SEGUNDA PARTE Y FINAL
Unos cuchicheos me
despertaron en medio de la oscuridad absoluta, poco a poco la palabra llegó con
claridad a mis oídos, se trataba de mi nombre:”Leon”. Alguien me estaba
llamando. Me erguí sutilmente desde donde estaba recostado y por la básica
noción que uno pude tener del espacio reducido en la oscuridad pude comprobar
que dos hombres se habían arrimado muy cerca de mí.
-Tranquilo, soy yo… Charles.- me dijo la silueta que estaba
frente a mí.- no he encendido la lámpara pues no quiero despertar al muchacho,
¿lo oyes roncar verdad?
Efectivamente, a mis
oídos llegaron unos débiles ronquidos desde unos cuantos metros más adelante.
-Hey, te presento a Erich… no hemos tenido la oportunidad de
charlar los tres.- me dijo de pronto Charles.
-Hola…- me saludó la silueta que tenía a mi izquierda. Era
todo muy raro, por unos segundos dudé de haber despertado pues la escena
parecía sacada de un mal sueño.
-¿Qué sucede?- pregunté al fin.
-Debemos hacer algo con respecto a nuestra situación.- me
contestó Charles.- Vamos para el 5to día sin alimento ni agua, y para como va
el asunto… es altamente improbable que algo vaya a cambiar. Pero… yo no quiero
morir, ni Erich tampoco, ni ese muchacho que duerme tampoco, y estoy seguro que
tú Leon… tampoco.
-Lo sé, pero es mejor no pensar en ello, créanme, no se
concentren tanto en la muerte…- contesté.- he estado en situaciones igual de
terribles y esa clase de pensamientos no ayudan en nada.
-Es que ese es el punto, tú estás entrenado para sortear
condiciones extremas, y nosotros no… para nosotros esto es el doble o el triple
de intolerable que para ti. Esta situación es muy oscura y tétrica, Leon… por
ende las medidas que podemos tomar han de ser irremediablemente igual de
tétricas...
No me gustaba. No sé
si era por la oscuridad, o por haber despertado de mal humor, o por encontrarme
rodeado de dos siluetas en un espacio muy reducido, el punto es que me sentía
demasiado incómodo y esa charla no me estaba gustando.
-Bien, ¿y esas medidas son?- pregunté.
-Seamos realistas, debemos comer algo…- me dijo Charles
desde la oscuridad absoluta.- he pensado en ir y tratar de deslizarme por entre
los escombros a ver si encuentro algún camino a la superficie o algo así, pero
estamos muy débiles…y debemos comer.
-Bueno, de ser por eso yo puedo ir y hacer ese intento ya
que me siento menos débil que ustedes…- respondí.
-¿Y si no regresas?...- preguntó de pronto la voz de Erich
quien hasta entonces se había mantenido al margen.- ¿Si vas, encuentras una
salida y huyes?, ¿o si un escombro te cae encima y te aplasta la cabeza? O lo
más probable: ¿si vas y no hay ninguna obertura y vuelves sin nada? El problema
de la comida sigue para nosotros.
-No comprendo, ¿qué es lo que quieren decir?- pregunté un
poco confundido.
-Necesitamos comer, Leon…- me replicó Charles.- Ya sea para
poder movernos o para sobrevivir unos días más, el mandato es el mismo: debemos
comer si o sí.
-¿Y piensan pedir una pizza?- pregunté con tono sarcástico.-
Estamos enterrados varios metros más debajo de la superficie, ¿qué no se han
dado cuenta?
-Sí que nos hemos dado cuenta, Leon… eres tú el que aún
parece no darse cuenta.- me volvió a insistir Charles desde la penumbra.- Tú
estás entrenado, nosotros no y no queremos morir… hay solo una solución para
nuestro espantoso padecimiento y debemos resolverlo de la forma más madura
posible… uno de nosotros debe sacrificarse por el resto, ¿entiendes? Uno de
nosotros deberá morir y ser la fuente de alimento para los demás. La forma más
justa de decidirlo es mediante un sorteo…
Rápidamente los
latidos de mi corazón comenzaron a golpear mi pecho, la sangre volvió a circula
por mi cuerpo y me puse en alerta, dirigí mi mano derecha a mi espalda para
sacar mi cuchillo, pero con horror pude notar que no estaba… lo habían
sustraído.
-No te molestes…- me dijo Erich, la otra silueta.- Te hemos
desarmado mientras dormías… nada personal, solo precaución.
-Escúchenme bien, par de idiotas…- dije atolondrado por el
miedo, las palabras se tropezaban en mi boca.- ¡no podemos hacer esto!, debe
haber otra manera… ¿no se dan cuenta que arriba está sucediendo lo mismo?,
gente se está comiendo a otra gente y ustedes… ¿ustedes quieren hacer lo mismo?
