Mi ojo derecho dolía condenadamente. Íbamos para el 4to día
de aislamiento sin agua y sin comida atrapados a 20 metros de la
superficie de la ciudad. En total éramos
4 sobrevivientes, dos hombres y un chiquillo herido en su pierna. No contábamos
con balas, ni armas de ningún tipo, solo un par de cuchillos. La bomba nos
sorprendió huyendo por las alcantarillas de aquel holocausto zombi que se
desataba en la zona. Finalmente habíamos quedado atrapados en un estrecho vagón
de metro rodeado de escombros, tal como dije antes sin alimento, sin agua… y mi
ojo derecho dolía condenadamente.
-Encenderé la lámpara por un momento… no me gusta estar
tanto rato a oscuras…-dijo de pronto uno de los hombres en medio de la
penumbra.
Poco a poco la débil
luz de la lámpara de aceite comenzó a iluminar nuestros rostros. “Así está
mejor”, dijo aquel hombre una vez hubo encendido la lámpara, se sentó junto a
ella. Más atrás se encontraba el otro sujeto dormido o intentando dormir un
poco y enfrente de él, recostado sobre los asientos estaba el joven muchacho
palpando con temor la fea herida de su rodilla. Cuando la tenue luz me permitió
ver mis manos otra vez, levanté una de ellas y suavemente acaricie la sien del
lado derecho de mi cabeza, mi ojo me dolía demasiado. Cada parpadeo era una
tortura.
-¿Te golpeaste muy duro?- me preguntó el sujeto junto a la
lámpara.
-Más o menos…- contesté de forma distraída.- caí
inconsciente y al despertar este dolor no me ha dejado en paz, quizás me
enterré algo pequeño…
A la distancia podía
oír el apagado y lejano sonido de disparos y una que otra explosión que
acontecía en la superficie, casi podía ver a las tropas del ejercito
irrumpiendo y librando una cruda batalla contra los infectados que eran miles…
y yo me encontraba allí abajo, atrapado. No sé si me deprimía más el hecho de
no estar allá arriba, rescatando a alguien, siendo útil,… o el hecho de
encontrarme atrapado en un lugar que se convertiría en mi inminente tumba. Es
extraño, uno siempre desea vivir… aún en la situación más terrible y
desoladora… aún allí la desesperación por vivir se imponía, y eso era lo
realmente terrible… el deseo de vivir en una situación así es lo espantoso.
-¿Oyes eso?- preguntó de pronto el sujeto junto a la lámpara
en voz baja.- todos esos disparos… la deben estar pasando lindo arriba
disparándole a gente enferma, ¿eh?- ironizó
-Justo directo a la cabeza…- contesté con una débil sonrisa.
-Por cierto mi nombre es Charles…- me dijo.- llevamos 4 días
atrapados y apenas hemos hablado entre nosotros.
-Mi nombre es Leon…- contesté solo por corresponder de forma
absurda.
-Leon, bien… por cierto, por tu atuendo ¿puedo suponer que
perteneces a alguna fuerza especial?
-Así es, vine a recatar a un grupo de médicos… es una larga
historia, sin embargo creo que fallé la misión. Ellos deben ya estar babeando y
comiendo carne humana, y yo aquí… enterrado ya en mi tumba.
-¿Sabes de que va lo de arriba?, ¿tiene que ver con la droga
“sales de baño”?- me preguntó de pronto.
-No lo creo…
-¿Porqué estás tan seguros?
-Cuando llegué… una niña de 10 años se abalanzó sobre mí
cuando buscaba provisiones en un minimarket, y no era precisamente para
saludarme. Su bilis asquerosa chorreaba de entre sus dientes hasta su estómago,
su aliento fétido susurraba en mi oído. En tan solo una fracción de segundos la
condenada estuvo a punto de morderme, ¿y sabes lo que hice?... le torcí el
cuello, se lo rompí, tal como le rompes el cuello a una gallina…
-¿Qué?- preguntó incrédulo.-…, pero ¿Cómo fuiste capaz de
hacerle eso a una niña?
-No tuve tiempo de sacar mi arma.- contesté.
El sujeto me miraba
asombrado, sus ojos brillaban en medio de la tenue luz encendida.
