El desierto africano…
Raras fueron las circunstancias que me obligaron a ir a ese
lugar a causa de una razón militar, ligada naturalmente a un incidente
bacteriológico desatado en una pequeña aldea de nombre extraño, tan extraño que
ya no lo recuerdo. Una serie de hechos desafortunados y lamentables habían acabado
con mi munición de armas y suministros de agua, me encontraba totalmente
abatido e indefenso, sin contar también el hecho de que una herida producida
por una esquirla de granada había roto mi rodilla… por lo cual no podía
caminar, sino que a duras penas solo podía arrastrarme.
Lejos de la aldea, y
de todo contacto con algo medianamente “motorizado”, arrastrarme por la tierra,
por el lodo, el follaje y la arena era todo lo que me quedaba por hacer, sin
embargo… la vida me ha enseñado que todo siempre PUEDE SER MUCHO PEOR, así que
ya el hecho de poder arrastrarme lo agradecía infinitamente. Me encontraba
recostado bajo un árbol seco típico de la sabana africana cuando una llamada
por radio me alertó, mi contacto y en ese entonces mejor amigo de infanteria me
tenía una escalofriante noticia: La situación en la zona se había salido de
desmadre y la orden desde los EEUU era retirar a todo el personal militar que
había ido a la zona, no podían ir a recogerme, aún tras enterarse de mi
paupérrimo estado, pero el helicóptero de mi amigo podía esperarme hasta 48
horas desde su posición a unos 20 kilómetros más al norte desde donde yo me
encontraba. Así que sin perder más tiempo emprendí el agónico camino hasta el
helicóptero, eran cerca de las 9 de la mañana y calculaba que a mi ritmo podía
llegar poco antes del anochecer.
A eso del mediodía
salí de la agobiante humedad que me ofrecía la zona de árboles y abundante
vegetación desde donde partí para encontrarme cara a cara con un desolador
paisaje desértico. Comencé a arrastrarme por la arena y debí luchar contra toda
clase de fantasmas que surgían en mi cabeza, todos ligados a la desesperación y
al fracaso. En ese momento deseé haber aceptado la oferta de recibir
entrenamiento de boina negra, pero ahora que lo pienso… para alguien que solo
quería ser policía, y que duró un solo día en el puesto… como tal era mi caso,
me reconfortó el hecho de salir airoso de varias situaciones igual de duras y
extremas en el pasado. A eso de las tres de la tarde sentía que literalmente me
estaba cocinando, me detuve y bebí un poco de agua de mi cantimplora, miré
hacia atrás y pude ver el rastro que dejé con mi cuerpo al arrastrarme por la
arena… me consoló el hecho de no ver la pequeña selva desde donde había
partido, eso quería decir que había avanzado más distancia de la que yo
imaginaba. Iba a reanudar mi marcha cuando un punto atrás a mi derecha llamó mi
atención… me quedé mirándolo fijamente por unos minutos hasta que pude darme
cuenta que se trataba de un hombre, un hombre que venía a mi encuentro. “Tengo
dos opciones”, pensé, “esperar un poco más para ver si es alguien que me pueda
ayudar… o perder minutos preciosos de escapatoria si es que se trata de un
infectado”. Obviamente, me incliné por lo segundo, si se trataba de alguien
normal correría hacia mí o me gritaría algo.
Fingiendo que no vi nada, reanudé mi camino y comencé a
arrastrarme nuevamente. No fue hasta unos 15 minutos después que giré mi cabeza
para mirar hacia atrás y allí, con horror descubrí que se trataba de un
infectado, se había acercado cientos de metros… caminaba de forma torpe y
lenta, pero aún así era más rápido que yo arrastrándome. Lo que más llamó mi
atención fue que el infectado no era ningún desconocido, se trataba del piloto
del avión que nos había llevado a la aldea… su apellido era Dwight, y habíamos
charlado un poco sobre deportes, me contó que había hecho una fortuna apostando
en un juego de los Lakers. Un golpe de terror impactó mi pecho y comencé a
arrastrarme, esta vez redoblando mis esfuerzos para ir más rápido. Cada tanto
iba mirando hacia atrás y comprobé que a ese nuevo ritmo podía mantener la
distancia entre el zombie y yo, que eran unos 35 metros
aproximadamente. Aún ante lo realmente terrible y trágica que era mi situación…
no pude evitar sonreir un par de veces, era hasta cierto punto cómico verme a
mi mismo escapando de un infectado a paso de tortuga, arrastrándome en el
desierto. Al cabo de unas horas, y al sentirme un tanto cansado me detuve y
decidí regalarle a Dwight un par de metros. En ese momento hice algo que de un
comienzo supe que no resultaría, pero no podía dejar escapar la chance de
experimentar…
-¡Hey, Dwight!- grité.- ¿Me recuerdas?... ¡soy Leon!, ¡Leon Scott Kennedy!