-Piénsalo con la cabeza fría…- me insistió Charles.- Tú
quieres sobrevivir y nosotros también… la forma más justa es dejarlo al azar y
hacer un sorteo, todos debemos estar de acuerdo, TODOS.
-Así es, pero si sigues negándote… quizás no sea necesario realizar ningún sorteo.- Concluyó
Erich.
Esas últimas
palabras bastaron para dejarme petrificado y sin habla. Las dos siluetas se
alejaron y se reubicaron en sus anteriores posiciones. Tenían razón, yo también
quería sobrevivir, yo también me negaba a morir, yo también estaba muriendo de
hambre, pero… ¿acaso era el único que albergaba un poco de sentido común?, ¿Qué
iba a decir Samuel cuando se enterara? Por un momento sentí que el destino nos
estaba empujando a todos a la locura…y a veces también sentía que el plan no
dejaba de tener sentido. Mas valía que tuviera sentido para mí, pues tal como
dijo Erich… si yo continuaba negándome y desafiándolos ¿Qué les impediría
matarme y comerme a mí? Espero que quien lea estos pensamientos que he dejado
en mi diario no se apresure en juzgarme de mala forma, pues de partida debería
antes saber lo que se siente estar en una situación tan extrema y
espantosamente horrible como la mía en aquel momento. No quise volver a
dormirme… tenía miedo. De pronto pensé que sería buena idea hacerles ver que
estaba de su lado lo antes posible.
-Hey, Charles…- llamé desde la oscuridad.
-¿Qué pasa?- me preguntó.
-Está bien, cuando se despierte Samuel le diremos y veremos
que sucede…- dije.
-Bien.- me contestó secamente.
Nuevamente me volví
a dormir.
Reitero que para
quien no sepa lo que es pasar 6 días sin comer absolutamente nada, encerrado a
oscuras varios metros bajo tierra, sin posibilidades de escapar, le va a ser
muy difícil entender a cabalidad como funciona la psicología humana en momentos
tan adversos, y también será muy difícil que juzgue nuestros actos con total
objetividad… he mencionado ya mi desesperación, mis miedos, el dolor insufrible
de mi ojo derecho, cada uno de ellos grandes cargas que reposaban sobre la
débil espalda del sentido común…. Lamentablemente si pones demasiado peso
encima, éste simplemente se quiebra. Con ello no busco justificarme, tan solo
intento poner en el contexto adecuado a quien alguna vez tenga la oportunidad
de leer estas líneas de mi diario, y no se deje sorprender en demasía por la serie de hechos que
siguieron a continuación.
Samuel fue puesto en aviso apenas hubo despertado, el
muchacho lloró amargamente durante varios minutos y luego perdió por completo
el habla. En medio de la penumbra deliberamos con Charles y Erich sobre cuál sería
el mejor método para sortear el desgraciado y macabro juego que determinaría la
muerte de uno de nosotros, claro está que yo no puse demasiado entusiasmo en la
labor. Finalmente optamos por el juego de la “varilla más corta”, unos trozos
de plástico de un pasamano servirían para dicho propósito. Una vez más insistí,
con mi voz quebrada a postergar el terrible sorteo… pedí que me dieran tiempo
para intentar buscar una salida del averiado vagón y luego alguna vía que
condujera al exterior, pero fue imposible razonar y llegar a un punto de
acuerdo…
Finalmente el momento llegó, encendimos la lámpara y poco a
poco nuestros rostros volvieron a hacerse visible… mi ojo derecho apenas podía
tolerar la débil y tenue luz de la lámpara de aceite. Charles se veía mucho más
demacrado que el día anterior y la comisura de sus labios sangraba, supuse que
el hambre le había hecho querer probar un pedazo de su propia boca. Erich
apenas pestañaba, tenía una mirada profunda y una barba desaliñada que a veces,
producto de la angustia y del nerviosismo no dejaba de arrancarse, allí supe
que tenía tanto miedo como yo de participar en el macabro sorteo. Samuel, quien
había caído en estado crepuscular luego de no poder asimilar la situación,
volvió su rostro hacia la lámpara y noté que estaba mucho más participativo… es
más, me atrevería a decir que no tenía miedo y deseaba comenzar el sorteo lo
antes posible. Aquello me descolocó, por un momento me vi solo… absolutamente
solo, rodeado por tres extraños salvajes. Sin embargo, no tardé en verme
contagiado por el mismo éxtasis de la desesperación. El miedo se hace tan
intolerable que suele derivar en estados de euforia y de rabia. Finalmente,
tras mutuo acuerdo determinamos que yo sostuviera los 4 trocitos de plástico y
los fuera ofreciendo. En este punto, al verme ya a apunto de comenzar…
nuevamente el horror se apoderó de mí y pensé en arrodillarme y suplicar para
que me dejaran fuera del juego, pero finalmente y quizás para mi desgracia…
pude contenerme. El primero en sacar una varilla fue Erich, su rostro
permaneció inmutable al notar que la estatura no era ni muy pequeña ni tampoco
muy grande, pero el sudor que recorría su frente era evidente. El siguiente fue
Charles, su varilla resultó ser más larga que la de Erich, y lentamente la
tensión de su cara se fue relajando. A continuación fue el turno de Samuel,
quien con mirada desafiante no demoró mucho en sacar una varilla, era corta,
más corta que la de Erich y la de Charles. El muchacho palideció Fue mi turno, solo me quedé con una varilla
en mi poder…abrí mi mano y con un extraño alivio comprobé que era del mismo
tamaño que la varilla de Erich.
