé sentado en la mesa aún varios minutos después de haber dado muerte al
monstruo. No supe cuanto rato estuve allí… solo recuerdo que las sirenas de las
patrullas en la calle me volvieron a la realidad y cuando me sacaron, el
restaurante estaba vacío… todas las mesas absolutamente vacías.
Pobre Christine,
hacía tiempo que robaba muestras del laboratorio farmacéutico donde trabajaba y
lo llevaba a personas que pagaban mucho dinero. Alquilaba su cuerpo como
transporte y solía tragar ovoides con sustancias verdaderamente peligrosas.
Aquella noche iba a recibir una importante suma de dinero, lo suficiente como
para no volver a alquilar su cuerpo, lo suficiente como para terminar su deuda
con aquel sujeto inescrupuloso, lo suficiente como para poder vivir en paz… una
nueva mutación del derivado del virus-X. Ella obviamente nunca supo lo que
llevaba en su estómago, hasta que los jugos gástricos y el vino blanco
terminaron por corroer el ovoide y en un abrir y cerrar de ojos… su organismo se
doblegó ante el huésped maldito.
No lo sé… no sé como dos personas pudieron quererse tanto,
sin siquiera haberse conocido lo suficiente.
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