Escucho
ruidos… eso es todo.
Ruidos
molestos si es que alguien me pide ser más específico…
Hoy los
adolescentes suelen llamarle “música”. ¿En qué punto los ruidos molestos
pasaron a llamarse música? Supongo que en el mismo punto en que los
adolescentes pasaron a dominar el mundo… pasaron a controlar el mercado. Bien
lo sé por Sarina Torres, adolescente de 15 años estrella de pop para
jovencitos. Hoy está dando un concierto para 65 mil personas en recinto
semi-cerrado. Es una locura, durante un
año de gira por los EEUU esta chica ha ganado más dinero que yo en todos mis
años de vida… contando también las veces en las que mi trasero ha estado
corriendo peligro. Bueno, qué más da… soy un hombre de mediana edad del cual
nadie se preocupa… este mundo es así, y se pone peor cuando el dinero escasea.
A propósito de dinero… me faltan 5 centavos para poder comprar una gaseosa en
la máquina expendedora, creo tener unas monedas en algún bolsillo de mi
chaqueta.
-¡Kennedy!,
¿qué diablos estás haciendo aquí?... ¿porqué no estás en tu puesto?- Me
interrumpe de pronto la voz de Jackson, el supervisor de los guardaespaldas de
Sarina. Es un negrote de casi 2 metros de altura con alma de general de
ejército.
-¿Qué no lo
ves, Jackson?... quiero una gaseosa, por cierto… ¿no tienes 5 centavos que te
sobren?
-Oh, ¿te
crees muy listo, verdad?- me dice acercándose un par de pasos desde el pasillo.-
Sí, debes serlo si a tus treinta y tantos años debes aún estar buscando trabajo…
y para colmo lo único que consigues es tener que cuidarle la espalda a una
chica que en una noche gana más dinero que tú en una década.- el tipo me odia,
pero no me preocupa porque es un sentimiento mutuo, y él lo sabe.- ¿Eh?, ¿qué
sucede?... ¿callado?
-Me duele la
cabeza.- le digo y con alivio encuentro al fin los cinco centavos en uno de los
bolsillos de mi chaqueta.- Ese ese ruido, ¿sabes?... eso que canta Sarina. ¿Has
escuchado “Purple rain” de Prince? Esa es una buena canción, buenos tiempos… lo
de hoy la verdad es que no me va.
Jackson baja la cabeza y esboza una leve
sonrisa. Me va a cortar, lo sé. Francamente no me importa… no aguanto un día
más de gira.
-Como quieras,
perdedor.- me dice.- Tomate tu gaseosa y luego cubre tu puesto. Trabajas solo
hasta hoy… buena suerte cuando estés en la fila de desempleados.
Se va, y la
gaseosa sale de la expendedora. Fría, inerte… húmeda. La destapo y llevo su
contenido a mis labios. De fondo sigue ese ruido y la voz chillona de Sarina haciendo
que sus fans caigan en éxtasis. Con toda la calma del mundo regreso tras el
escenario solo para que me paguen el día y no sea un despido justificado.
Desde mi
posición tengo una vista privilegiada. Sarina y sus bailarines dando un gran
espectáculo para otros chicos casi de su misma edad quienes gritan, cantan,
lloran y se desmayan. Un mar adolescente se extiende por el recinto bailando y
coreando ritmos envasados y letras que no dicen absolutamente nada. Me pregunto
si yo en mi adolescencia fui igual, lo más probable es que sí.
Falta 1 hora
para que el show de Sarina Torres termine, seguramente será la hora más larga
de mi vida. He tenido muchas de esas, parado, bajo la lluvia… o muerto de
calor, completamente solo o con la más tediosa de las compañías, ¿porqué si he
tenido tantas siento que esta será tan tortuosa?, ¿porqué esta será tan
condenadamente maldita? Casi deseo que algo suceda… que algo me salve del…
…
Entonces
sucede…
Me costó
distinguir los alaridos de éxtasis de los alaridos de horror… una a una las
caras fueron transformando su alegría en muecas terroríficas. El rojo carmesí
de la sangre fue salpicando cuerpos y esa mancha fue creciendo
considerablemente entre la masa del público. Los pobres chicos no sabían hacia
donde arrancar… comenzó el caos, la música se detuvo…
Sarina Torres
por fin se calló la boca.
En el escenario
los bailarines huyen, todo el mundo corre tras bambalinas, pero yo avanzo…
firme y decidido. Salgo de mi posición y camino hacia el escenario
preguntándome cómo y porqué… preguntas estúpidas, pero que por una extraña
razón nunca me he dejado de hacer. Aquí
estoy, en el escenario… dueño del show, saco mi revolver y voy hacia el borde
para enfrentarme al público, miles de chicos infectados… muy pronto lo entiendo:
Los
infectados… los zombies… la muerte es mi público, y yo….
Yo soy la
estrella.
El diario de Leon S. Kennedy by Marcelo Carter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License
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