El designio ya estaba hecho. No mentiré, me sentí aliviado
de librarme de la desgracia de ser muerto a manos de aquellos desconocidos,
pero no pude sentirme indiferente a lo de Samuel. El chico estaba pálido…
temblaba mucho y luego vomitó un par de veces. Erich y Charles querían que yo
llevara a cabo la labor de quitarle la vida a lo cual me negué de forma
irrefutable, de hecho, tampoco accedería al sangriento y macabro festín que
sucedería a continuación, apenas solamente acepté participar del sorteo. Samuel
lloraba mucho y yo lloré con él durante largo rato. Finalmente el chico se
encomendó a Dios y con determinación admirable pidió él mismo quitarse la vida.
Así fue… le sugerí cortarse las venas de sus muñecas, eso sería el equivalente
a solamente quedarse dormido, pero él insistió en que no quería desangrarse
lentamente hasta morir, sino que prefería que fuera rápido. Entonces la mejor
opción era una estocada al corazón, con esa idea en mente el muchacho se sentó
y ubicó mi cuchillo de servicio en su pecho. Yo sabía que una puñalada en el
corazón duele mucho y la muerte no es tan instantánea… es decir, pasan de 3 a 6 segundos hasta antes de
morir, lo suficiente para sufrir una agonía espantosa. Sigilosamente me ubiqué
tras él y cogí un pedazo de tubo de pasamano…. Sé que el acto que pasaré a
describir a continuación muchos lo reprobarán, pero por mi cabeza solo pasó la
idea de hacer que Samuel sufriera lo menos posible, el chico alzó su brazo y
justo antes de enterrarlo en su pecho, yo le di un certero golpe en la nuca que
lo dejó inconsciente al instante. Aterrado, me fui a un rincón… no podía dejar
de temblar. Charles y Erich me observaron detenidamente por unos segundos y
luego comprendieron entonces que había dejado en ellos la tarea de quitarle la
vida al muchacho, la chance de que el cargo de consciencia no les permitiera
seguir adelante fue solo un fugaz espejismo, pues Erich no tardó en coger el
cuchillo… alzarlo en el aire y luego, acompañado con un desgarrador grito salvaje,
lo dejó caer una y otra vez en el cuerpo del desafortunado chico. Apagué la
lámpara… no quería ver, y luego me tapé los oídos para no escuchar el salvaje
jadeo que emitían ambos hombres al desvestir y al comenzar a desollar aquel
blando y aún tibio cadáver…
No fue hasta 5 días
después que una explosión sacudió el vagón en donde nos encontrábamos
atrapados. Un contingente militar buscaba un pasadizo oculto para llegar a un
sector impenetrable de la ciudad y se toparon con los escombros que nos habían
tenido cautivos, las explosiones remecieron parte de nuestra “jaula” y logramos
ser oídos por ellos. A veces pienso si hubiésemos soportado estar esos 11 días
sin comer hasta ser encontrados de casualidad por los militares, pero no puedo
ni tampoco quiero creer que la muerte de Samuel fue en vano. También pienso qué
hubiese pasado si la varilla más corta me hubiese tocado a mí… de tanto pensar
a veces he llegado a las conclusiones más extrañas, sórdidas y siniestras que
alguna vez cruzaron por mi cabeza y la verdad… he desistido de hacerlo. Solo sé
que mi vida se la debo a Samuel. Y es que difícilmente yo hubiera sobrevivido
esos 11 días sin llevarme algo a la boca…
Por ello es que pedí apartarme algo especial…
Solamente quise su corazón…
El diario de Leon S. Kennedy by Marcelo Carter is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Unported License.