-La niña cayó al suelo…-continué narrando.- y allí se quedó
por unos 5 segundos, luego volvió a ponerse de pié…. ¡de pié!, ¿sabes lo loco
que puede sonar eso? No creo, no creo que lo sepas… pero allí estaba ella
caminando de forma torpe hacia mí, con la mitad de su cabeza colgando hacia
abajo. Esta vez si pude sacar mi arma a tiempo y la liquidé de un certero
disparo directo a su cerebro. Sus sesos volaron. Por eso sé que no tiene nada
que ver con “sales de baño”, los drogadictos no pueden volver a levantarse
después que les rompiste el cuello, ¿verdad?
El hombre no me contestó, solo se quedó mirándome con la
boca abierta. Por un instante me arrepentí de haber aniquilado su buen estado
de ánimo.
-Charles…- le dije de pronto.- ¿puedes volver a apagar la
lámpara? Mi ojo derecho duele menos sin la luz, y así podemos intentar dormir.
En tan solo un
instante, todo volvió a ser oscuridad.
Tuve un sueño, un
horrible y amargo sueño… una mano gigante taladraba mi ojo y con un tirabuzón
intentaba arrancarlo. Yo gritaba y clamaba por piedad, pero era inútil, la
enorme mano giraba el tirabuzón cada vez con más y más fuerza. Al cabo de un
instante ya no rogaba por clemencia, es más, deseaba que se lo llevara y
terminara con la tortura de una buena vez. Sin embargo caí en cuenta que
precisamente ese era su propósito, la mano gigante solo daba vueltas el
tirabuzón para atormentarme con el dolor y no hacía ningún intento por
arrancarlo de mi cara. Con esta horrible revelación desperté bañado en sudor en
medio de la oscuridad. A unos cuantos metros oí unos ronquidos, no pude
determinar de quien se trataba, pero me hizo pensar que era el único despierto
en aquel momento. Mi ojo me dolía demasiado, unos débiles quejidos salían a
veces de mis labios producto solo de la terrible agonía. Ya no podía aguantar
más… de pronto, la idea de mi sueño se me cruzó por la cabeza. Allí pude
comprender a quienes a veces se quitaban la vida o preferían la muerte antes de
seguir soportando una terrible tortura, una vez leí que un hombre atormentado
por los terribles dolores de su pierna, fue y se recostó sobre las vías del
tren para que este al pasar le arrancara su extremidad. La desesperación es
poderosa y de temer, más aún lo son las peligrosas ideas que salen de esos
instantes, pero yo estaba dispuesto a dar el siguiente paso. Tras meditarlo durante
una media hora totalmente solo, en medio de la más incómoda y espantosa
oscuridad, me decidí a llevar a cabo el terrible acto. Cogí mi cuchillo de
servicio e hice un breve ensayo para acercarlo a mi ojo ya que no veía
absolutamente nada. Dejé pasar unos minutos para darle una chance al dolor, sin
embargo este parecía desafiarme a seguir adelante. Alcé el cuchillo con mi mano
derecha y con mi mano izquierda me aseguré de abrir mis parpados, respiré
hondo….
-No lo hagas…- me dijo de pronto una voz débil.- No lo
hagas…
Bajé mi cuchillo y
observé hacia la oscuridad que tenía enfrente.
-¿Charles?- pregunté.
-Soy yo… el muchacho de la pierna herida- me contestó desde
la penumbra.- mi nombre es Samuel.
-Samuel…- repetí de forma automática.- ¿cómo es que puedes
verme?- pregunté desistiendo de la idea, al menos por aquel instante.
-Desde acá un reflejo de luz me permite observar algunas
sombras y movimientos, es casi imperceptible… no he podido dormir, y te he
escuchado quejarte durante mucho rato, al notar que levantabas tu brazo supuse
que ibas a arrancarte el ojo.
.-Sí…- contesté sintiendo un poco de lástima por mi mismo.-
¿Cómo está tu pierna?
-Mientras no la mueva, no me duele…
Pasó un breve lapso
de silencio, ambos no volvimos a cruzar palabra alguna durante unos 10 minutos
más o menos, luego de un rato quise volver a intentar dormir.
-Samuel, intentemos dormir…, prometo no seguir quejándome.-
le dije.
No obtuve respuesta.
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