El infectado
continuaba acercándose a un temible paso lento.
-¡Dwight!, ¿recuerdas que me hablaste de los Lakers?- volví
a insisitir-¡Por favor, no me comas, hombre!, ¡soy tu amigo Leon!
Pero era inútil, el infectado continuaba su marcha con una
mirada perdida, reflejo de la muerte misma y una bilis repugnante chorreando de
su boca.
-¡Como quieras!... pero te aseguro que no te va a ser fácil
atraparme…, maldito idiota.- dije y comencé de nuevo a arrastrarme por la
arena.
Contrario a lo que
la gente quizás pueda pensar, las noches en el desierto africano son igual de
calurosas que en el día, sin embargo la luz del sol ya no me quemaba ni dañaba
mis ojos, eso ya era bueno. La noche había llegado, y allí bajo la luna… yo
luchaba por mi vida arrastrándome por la arena huyendo de un zombie, totalmente
desarmado y malherido no podía darme el lujo de detenerme para regalarle más
metros a Dwight. Obviamente erré mis cálculos, quizás durante la mañana
lograría llegar al helicóptero, pero para ello no debía detenerme ni un solo
segundo. Era ya entrada la madrugada y el cansancio no me daba tregua, sin
embargo era mi vida la que estaba en juego así que solo debía preocuparme de no
bajar tanto el ritmo.
-¿Hasta donde me piensas seguir?- grité de pronto hacia
atrás.-Te tengo malas noticias, Dwight… estoy seguro que me ves y se te hace
agua la boca por probar este bistec, pero tengo otros planes… y en esos planes
no estoy incluido yo como plato de fondo.
Finalmente llegó el día otra vez. La distancia entre el
infectado y yo se había acortado, pues forzosamente tuve que detenerme en
algunas ocasiones para descansar y con ello Dwight avanzaba algunos metros…
quedamos a unos 20 metros
de distancia. A eso de las 10 de la mañana pude ver una edificación de baja
altura en el horizonte, esa visión fue como un bálsamo para mi espíritu….
Continué arrastrándome con más fuerzas aún hacia ella. Al cabo de dos horas la
distancia entre el zombie y yo era poco menos que de 10 metros… ya no me
quedaban fuerzas, apenas y podía seguir arrastrándome. Mi mente estaba intacta,
pero mi cuerpo… sobre todo mis brazos ya no daban abasto… más de 24 horas
llevaban ya librando una dura batalla para mantenerme con vida. De pronto el
sonido de un vehículo motorizado llegó a mis oídos, del recinto militar al cual
yo arribaba, enviaron un jeep en mi auxilio…. Tardó solo segundos en llegar
hasta donde yo estaba, yo me detuve, no tenía ya más fuerzas… hundí mi rostro
en la arena. No me había percatado de cuan cerca se encontraba el infectado a
mis espaldas, solo sentí un disparo y Dwight cayó a mi lado.
-Hola, Leon… ¿feliz de vernos?- me dijo mi amigo bajando del
jeep con un rifle. Él había eliminado al infectado.
-Solo denme agua… luego vendrán los agradecimientos.-
contesté dándome vuelta en la arena.
-Te vimos con los binoculares, ¿Cuánto tiempo llevabas
huyendo del zombie?
-Lo suficiente como para tener pesadillas con él durante una
semana…
-OK, ¿qué te pasó en la rodilla? No me digas que te
mordieron… si es así el protocolo dice que debo balearte aquí mismo.- me dijo
con cierto dejo de ironía.
-Muy gracioso…- contesté mientras me depositaban sobre una
camilla.- lo recordaré, para cuando me convierta serás tú el primero al que voy
a morder… después de tu esposa.
Ese mismo día
regresamos a EEUU. Aún me estoy recuperando de la rodilla, uso bastón, pero al
menos no debo arrastrarme.
… todo siempre puede ser mucho peor.
LEON S. KENNEDY, 00:27 A.M.
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